Marcel Lhermitte |La llave está en el cuartel
La esperanza rondaba por las calles montevideanas. El pabellón patrio y las banderas frenteamplistas comenzaron a congregarse en la principal avenida capitalina. Todo era alegría para la izquierda, hasta que se conocieron los resultados a boca de urna de las elecciones nacionales. Se habían perdido las mayorías parlamentarias y el casi 40% de votos obtenidos hacen muy cuesta arriba el balotaje.
En tiendas conservadoras antes de las 20.30 horas había mesura, pero a partir de entonces comenzó la construcción de un relato que ya se había instalado en la campaña: “se van”. El Partido Nacional, a pesar de haber obtenido menos votos que en la última elección nacional, se mostró triunfante. Luis Lacalle Pou se erigió como líder de los principales partidos de oposición.
Todos los partidos que hoy tienen representación parlamentaria consiguieron menos votos que en la elección presidencial de 2014. La mayoría de esos votos perdidos fueron a parar a la opción ultraderechista de Cabildo Abierto, liderada por el ex comandante en jefe del Ejército Nacional, Guido Manini Ríos, el gran triunfador en las urnas del domingo 27 de octubre, la gran preocupación del progresismo nacional y la amenaza de muchos de los derechos y las libertades del pueblo uruguayo.
Las fórmulas del Frente Amplio y el Partido Nacional definirán quién presidirá Uruguay. Si bien aparece como favorito el conservador Luis Lacalle Pou, y a pesar de las malas señales que dio la izquierda luego de conocerse los resultados de la primera vuelta, no será fácil para el líder blanco, que deberá hacer una coalición con el Partido Colorado, los ultraderechistas de Cabildo Abierto y con otros grupos con votación testimonial.
Uruguay no es un país de delfines. Históricamente cuando un líder ha llamado a sus votantes a votar por otro candidato ha fracasado. Los votos no se transfieren como ganado en este país, según marca la historia, por lo que no puede afirmarse que el Partido Nacional recoja todas las adhesiones de los partidos que lo apoyan formalmente.
Por el lado del Frente Amplio también es muy difícil, a pesar de que le faltan diez puntos –al Partido Nacional le faltan más de 20 puntos– para llegar a la Presidencia. Deberá en primera instancia hacer autocrítica, retomar un relato coherente en lo que resta de la campaña y elaborar una planificación estratégica que le permita llegar a los votos que le faltan.
La llave de noviembre parece tenerla Cabildo Abierto. Se equivocan aquellos que afirman que todos sus votos son ultraderechistas, que sí los tiene –fundamentalmente en su dirigencia y núcleo duro-, sino que también está conformado por muchos ciudadanos preocupados por la seguridad ciudadana; preocupación esta que quedó en evidencia con la votación obtenida –a pesar de que no se aprobó– por la reforma constitucional Vivir sin miedo, que promovía endurecimiento de penas, allanamientos nocturnos y militarización de la seguridad pública.
El apoyo de Cabildo Abierto al Partido Nacional significará el ingreso de nuevos votos para la fórmula blanca, pero también la pérdida de otros que no están de acuerdo en conformar un gobierno en donde la ultraderecha tenga la llave del poder. Hoy parece ser que la llave del triunfo en noviembre está en los cuarteles.
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