Marcel Lhermitte | La política pos-coronavirus
Con la decisión de suspender las elecciones presidenciales y legislativas que tomó el lunes 13 de abril la Junta Central Electoral de República Dominicana, el coronavirus ha logrado la postergación de todos los comicios electorales que se iban a efectuar –al menos– en América Latina, España y Francia desde marzo en adelante.
Increíblemente para los dominicanos es la segunda vez que se suspenden las elecciones en el mismo período eleccionario. Primero fueron canceladas las municipales de febrero, durante la misma jornada electoral, por irregularidades con el voto electrónico. Ahora es el turno de las legislativas y presidenciales, que fueron reprogramadas para el 5 de julio, debido a la pandemia del coronavirus.
“Estamos en una guerra. En una guerra de salud contra un enemigo invisible”, decía el presidente francés Emmanuel Macron, cuando en un mensaje a la población, argumentaba sobre la suspensión de la segunda vuelta de las elecciones municipales que estaban convocadas para el 22 de marzo.
Luego fue el turno de Bolivia, que preveía realizar sus elecciones presidenciales el 3 de mayo y las postergó, en primera instancia, para el 17 del mismo mes. Actualmente parece difícil que se puedan llevar a cabo en esa fecha. Mientras tanto seguirá el “interinato” de Jeanine Áñez.
Chile, un país que estaba –está– al borde del estallido social, también decidió pasar para el 25 de octubre el urgente plebiscito constituyente que se había convocado para el 26 de abril, también debido a la pandemia.
Luego fue el turno de Uruguay. Las elecciones departamentales de mayo se cambiaron para octubre, ante la imposibilidad de poder hacer una campaña electoral y para concentrar los esfuerzos en superar los efectos del coronavirus.
En España sucedió algo similar, las elecciones en el País Vasco, Galicia y Cataluña no tienen ahora fecha definida. En el caso de los primeros, según un documento acordado por los partidos políticos, se estableció que se vote “el primer domingo que sea posible”. En las tres comunidades se prevé que los ciudadanos vayan a las urnas después del verano europeo.
La pandemia del coronavirus no solo trajo una crisis sanitaria y económica al mundo, sino que también cambió la mecánica política, el relacionamiento entre políticos y ciudadanos y por ende, la forma de hacer campaña electoral, a la que deberán adaptarse de ahora en más tanto los candidatos como los partidos y sus integrantes.
Por un lado cobra fuerza la necesidad de que los legislativos puedan funcionar a distancia, situación que además sería muy beneficiosa para los representantes de las localidades alejadas de la sede parlamentaria, ya que no deberían abandonar el territorio que representan para acudir a una sesión plenaria o para trabajar en una comisión. Así como las empresas privadas –y algunas públicas– se adaptan en situaciones de crisis al teletrabajo, los diputados y senadores no deberían ser una excepción.
Por otro lado cambiará mucho la forma de hacer campaña electoral en el corto plazo. Los cada vez más devaluados mítines tenderán a la extinción, las aglomeraciones de ciudadanos también decaerán, mientras que ganarán más fuerza las iniciativas digitales, las redes sociales y los medios de comunicación, y fundamentalmente la planificación y la creatividad en las acciones.
Una nueva era parece asomar en la política, quienes no la interpreten a tiempo y no puedan adaptarse a ella disminuirán drásticamente las posibilidades de hacer llegar su mensaje y de comunicarse con la generación pos-coronavirus.
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