Catalina de Erauso | Plan Z.E.N y libros de estilo
Los libros de estilo que tienen empresas cuyo negocio es redactar y vender noticias son, a medias, glosarios de errores gramaticales o léxicos más frecuentes entre los redactores además de unas pautas orientativas a la hora de redactar la noticia. En la era de las fake news o bulos que se propagan a la velocidad de un rayo, es conveniente indagar en estos manuales para ver qué recomendaciones hacen las casas editoriales a sus redactores. Todo lo que tenga que ver con el relato ajustado a la verdad coincide casi al 100% con el código deontológico del periodismo. Todos los libros examinados hacen hincapié en esta cuestión. También todos hacen una diferenciación entre hechos y opiniones. Ahora bien, hay marcadas diferencias entre lo que es información a noticia noticiable entre los diferentes libros. Y, en vista de que se han destapado las cloacas del periodismo, en las que se relata que hay periodistas que están a sueldo del Ministerio de Interior, conviene repasar algunos de los aspectos que tratan los libros de estilo. Como el Plan ZEN se urdió en el Ministerio de Interior a principios de los ochenta del siglo pasado, se indagará si hay un vínculo directo o, tal vez, indirecto entre este plan y los libros de estilo.
Pero, ¿en qué consistía el plan ZEN? El plan ZEN, o dicho de otro modo zona especial norte, es “un manual policial presentado en 1983 por el gobierno de Felipe González. Está ideado por los servicios de información y se inspira en las prácticas contrainsurgentes del Plan Cóndor en Estados Unidos durante la Guerra Fría. Con el pretexto de contrarrestar los diferentes grupos armados que operan entonces en Euskal Herria, el ministro del Interior, José Barrionuevo instaura un régimen especial en nuestro territorio que incluye diversas formas de propaganda y control de masas” según Jonathan Martínez. Entre las muchas cuestiones que aborda el plan del Ministerio está la acción psicológica en el plan integral de lucha contra el terrorismo. En su página 119 aconseja “repetir constantemente la idea de fondo: la policía sufre acciones de violencia por ser un impedimento para quienes pretenden imponer por la fuerza un sistema contrario a la tradición cultural vasca y al respeto a la libertad y derechos de los demás”. Y aquí importa la palabra “repetir”. Significa que tanto los cargos del Ministerio de Interior como los medios de comunicación tenían la misión de emplear la táctica de la repetición de determinados datos para crear rechazo y formar opinión en la ciudadanía. Para que los comunicados oficiales desde el Ministerio de Interior hagan mella, no basta con dar una rueda de prensa en una sala de esa institución. Es necesario que los medios recojan esa noticia, la publiquen y la repitan con cierta regularidad. Y aquí entra en juego lo noticiable. ¿Qué es noticia? Una información de interés para los lectores según la mayoría de las definiciones consultadas. Si una información se repite sin añadir nada nuevo en lo sustancial, ya no es noticia. Es, tal vez, propaganda, intoxicación o desinformación. Pero, ¿cómo se logra que las casas editoriales se acojan a esta recomendación si el periodismo es el cuarto poder, encargado de controlar la acción política? Aquí entra en juego el factor económico. Con la crisis y los medios digitales gratuitos, los lectores ahorran en periódicos. El Ministerio urde un plan para invitar a las casas editoriales a publicar noticias de cierta tendencia ideológica y
“potenciar o premiar la publicación periódica en los diarios vasco-navarros los beneficios económicos, energéticos etc. que reciban de otras gentes de España y los hechos históricos y culturales comunes.”
Y aquí destaco la palabra premiar. ¿Cómo se premiaba? ¿Colocando publicidad o en cómodos sobres en B? Leyendo esta recomendación, tendríamos que preguntarnos cuántas veces hemos leído y oído en debates parlamentarios que los vascos tienen beneficios económicos debido al Concierto Económico. Tanto parlamentarios como políticos han repetido esa consigna hasta la saciedad. Tanto es así que si se pregunta a un ciudadano español quién es insolidario en España, casi con toda seguridad diría que en Euskadi. Ahora se empieza a esgrimir el mismo argumento en Cataluña. Si se pregunta a los políticos vascos, nos dirán que Euskadi no es insolidaria. Que es al contrario, que los vascos han venido pagando más de lo que debían desde que existe el Estatuto de Gernika. Es decir, estas noticias con datos tergiversados se repetían tanto en medios como en debates públicos y forman parte del imaginario del ciudadano corriente que no se preocupa de contrarrestar noticias. Además el plan ZEN, sugiere
“subvencionar un buen folleto sobre “La verdad sobre la nueva ETA” con manifestaciones de vascos líderes”.
