Marcel Lhermitte | Un nuevo Chile en el horizonte
“Está bueno cambiar”, decía una de las tantas publicidades que realizó el actual mandatario uruguayo Luis Lacalle Pou en la recta final de su campaña presidencial, sin más argumento que ese: está bueno.
El cambio es uno de los principales enunciados que se utiliza en las campañas y que más allá de la reiteración y de la saturación que pueda producir en aquellos que saben que en ocasiones se trata de una cáscara vacía, sigue siendo muy efectivo. Tan así que desde los oficialismos muchas veces se intenta utilizar ese mismo mensaje, con sentencias del estilo “el verdadero cambio es el que venimos haciendo”.
Lo cierto es que, más allá del marketing, en Chile va a producirse un cambio, pero como tal aún no sabemos si será bueno o malo. Los trasandinos han llegado al punto en que se bifurcan los senderos y las opciones son absolutamente antagónicas: la ultraderecha pinochetista o la izquierda.
Si gana Kast será un gobierno más cercano ideológicamente a la derecha fascista de la administración del dictador Augusto Pinochet; mientras que si el vencedor es Boric será el gobierno más de izquierda desde la presidencia de Salvador Allende.
El pasado domingo 21 de noviembre los chilenos realizaron las elecciones presidenciales. El resultado fue contundente: el presidenciable de la ultraderecha José Antonio Kast consiguió el 27,91%, mientras que el izquierdista Gabriel Boric obtuvo el 25,83%. Más atrás quedaron Franco Parisi (12,80%), Sebastián Sichel (12,79%), Yasna Provoste (11,61%), Marco Enríquez Ominami (7,61%) y Eduardo Artez (1,47%).
No hubo grandes sorpresas en los dos primeros lugares, si nos atenemos a lo que marcaban los estudios de opinión pública, pero sí en los restantes lugares. La gran sorpresa la marcó Parisi, un candidato liberal, crítico de la clase política y que para sorpresa de todos hizo campaña desde Estados Unidos, nunca pisó su suelo patrio en los últimos meses.
Radicado en Alabama, con denuncias penales por estafa que tomaron estado público, con cuestionamientos que señalan que no pasa dinero a sus hijos que viven en Chile y rompiendo con el paradigma de que una óptima campaña electoral tiene que tener un correlato en el territorio, hablando con la gente, dando la mano, generando contacto físico y escuchando, Parisi desde las redes sociales y los medios de comunicación obtuvo un resultado que lo convierte en una pieza clave para quienes disputarán el balotaje.
Las decepciones fueron Sichel y Provoste por igual. Es la primera vez desde el advenimiento de la democracia que los candidatos de centroderecha y centroizquierda no solo no definen las elecciones, sino que ocupan el tercer y cuarto lugar con guarismos que superan por poco el 10% del electorado.
Con estos resultados comiciales el próximo presidente de Chile necesitará tejer alianzas de cara a la segunda vuelta. Un análisis prospectivo de cómo se realizarán no puede ser tomado en cuenta únicamente en base al eje izquierda – derecha, ya que son muchas cosas las que están en juego que trascienden este enclave ideológico.
Kast es admirador de Pinochet, uno de los más sanguinarios dictadores y violadores de derechos humanos que sufrió el continente. Promueve reducir el tamaño del Estado, bajar los impuestos, aplicar mano dura con la inmigración y el narcotráfico e iniciativas conservadoras respecto a la agenda de derechos. En lo discursivo busca generar miedo al agitar el viejo fantasma del comunismo, un marco conceptual de la guerra fría que sigue rindiendo electoralmente en América Latina.
Boric, recordado por ser uno de los líderes de las movilizaciones estudiantiles, promueve una agenda ecologista, feminista y regionalista. Propone un Estado de bienestar con énfasis en políticas sociales, tan olvidadas en el Chile de los últimos años. En lo discursivo llama a la unidad de los demócratas, en alusión a los sentimientos nostálgicos del pasado de facto que admira su contendor.
Resulta difícil de entender que haya quienes prefieran opciones dictatoriales, represivas y antiderechos sobre iniciativas democráticas, igualitarias y de promoción de políticas sociales, pero no está de más recordar lo que nos enseñó la investigación del Latinobarómetro 2021: en Chile existe un 21% de la población a la que le es indiferente vivir en un sistema democrático, mientras que el 12% siente afinidad por un gobierno autoritario.
En caso que las fuerzas democráticas y progresistas no logren forjar una alianza antifascista, un nuevo Bolsonaro puede nacer tras la cordillera.