Catalina de Erauso | El fascismo islámico 3: el fascismo como doctrina de estado
Hamed Abdel-Samad le dedica un capítulo entero al fascismo chiíta (capítulo 8, 141-162) y, en concreto, a Irán y a los acontecimientos que culminaron con la implantación de la sharia como forma de estado. Este relato sobrio y austero permite especular qué pasaría en otros estados en los que concurriesen situaciones sociales similares. Es, por lo tanto, importante tratar de entender el peligro que esconden determinadas corrientes de pensamiento en situaciones sociopolíticas en las que la ciudadanía sufre de carencias y es, en consecuencia, muy vulnerable.
La revolución islámica de 1979 implantó una república islámica en Irán. Pero, ¿cómo llegó a hacerse con el poder de una nación avanzada como el Irán el ayatola Jomeini? Abdel-Samad arranca diciendo que, a día de hoy, la república islámica de Irán se sustenta en elementos fascistoides que son los pilares de su supervivencia, a saber ejecuciones sumarias de opositores al régimen, control exhaustivo de la ciudadanía, la represión de la mujer y de minorías y un antisemitismo muy agresivo. El mundo dio un vuelco cuando Irán se convirtió en república islámica porque este hecho ha contribuido a que se desencadenen diversas contiendas en Oriente Medio y amenace la paz internacional. Pero, ¿cómo ocurrió? Abdel-Samad afirma que una revolución ocurre normalmente después de una guerra perdida o cuando el pueblo está en situación de desnutrición severa. Postula que no se daba ninguna de esas circunstancias en Irán. No fue la revolución de los agricultores, sino la revolución de los estudiantes. Tanto la izquierda como la jerarquía islamista estaban hartas de la tiranía y arbitrariedad con la que gobernaba el Sha de Persia. Sus servicios secretos tenían fama de actuar de forma brutal en un país que mantenía en prisión a miles de disidentes. Además, tanto los intelectuales de izquierdas como los islamistas estaban descontentos con el poder que ejercían los EEUU sobre el Sha. De forma que cuando llegó Carter al poder, el Sha dejó libres a muchos presos políticos lo que desencadenó la rebelión contra él. Los intelectuales de izquierdas estaban en constante lucha contra el Sha que ya había sido obligado a dejar el país en 1953. Volvió años después del golpe de estado militar en el que participó la CIA y que depuso al entonces presidente Mohamed Mossadegh. Con su vuelta, se derogó la ley que había nacionalizado los pozos de petróleo y las petroleras americanas y británicas pudieron entrar de nuevo en el negocio de explotación petrolífera iraní. Al principio hubo reformas y el dinero corrió, pero desde la disidencia de la izquierda surgió un grupo de guerrilla que quería recobrar el poder por medio de la violencia. Hubo violencia y una represión todavía más violenta por el Sha lo que le obligó a dejar el país. La revolución islámica había comenzado. Es, a grandes rasgos, lo que resume Abdel-Samad.
