Marcel Lhermitte | El cóctel mortal: ignorancia e irresposabilidad
Quédate en casa. Una y otra vez se repite el mismo latiguillo. Nos repiquetea en la cabeza. Soñamos con él. Lo tenemos tan matrizado que cada vez que hablamos con algún amigo o familiar siempre terminamos la conversación de la misma manera: cuidate y no salgas. Quédate en casa.
A nivel publicitario la campaña ha sido un éxito. No hay rincón en el mundo que no conozca la sentencia: quédate en casa. En esta concientización social mucho han tenido que ver los medios de comunicación. Periodistas, comunicadores sociales y líderes de opinión nos recuerdan en todo momento a través de la pantalla que debemos mantener estrictas medidas de higiene y fundamentalmente confinarnos para hacerle frente a la pandemia del coronavirus.
Pero claro, esta cuarentena, a la mayoría de la gente, también la lleva a tener mucho más tiempo libre del habitual, que lo utiliza en “entretenimiento”. Mucha gente hace ejercicio en sus hogares con tutoriales de YouTube, unos pocos leen, muchos se aferran a la virtualidad de las redes sociales y tantísimos se sientan frente al televisor, que en ocasiones se lo toma como el faro que guía el camino.
Luego de ver una hora de informativo en horario central, en donde una televidente consultó a una experta del canal sobre qué hacer, ya que en estos días de encierro hogareño su marido había protagonizado hechos de violencia física hacia ella, palabras más, palabras menos le respondieron: si crees que corre riesgo tu vida debes denunciar.
No importa si nos sorprende la gravedad del hecho periodístico, lo importante es que exista una mujer violentada y que presuntos expertos, en un informativo, la alienten a denunciar únicamente si hay riesgo de homicidio, y tan grave como eso, además, son las televidentes que se encuentran en situaciones similares, vieron y quizás tomaron ese consejo.
Antes de terminar de reponerme de esta situación llegó la sección de internacionales al informativo. Allí apareció otro suceso que ya resulta difícil de adjetivar. Donald Trump recomendando como cura del covid-19 la posibilidad inyectarse desinfectante y la utilización de una potente luz ultravioleta por dentro del cuerpo.
No es ciencia ficción ni tan siquiera humor. La noticia es la brutal muestra de ignorancia y soberbia del presidente de Estados Unidos, por más que ya no resulta novedoso del parte del mandatario, sino que parece que forma parte de su conducta habitual.
El cóctel de ignorancia, irresponsabilidad y operación política que presentó el informativo central se potencia con la programación que nos ofrecen los medios de comunicación día a día, al punto de preguntarnos, ¿qué hemos hecho para merecer esto? La respuesta es ¿qué no hemos hecho para merecerlo?
Con demasiada liviandad nos tomamos el hecho de que los medios de comunicación son formadores de opiniones, comportamientos y costumbres de personas que no tienen mayor garantía que la que les ofrece una empresa comercial dedicada al rubro periodismo y entretenimiento.
Las leyes de medios creadas en la mayoría de los gobiernos progresistas no han profundizado en la descentralización mediática, en la protección de las personas que se ven expuestas a una miríada de mensajes, tampoco en el cuidado de los contenidos y en el trabajo de los artistas locales; mientras que las propuestas de leyes de medios de las administraciones conservadoras apuestan a fortalecer las empresas comerciales, por encima de los aspectos sociales.
Mientras tanto la política del miedo exacerbada en la pantalla, primero con la crónica roja y después con el tanteador de muertos que día a día genera la pandemia; luego la difusión de sospechosos especialistas de salud que nos traen recetas infalibles; después los políticos promotores de solidaridad proselitista. La lista sigue y es interminable. Y finalmente nos dicen: quédate en casa.
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