Iñaki Errazkin | Entrevista a Virginia Mataix 1
Tenía muchas ganas de entrevistar a Virginia Mataix, una mujer que ha vivido desde dentro los mundos de la política, de la cultura y de la farándula cuando eran bastante menos sosos que en la actualidad. Supe de Virginia cuando la vi por primera vez hace cuarenta años en la película La fuga de Segovia, y desde entonces le he hecho un discreto seguimiento. Ahora, por fin, he podido hablar con ella y preguntarle sobre su vida y obra.
Iñaki Errazkin: Te has dedicado al ballet, al teatro, cine, a la televisión y al periodismo, ¿qué te ha llenado más?
Virginia Mataix: Muy agradecida, Iñaki, por contar conmigo para esta entrevista. Tuve la suerte de ser hija de un piloto de aviación militar que fue destinado en 1963 a una base aérea de Waco (Texas), a hora y media en coche de Dallas. Nos alojamos en una colonia de casas prefabricadas para familias de militares de varias nacionalidades y teníamos una televisión en color. Miraba el show de Lucy, wésterns y pelis de Doris Day, que cantaba, bailaba y actuaba. Me dio una perra conque de mayor quería ser como Doris Day y cantar así. Mi madre se negó a integrarse en el way of life de ama de casa gringo, se asustaba de ver hombres con rifles en cada calle y se encerraba en casa a leer mucho en francés. Supongo que fue su modo de rebelarse contra los rudos tejanos. Mi padre pasaba toda la semana entrenando para, posteriormente, enseñar a manejar nuevos aviones destinados a bases de la OTAN en España (año 1963, asesinato de JFK y yo a hombros de mi padre en aquel desfile en Dallas), así que me convertí en la traductora de mi madre y en fan de Doris Day. Mi mejor amiga era una compañera de clase, una niña negra que me invitaba los domingos a su casa para cantar con su padre acompañándome al piano. Ya tenía dos materias requeridas para ser actriz: la vocación y cantar. Cuando, años después, me matriculé en el Teatro Experimental Independiente (TEI), un grupo de teatro de Madrid, aprendí técnica de actuación basada en el método Stanislavski, fundamental para construir un personaje desde dentro y no ir a tontas y a locas a escena.También allí aprendi a bailar, mimo y colocación de voz. En principio quería ser actriz de teatro, pero el destino hizo que un director de cine, Gil Carretero, fuera al Pequeño Teatro de la calle Magallanes y me eligiera para una película: Abortar en Londres. Había hecho mis pinitos con el grupo en la película El puente, dirigida por J.A. Bardem, y me enamoré del cine más que del teatro. Me he sentido mucho mejor en cine que en ningún otro medio. Lo de ser periodista fue porque mi padre me obligó a tener carrera universitaria antes que ser actriz, que le parecía «cosa de fulanas» y una ofensa a toda la familia, muy de derechas. Tuve la oportunidad de escribir como articulista porque me llamo un día Pedro J. Ramírez para hacer columnas y entrevistas en Diario 16. Me llamó porque tenía un «pequeño nombre» como actriz, no porque supiera escribir. Con el tiempo y gracias a Manu Leguineche, a cuya agencia me dejaba ir, aprendí un poco más a escribir artículos.
Iñaki Errazkin: En 1977, en plena época del destape y con solo veinte años, fuiste portada de la revista Fotogramas, y luego vendrían películas como la mencionada Abortar en Londres o Cuentos eróticos, ¿cómo valoras hoy aquella etapa? ¿Te sentiste acosada sexualmente en alguna ocasión por tus jefes o compañeros? ¿Era frecuente pagar peaje sexual para conseguir un papel?