Una revolución no se da de un día para otro afirma Abdel-Samad lacónico. Para explicar este punto, desgrana algunos datos biográficos del Ayatola Jomeini. Abdel Samad recuerda la trayectoria política del Ayatola Jomeini empezando por explicar la palabra Ayatola que significa “Milagro”. El Ayatola veía con mucho recelo la revolución blanca para modernizar Irán que propuso el Shah en 1963 aprobada en referéndum y que proponía 6 puntos de actuación: 1) La disolución del sistema feudal y la entrega de las tierras de los latifundistas a los agricultores, 2) nacionalización de los bosques y prados, 3) Privatización de industrias estatales para pagar las correspondientes compensaciones a los latifundistas, 4) participación de los trabajadores en los beneficios empresariales, 5) derecho activo y pasivo de voto para las mujeres, 6) lucha contra el analfabetismo. La igualdad de las mujeres le parecía un peligro. Era un plan muy progresista que traería prosperidad a Irán. A los dos años tomó las riendas de la presidencia Assadolah Alam que procedía de la vertiente Bahai del islam, que es una corriente de pensamiento que afirma que Mohamed no es el último profeta. Los Bahai no sienten la obligación de someter a los no musulmanes. Los cristianos y judíos son minorías con garantías jurídicas en Irán, pero no los Bahai. Jomeini opinaba que un musulmán no debe vivir jamás bajo el yugo de personas de otras religiones. El ayatola veía este nombramiento con recelos porque a los bahai se les considera traidores y tienen el mismo rango que los infieles en la creencia musulmana. Jomeini pronunció un discurso incendiario en Ghom tras el cual fue detenido lo que llevaría al exilio primero en Turquía y después a Iraq. En ese discurso llamaba al pueblo a sublevarse contra el Sha. En el exilio escribió su segundo libro titulado “el estado islámico” en el que afirmaba que “la aseveración de que se puedan derogar las leyes islámicas sin vincularlas al tiempo y lugar contradice la propia esencia del islam. Por eso es la aplicación de las leyes del sublime profeta una obligación eterna”. Ya en su primer libro mostró su oposición hacia la prohibición del matrimonio de menores en Irán.
Jomeini era diáfano en su discurso y en la prosa que escribía. No ocultaba su radicalismo. Afirma Abdel-Samad que la izquierda iraní en tiempos del Sha conocía este dato pero que no le dio importancia. Admiraban, más bien, el carácter revolucionario del Jomeini porque era muy antieuropeo/antiamericano y además quería renacionalizar la producción de petróleo. No obstante, era de todos conocido que Jomeini rechazaba la soberanía popular porque consideraba que la soberanía solo podía emanar de Dios y que las leyes divinas servían para que se haga su voluntad en la tierra. En cuanto a las diferencias teológicas que existen entre sunitas y chiítas, Abdel-Samad afirma que en lo referente a la ideología fascistoide ambas vertientes del islam apenas se diferencian.
En el año 1978 se intensificaron las protestas contra el Sha y siguiento una fetua del Ayatola Jomeini, que se encontraba todavía en el exilio, en Irán explotaron salas de cine. Solo en la ciudad Abadan murieron 400 personas que se encontraban en un cine. Las protestas se intensificaron y el Sha abandonó Irán en enero de 1979. Jomeini volvió un mes más tarde y se hizo con el poder vía referéndum. En ese referéndum se decidió si Irán sería un estado islámico. La burguesía y la izquierda votaron que sí y Abdel-Samad se lamenta con profunda tristeza de que precisamente burguesía e izquierda no hubiesen leído el libro de Jomeini titulado “el estado islámico”. Jomeini habló de libertad para todos los iraníes cuando el Sha abandonó Irán. Cuando se hizo con el poder poco tiempo después, el ayatola ejecutó a muchos opositores de la izquierda que como él habían luchado contra el Sha o los que más suerte tuvieron se marcharon al exilio, 12.000 personas en los dos primeros años. Siguiendo el ejemplo de las SS y SA de Hitler se crearon milicias Sepah que actuaban en la calle para aterrorizar a la población y actuaban además del ejército y los servicios secretos. Poco después se creó la milicia Bassidsch que, siguiendo las pautas de las bandas de matones de Hitler, ajusticiaban a todos aquellos que se atrevieran a criticar al régimen. Con el tiempo se convirtieron en ejércitos paralelos según algunos expertos que cita Abdel-Samad. A día de hoy cuentan con 130.000 miembros y un presupuesto mayor que el ejército regular. Al igual que los miembros de la SS de Hitler, los miembros de Sepah son reclutados después de haber superado un test pormenorizado de su visión del mundo y su fidelidad al guía o Führer. Además, se han de someter a un adiestramiento físico y psíquico severo. Las milicias de Sepah y Bassidsh tienen cárceles propias en las que se tortura a los disidentes al margen de la ley, tal y como salió a la luz en la revolución verde de 2009. Se torturó y violó a miles de personas que se manifestaban de forma pacífica contra Ahmadineyad.
