Marcel Lhermitte | La política fosfo, ¿el triunfo de lo superfluo?
La Pío XII es una emisora católica, boliviana, que tuvo un rol importante en la defensa de los trabajadores, el apoyo a las luchas sociales y en la resistencia a la opresión de los gobiernos autoritarios de décadas anteriores. Narraba el comunicador popular Mario Kaplún que, a la salida de la dictadura de Luis García Meza, la radio quiso aprovechar el tiempo perdido durante la censura y nutrió toda su programación con contenidos culturales y educativos. El resultado no fue positivo.
Hortensia era la cocinera de la Pío XII. Un día, un padre referente del medio, la consultó sobre si había escuchado un programa determinado, a lo que la mujer, dudando, respondió que sí. El religioso notó que no ero cierto, por lo que se decidió a indagar el motivo. Finalmente, la trabajadora reconoció que no era una fiel oyente: “Con su perdón padre, pero la Pío es aburridora. Palabras nomás dicen. Música siquiera pongan, como ser huainitos”.[1]
Este añoso ejemplo grafica muy bien la efectividad del entretenimiento para hacer llegar los mensajes a la masa social, sean estos culturales o educativos, así como también políticos.
Quizás para muchos ha pasado desapercibida o no le han dado la relevancia que amerita a la reciente campaña del electo candidato a gobernador de Nuevo León, Samuel García y su esposa, Mariana Rodríguez, que trasciende lo anecdótico y nos enseña un nuevo rumbo que ha tomado la política.
Mariana es una influencer de 25 años, que solo en su cuenta de Instagram tiene casi dos millones de seguidores. Desde sus redes promueve productos comerciales, fundamentalmente vinculados a cosmética y belleza, pero en estos últimos meses cambió la mercancía: un candidato a gobernador, su marido.
No es novedad que la política se valga del entretenimiento y del espectáculo para ganar adhesiones. La mayoría de los candidatos lo hacen en mayor o menor medida para alcanzar determinados públicos que de otra forma les resultan renuentes. Tampoco es nuevo el uso de las redes sociales en la política, incluso en estos momentos resulta vital y es un área de la campaña que ha cobrado mucha fuerza, más aún en épocas de pandemia y de reducción de la movilidad ciudadana.
Es evidente también que el contenido político comienza a perder terreno ante esta política del espectáculo, al punto que ya es moneda corriente encontrarnos con políticos que intentan divertirnos en TikTok o en los mismos medios de comunicación –muchas veces en escenas notoriamente forzadas–, sin importar si hacen el ridículo o mellan su reputación.
Samuel García comenzó su campaña con 13% de apoyo, en cuarto lugar. En tan solo dos meses creció hasta el 26% y el pasado 6 de junio ganó la gobernación. El secreto: un mensaje político promovido desde las redes sociales de una influencer.
Mariana utiliza calzado deportivo naranja fosforescente, tal como lo enseña en uno de los primeros videos de campaña. Son “fosfo, fosfo”, dice con gracia la joven blonda. Esta publicación, para muchos banal, tuvo cientos de miles de visualizaciones en las redes sociales. Su éxito fue tal que llevó a que Movimiento Ciudadano –el colectivo por el que postuló Samuel– modificara su color institucional para adaptarlo al de los tenis de la influencer, así como también se decidió colocar cartelería en la ciudad con la grifa del partido y la inscripción Fosfo, Fosfo.
El impacto de la campaña es tan grande que concitan la atención mediática mexicana. En un informe televisivo se ve a Samuel diciendo que su estrategia consiste en hacer calle, conversar con la gente y pegar adhesivos en los autos. Luego las imágenes muestran aglomeraciones y una multitud de personas haciendo una cola, esperando para sacarse una selfie… con Mariana. Es más, el candidato no fue al punto de encuentro, lo cual pasa inadvertido para la mayoría, porque sí está ella, que luce una remera fosfo, fosfo que porta el mensaje central: Yo saqué a la vieja política.
El informe sigue con los testimonios de los presentes, que no están interesados en las propuestas del futuro gobierno. Los argumentos del voto refieren a la simpatía por la pareja o exclusivamente por la figura de ella, una adhesión basada en el relato del reality show que la influencer construyó en sus redes sociales, y que incluso obvian características de su marido que serían nocivas o fatales para otros candidatos, vinculadas a episodios de machismo y de superficialidad. A modo de ejemplo, en un vivo del matrimonio, Samuel le ordenó a su esposa que cambiara de posición porque estaba “enseñando mucha pierna”.
Sin la presencia de Mariana parece difícil que el candidato de Movimiento Ciudadano ganara la elección, aunque esta afirmación sea difícil de probar. Incluso los brigadistas afirmaron que cuando la influencer no estaba con ellos pegaban un 90% menos de adhesivos en los vehículos, porque no encontraban receptividad en la gente.
Samuel logró transferir los likes de su esposa en votos propios, y consiguió el respaldo popular de personas que parecen estar más interesadas en el entretenimiento que en las medidas gubernamentales que regirán su vida y la de sus vecinos. Es el triunfo de lo banal sobre el contenido, del producto marketing sobre las propuestas y posiblemente una muestra de hacia dónde se está encaminando la política actual en todo el mundo.
[1] El huaino es una música popular del altiplano.