Virginia Mataix: Lo del destape tiene su aquel. Digamos que entre las que nos destapamos para la revista Interviú, había «clases». Es decir, por un lado estaban Susana Estrada, Bárbara Rey… No nombro a más, que no está el horno para bollos, pero eran aquellas a las que jamás les importó aprender ni ser actriz para trasmitir algo más que no fuera «sexual». Y por otro, estábamos las que fuimos llamadas «las rojas intelectuales plastas». Y es curioso, porque, salvo en fotos para Interviú o Fotogramas, mis desnudos en cine han sido lo más «antilujuria» que he visto en mi vida. Incluso en Cuentos eróticos da grima eso de estar desnuda delante de un guerrero armado. Vamos, supongo que hay que ser un poco perverso para que eso «erotice». Así se lo comenté a Jesús Dueñas, el director, pero bueno, había tanta represión que, creo, a muchos directores se les escapó la fantasía algo retorcida en los guiones. Es cierto que el acoso e insinuarte lo de pasar por la cama para conseguir un papel les ha sucedido a muchas actrices que aceptaron, incluso, ser las amantes de… A mí me sucedió una vez, pero ya en pleno rodaje. Pedí ayuda a los compañeros actores y se cortó de raíz. He sido testigo en rodajes del peaje sexual de actrices a productores y directores por alargar un personaje o para conseguir que les firmarán veinte películas. A mí me tocó en una película quedarme casi sin personaje por esa cuestión. Además, el director le cortó todo el papel a la protagonista y encima la trató muy mal, la insultó… Tuvo que tomar cartas en el asunto su marido. Yo no me callé y tomé partido. El resto de actrices se quejaban por lo bajinis, pero nada más. Dejé de dirigirle la palabra. No fui al estreno de la película ni he querido saber más del director. Encima, el tipo quería que viéramos todas sus películas después de volver agotadas del rodaje. Un hombre muy pagado de sí mismo. Lo más surrealista que viví fue rodar con la Cantudo en México (dirigía Luis Alcoriza, guionista de Buñuel en su etapa mexicana y exiliado en Ciudad de México). En esta profesión te encuentras con historias reales detrás de un rodaje que podrían ser una novela de comedia muy negra. La Cantudo, con tal de ser la protagonista de varias películas, aguantó de todo con el productor. Cada mañana, en maquillaje, yo me preguntaba si llegaría viva o no.
Iñaki Errazkin: Estuviste unida sentimentalmente mucho tiempo a Josep Vicent Marqués, padre de tu único hijo. ¿Cómo es el día a día en la convivencia junto a un referente intelectual de la izquierda como era él?
Virginia Mataix: Josep Vicent Marqués fue un referente nacionalista de izquierdas para el País Valenciano, sí. Y se ganó muchos detractores en su departamento de la Facultad de Sociología por su forma de impartir y no poner exámenes, sino grupos de trabajo. Hasta no tener a nuestro hijo, la convivencia marchó más o menos bien y fue muy divertida. Él siempre andaba liado y trabajando en distintos proyectos, y los fines de semana los pasábamos juntos. Su sentido del humor salvó muchas veces la relación. Nos casamos cuando el crío cumplió los cinco años y él tenía ya serios problemas de salud, pero a los dos años de instalarnos en Valencia se hizo pedazos nuestra relación.Me costó mucho entender que él no aceptara la enfermedad que le llevó a una muerte prematura. ¿Cómo una persona tan inteligente y sensible no tuvo la humildad para reconocer su enfermedad? Dejé de batallar para que Marqués cambiara y me ocupé de mí misma y de nuestro hijo. Solicité la separación y no tuve más remedio que quedarme en Valencia. Marqués pasaba más tiempo en hospitales que en su casa y la psicóloga del colegio me controlaba las salidas de Valencia por más de 24 horas. Me amenazaba con llamar a Servicios Sociales y quitarme a mi hijo. Salí en cuatro ocasiones para participar en el programa Pasapalabra con billete de ida y vuelta en el mismo día. Pagué una factura de vida demasiado grande.
Iñaki Errazkin: No se te ve en las teles estatales desde hace casi treinta años, ¿por qué?
Virginia Mataix: Dejar de estar delante de la cámara fue una decisión mía. Padecí endometriosis y aguanté muchos postoperatorios para seguir rodando, pero en 1997 fue una agonía, no podía trabajar al cien por cien y sabía que en cualquier momento volvería otra vez. Los médicos no querían cortar por lo sano y dejé de estar segura ante la cámara. Pude hacer otras cosas, más tranquila y sin tanto viaje, sin tanta angustia.
