Iñaki Errazkin | De la lucha de clases a la lucha de cargos y voto porque me toca
Faltan pocas semanas para unas elecciones generales en las que la sociedad española se juega su futuro inmediato. Si bien es cierto que esto siempre es así, estos comicios tienen especial importancia por las características de la actual coyuntura en la que las fuerzas más reaccionarias tienen cada vez más presencia y poderío.
Todos los actores arriman las ascuas a sus sardinas y nos amedrentan con el llorar y el crujir de dientes si no les apoyamos con nuestro voto. Cada uno de ellos pretende ser la única fuerza salvadora y nos traslada la responsabilidad de su fracaso.
Ahora mismo, el llamado gobierno progresista lo componen el PSOE y Unidas Podemos (PCE + Podemos, para entendernos), y se mantienen gracias a los apoyos de Esquerra Republicana y EH Bildu, con algún cable puntual del conservador PNV y poco más.
Efectivamente, la alternativa a lo que hay es el bloque ultraconservador que forman el PP y VOX, que ya han anunciado que, si consiguen la necesaria mayoría, van a formar un gobierno Tipp-Ex que borre del mapa los avances sociales producidos en estos años. Su programa es derogar.
Ante la amenazante distopía, cualquier persona digna de ese nombre debe tomar una decisión. A poder ser, la menos mala para el bien común. Pero, viendo la oferta de jaulas, no es fácil elegir a qué grillo votar. A mí no me gusta que me tomen el pelo ni que me traten como a un parvulito. Gozo de una inteligencia y de una memoria bastante aceptables y distingo el día de la noche. Y aquí empieza mi reflexión.
Fuera de Euskal Herria y de Catalunya, tenemos tres bueyes con los que arar: PSOE, Podemos y Sumar, a falta de que en las próximas horas haya un apaño entre los dos últimos y la cosa se reduzca a dos bóvidos. Y no incluyo aquí la abstención, que es una opción electoral tan democrática como la que más, por mucho que la criminalicen los tirios y los troyanos.
El PSOE es la fuerza parlamentaria mayoritaria, lo sabe y actúa en consecuencia. Si admite cogobernar con otras formaciones es por la pragmática razón de que a la fuerza ahorcan. Es un partido del régimen y lo va a seguir siendo. Punto y pelota.
Unidas Podemos es un matrimonio de conveniencia muy mal avenido, que se produjo por los peajes emocionales de buena parte de los dirigentes de Podemos que habían echado los dientes en Izquierda Unida, empezando por Pablo Iglesias, que prácticamente regaló su activo al PCE y, antes de tomar las de Villadiego, designó como califa a Yolanda Díaz.
Yolanda, como antes tanta otra gente, desconfía (abomina diría yo) de Podemos porque los dirigentes que quedan tienen muy buenas intenciones, pero muy malas prácticas, y es sabido que el vicio anula la virtud. Lo han demostrado suficientemente en sus nueve años de vida. Pero es que los grupos y grupúsculos que revolotean alrededor de la nueva califa no lo han hecho mejor. En realidad, en ese entorno solo se salvan quienes se apartaron ante tanto desmán, abuso interno, prepotencia, egolatría y ausencia de autocrítica.
Ahora nos piden sopitas y nos trasladan el problema que crearon. Su ineptitud ha alcanzado proporciones siderales. El mantra del voto útil suena ya a que viene el lobo que gritaba el pastor mentiroso.
Hay quien me ha dicho que votará al PSOE por primera vez en su vida para reforzar al candidato Pedro Sánchez y no arrojar su papeleta a la basura. Hay quien me ha asegurado que votará a Podemos o a Sumar con la nariz tapada, considerando que ambas formaciones aspiran a las medallas de plata y bronce, no a la de oro, y son menos fiables que Judas Iscariote. Hay quien me ha confesado que se va a abstener porque hace ya tiempo que lo centrifugaron del sistema y no se siente representado por ninguna de estas bandas.
Yo aún no sé lo que haré, pero como parece que hay que votar eligiendo entre los malos y los tontos, probablemente opte por tragarme la bilis y acuda a la mesa electoral por la poderosa razón de que el bien común requiere impedir el asentamiento del fascismo, y ante todo yo soy antifascista.
Que sería millor. Que desaparezca el PSOE o que desaparezca el PCE