Otra similitud con el nacionalsocialismo es el pronunciado antisemitismo. Abdel-Samad afirma que resulta inaudito porque Irán no comparte fronteras con Israel ni ha sufrido humillaciones coloniales como otros estados de Oriente Medio. Abdel-Samad sostiene que el antisemitismo en Irán se alimentaba de tres fuentes. La primera es de la propaganda nazi que se emitía en la radio en Irán en idioma persa o farsi en la época del nacionalsocialismo. Recuerda cómo los hombres acudían a los cafés para escuchar esa propaganda que hizo mella en la sociedad iraní al considerarse ellos mismos como los arios indogermánicos. La segunda fuente de antisemitismo es el libro de Sayyid Qtub en el que afirmaba que la guerra santa contra los judíos era la voluntad de Dios y solo terminaría poco antes del fin del mundo. La tercera fuente, y la más importante, es el propio Corán. En este sentido, Ayatola Jomeini pronunció discursos incendiarios contra Israel vinculándolo al eje del mal en conjunción con los EEUU. También otros ayatolas y dirigentes iraníes pronunciaron discursos incendiarios contra Israel como es el caso de Ahmadineyad.
Todos estos datos históricos los vincula Abdel-Samad al principio de la Taquyia o el arte del engaño que juega un papel importante en el islam chiíta. Taquyia significa cautela y es una licencia que viene de los primeros años del islam cuando todavía estaban en minoría y permitía a los musulmanes ocultar su adscripción religiosa cuando sentían que estaban bajo un peligro grande. Este principio se encuentra en la sura 3.28. “Que no tomen los creyentes como amigos a los infieles en lugar de tomar a los creyentes -quien obre así no tendrá ninguna participación en Alá-, a menos que tengáis algo que temer de ellos. Alá os advierte que tengáis cuidado con Él. ¡Alá es el fin de todo!“. Los sunitas tuvieron éxito relativamente pronto y no necesitaron recurrir a este principio, pero los chiítas sí tuvieron que hacer uso de él porque se dividieron poco después de la muerte de Mohamed. En virtud de este principio, le estaba permitido a un musulmán mentir y engañar para proteger su propia vida. El Ayatola Jomeini perfeccionó esta táctica invitando a los creyentes musulmanes a presentarse como ateos para infiltrarse en las instituciones del Sha al objeto de reventarlas. Jomeini pronunció lo siguiente: “Si las circunstancias del taqyia le han obligado a alguno de nosotros a pertenecer al séquito de los que ostentan el poder, debe deponer de su actitud a no ser que su militancia meramente formal culmine en el triunfo para el islam”. El mismo Jomeini había practicado esta táctica en los principios de la revolución islámica engañando a la oposición de izquierdas y la burguesía. Y lo peor de todo fue que él ya había explicado esta táctica en su libro “El estado islámico” con todo lujo de detalles. La izquierda no se lo tomó en serio.
Con esta entrega, se termina el ciclo de reseñas sobre el libro de Abdel-Samad “El fascismo islámico”. Es más bien un resumen de su contenido. El libro está escrito de forma amena sin demasiados tecnicismos y analiza los hechos históricos con muchos datos explicados en su justo contexto. La puesta en contexto la realiza Abdel-Samad de una forma magistral porque incluso aquellos a los que no les gusta la historia se enganchan con este relato bien tejido. Desentraña las cuestiones más importantes de los datos históricos aplicándoles teorías sociológicas modernas que permiten entender qué consecuencias tuvieron determinadas decisiones políticas. Abdel-Samad no ahorra reproches a las izquierdas en todas las épocas de la historia porque entiende que han minimizado los peligros que dimanan de un islam fundamentalista y extremista. Es más, insinúa que fueron colaboradores necesarios en el fracaso de la revolución blanca. Es un libro imprescindible para entender determinados acontecimientos actuales en el mundo islámico. Su traducción al español es imprescindible.
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