Iñaki Errazkin: ¿Qué balance haces hoy de la llamada Transición?
Virginia Mataix: Solo recordar las grandes colas de gente para ver el cadáver de Franco en vez de estar en la calle manifestándose con alegría y parando todos los centros de trabajo, me sigue produciendo tristeza y contrariedad. Uno de los centros de reunión de militancia y altos cargos del PCE fue el Pequeño Teatro del TEI. Por él desfilaban personajes de la Junta Democrática como Tamames, Garrigues Walker, Roberto Bodegas, J.A. Bardem, Teddy Bautista, Juan Diego, Enrique Curiel… y yo qué sé la de movilizaciones que se convocaron desde allí antes de morir Franco, todas plagadas de sueños revolucionarios y de ruptura total con el Régimen. Luego murió «el caudillo» y sucedieron hechos muy trágicos. Nos movilizamos por los atentados de Atocha. Los estudiantes manifestándose, algunas huelgas… Pero llegaron Santiago Carrillo y Dolores Ibarruri, que querían otra cosa. Después vino el Tejerazo y sí, al día siguiente salimos casi un millón de personas a la calle, ¿y qué? Nada. Carrillo empezó con lo del eurocomunismo y pactó con los «herederos del Régimen» la pacificación en las calles renunciando a la ruptura. Apareció un PSOE con Felipe González, los del PCE se fueron con él y no se rompió nada. Se continuó con lo mismo y con «la Movida» para no pensar en la politica. Fíjate, qué movida. Muerta una generación por la heroina. Quizá no fuimos tantos, ni había tanta organización para romper con las estructuras del régimen franquista. Y había mucho miedo a una guerra, al sufrimiento y a la represión.
Iñaki Errazkin: En los años 80 del pasado siglo dijiste a Paco Umbral que el feminismo te parecía un fanatismo como otros, ¿te lo sigue pareciendo?
Virginia Mataix: No sé por qué le contesté eso a Umbral. Mi madre, junto a otras cinco compañeras, fundó un grupo feminista, escindido del de Lidia Falcón, en el que se daba prioridad a la difusión de los puntos a debatir, y uno de ellos, que me gustó muchísimo, fue el de cómo las mujeres sabíamos crear vínculos de afecto con los otros y no estrictamente de poder ni opresivos. Me convenció mi madre, y sigo siendo feminista ahora porque la opresión patriarcal está ahí, además del capitalismo. Detrás de hombres de la izquierda también existe un gran machismo y opresión hacia las mujeres. Siempre pelearé y me uniré a la lucha de las mujeres en contra de la prostitución, a favor del aborto, en contra de ser una mercancía sexual, en contra del » transgenerismo» como apropiación y en contra también de las soluciones capitalistas como la hormonacion, la extirpación de órganos corporales, etcétera.
Iñaki Errazkin: Recientemente se ha abierto un debate público sobre la promulgación de una ley que permita a las mujeres con dismenorrea darse de baja laboral durante sus menstruaciones. La portavoz de las mujeres con endometriosis ha declarado que está en contra de esta medida. Tú has dicho que padeciste endometriosis, ¿qué opinas al respecto?
Virginia Mataix: Un dolor menstrual muy fuerte lo suelen sufrir mujeres que tienen quistes, miomas, endometriosis… La menstruación en sí misma es un proceso biológico de las mujeres. Estoy de acuerdo con la presidenta de la Asociación de Endometriosis en cuanto a que no se indague más y se derive a un especialista en ginecología. Quiero creer que ahora, un médico de cabecera, por lo menos en Valencia, te manda de inmediato al especialista. La endometriosis se diagnostica ahora con facilidad, no como en 1980, que apenas se conocía algo de ella. Ya se sabe que es incapacitante y te dan una minusvalía y pueden contratarte como minusválida con beneficios para la empresa. Pero en este apartado no he entendido muy bien por qué se ha manifestado en contra.
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Una sucinta pero esclarecedora
entrevista ,que nos ha indicado la
desaparición de los medios de Virginia.
Veremos mañana el resto de la entrevista