Marcel Lhermitte | América Latina y una democracia que se debilita
Un reciente informe del Latinobarómetro, difundido el 21 de julio de 2023, ratifica lo que es un secreto a gritos y se ha convertido en una tendencia: los latinoamericanos profundizaron su insatisfacción con la democracia, mientras que los aires autoritarios y despóticos comienzan a hacerse sentir en varios países de la región. Esta situación genera un campo propicio para el avance de los populismos, para la depreciación de los partidos y la instalación de regímenes dictatoriales.
Solo el 48% de los latinoamericanos cree actualmente que la democracia es preferible a cualquier otra forma de gobierno. O, dicho de otro modo, más de la mitad de quienes habitan en este continente no tendrían reparos en tener otro modelo, siempre y cuando sus necesidades básicas personales se vean satisfechas.
Si lo comparamos con lo que sucedía en el año 2010, hemos sufrido un dramático descenso de 15 puntos porcentuales, ya que en ese entonces el 63% entendían que la democracia era el sistema que preferían para sus países.
Uruguay (70%), Argentina (62%) y Chile (58%) –países que sufrieron brutales dictaduras cívico-militares en las décadas de los 70 y 80– son los países en los que más se valora la democracia, según esta última medición, con la particularidad que los argentinos la valoran más que en la última medición (+7%), mientras que en orientales (-5%) y trasandinos (-4%) se ha constatado un descenso. En tanto, los peores índices se registran en Guatemala (29%), Honduras (32%) y México (35%).
Panamá (+11%), Argentina (+7%), Brasil (+6%), Colombia (+5%), Perú (+4%), Ecuador (+4%) y Honduras (+2%) son las naciones en donde la valoración a la democracia creció respecto al último informe, el resto de los países de nuestro continente aparecen con saldo negativo.
Al 28% de los latinos les da exactamente lo mismo un sistema democrático que uno que no lo es. Los peores índices se encuentran en Guatemala (41%), Honduras (41%) y Ecuador (37%). Argentina (15%), Uruguay (17%) y Costa Rica (22%), como habitualmente sucede, están en las antípodas de este ítem, pero con la particularidad que dentro de los uruguayos hay un 5% más que en la última medición que no tendrían problemas en vivir en un régimen dictatorial.
La democracia en América Latina, un continente que tiene una historia plagada de dictaduras sangrientas, se encuentra cada vez más débil, producto de que los gobernantes de ocasión no han podido cumplir con las expectativas de los ciudadanos que necesitan soluciones urgentes en el plano económico, social y también en la seguridad ciudadana.
Así es que encienden varias luces rojas en el mapa. En El Salvador, donde tenemos el presidente con mayor índice de aprobación de la región, comienza a personalizarse la política en la figura de Nayib Bukele, se debilitan los partidos y las instituciones, la democracia comienza a transitar un camino peligroso en donde la misma constitución de la República queda en segundo plano ante los intereses reeleccionistas del mandatario. Es el regreso del caudillo en su máxima expresión.
Pero también se prenden las alarmas en países como Perú, Ecuador y Guatemala, entre otros.
El 91% de los peruanos están insatisfechos con su democracia, algo que no debe extrañar a nadie que esté medianamente informado, ya que el país se encuentra al borde de un estallido social, bajo el mando de una presidenta que no fue electa para esa función y que se niega a abandonar el poder, algo que le reclaman miles de personas en las calles día a día y que en más de una ocasión son violentamente reprimidos.
Dentro del pueblo ecuatoriano hay un 88% de insatisfechos con la democracia, en un país que está sufriendo una de las crisis políticas más grandes de su historia, que se vio incluso obligado a convocar a elecciones en forma anticipada y que es víctima de una violencia e inseguridad que no tiene antecedentes en esta nación.
Paraguay (31%), Guatemala (41%) y Ecuador (46%) son los países en los que se registran las tazas menores de rechazo en apoyar un régimen militar al frente de su gobierno. Aquí vale la pena hacer un paréntesis y analizar el caso del país centroamericano mencionado.
Los guatemaltecos se encuentran viviendo un proceso electoral que ha sufrido muchas irregularidades, con notorios casos de lawfare, en donde el poder judicial y el instituto electoral, influenciado por el Poder Ejecutivo, sin dudas, han intervenido en los comicios con el único objetivo de que determinadas fuerzas y figuras políticas no lleguen al gobierno.
En Guatemala la democracia se encuentra mucho más que débil cada vez. La libertad de expresión sufre violaciones en forma cotidiana, existe persecución política por ideas y las libertades están recortadas, lo que termina constituyendo un nuevo país en esta frágil situación que vive América Latina. El pacto de corruptos vive y lucha.
Las alarmas están encendidas. Hay una tendencia clara que demuestra que nuestra democracia está en problemas. Los “outsiders” populistas aparecen trayendo soluciones mágicas que se adaptan increíblemente al momento en que vivimos, pero esas fórmulas traen escondidas viejas recetas que nuestro continente ha sufrido en más de una ocasión. Los cantos de sirena empalagan nuestros oídos, estamos en riesgo.