Si hacemos memoria, nos daremos cuenta que determinadas personas hasta entonces desconocidas para la mayoría de la ciudadanía aparecían en entrevistas concedidas a determinados periódicos y televisiones públicas. Por la continua repetición de esas entrevistas han logrado cierta notoriedad pública porque hasta los ciudadanos menos cultos conocen sus caras. No tenían muchas informaciones que trasladar ni su relato rezumaba reflexiones profundas en base a datos rigurosos, pero lo que afirmaban coincidía al 100% con los dos postulados del plan Z.E.N que se acaban de mencionar: subvencionar para repetir. Si nos paramos a pensar sobre la palabra “subvencionar”, está clarísimo que el Ministerio tenía fondos para pagar a periódicos con el fin de que estos difundiesen determinadas noticias. Por venir de fuentes del Ministerio, muchos de los periodistas o periódicos no tenían que comprobar su veracidad. Pero no todo era publicar noticias. El plan Z.E.N también aconseja “dificultar e impedir la publicación di (sic) noticias que sirvan de publicidad a los terroristas.” Esta cita deja claro que la acción psicológica pasaba por repetir ciertas noticias y ocultar, silenciar o invisibilizar otras. No es nada nuevo en el comportamiento del ser humano, lo nuevo, por lo menos en España, es que se aconseje hacer eso desde el Ministerio de Interior. Es algo que ya se practicó en la Alemania de Hitler con mucho éxito en base al archiconocido decálogo de Göbbels. Pero, ¿qué vínculo existe entre el plan ZEN y los libros de estilo? Si analizamos ahora algunas de las recomendaciones de las casas editoriales a sus periodistas, en concreto a la forma de redactar noticias que tienen que ver con el terrorismo, nos encontramos con esto en el Libro de Estilo de VOCENTO en su página 23 y apartado 1.2.13 recomienda a sus redactores que
“las noticias de acciones terroristas deben ofrecerse con el mismo rigor que las demás, si bien haciendo notar que su motivación deleznable les concede una trascendencia en todo caso relevante que debe medirse más por la intencionalidad del terrorista que por las consecuencias reales de los hechos relatados. En las informaciones sobre hechos terroristas, el periodista no es un mediador neutral, sino que debe considerarse parte agredida.”
Para Vocento, el periodista no es un mediador neutral y debe sentirse como parte agredida. Si esto es así, está claro que Vocento invita a sus periodistas a redactar noticias dando rienda suelta a la opinión e incitándolo a especular sobre la intencionalidad del terrorista y juzgar esos actos según le plazca. Aquí abandona el redactor la objetividad con la venia de su editorial. Si no se acoge a esa máxima, es posible que lo despidan. Y con el siguiente consejo del periódico El Mundo, el redactor tiene barra libre para apuntar a las vísceras. El libro de estilo de EL MUNDO aconseja la siguiente técnica para elaborar entradas y titulares:
“Siempre que sea posible, en EL MUNDO se prefiere una entrada que contenga un elemento de interpretación (que no de opinión) y confiera así una dimensión añadida a la historia. La introducción del elemento “terrorista” es lo que aporta valor interpretativo a la entrada. Algunos puristas preferirían que no fuese el periodista, sino una fuente, con sus declaraciones entrecomilladas, la que introdujera elementos de interpretación. Pero cada vez más se acepta o incluso se fomenta esta técnica.”
Los que lean las noticias en toda su integridad con cierta asiduidad saben que los titulares engañan. ¡Cuántas veces nos ha llamado un titular la atención y después de leer el artículo hemos descubierto que nada tenía que ver con su contenido! En la era de twitter en la que proliferan los lectores de 140 caracteres, está clarísimo que el titular tiene que tener gancho. Y saben muy bien las casas editoriales que muchos lectores solo leen el titular y ya se han formado una opinión. Los datos que contenga el artículo poco importan. Por eso, los periódicos son a día de hoy un amasijo de titulares con pocas informaciones dentro de los artículos que encabezan. Pero veamos, cómo funciona la falacia. Con el adjetivo terrorista se capta la atención del lector. Ya solo con ese adjetivo repetido una y mil veces, refuerza el lector una opinión que ya tenía sobre el tema en cuestión. Lo explica muy bien Noam Chomsky:“Hacer uso del aspecto emocional es una técnica clásica para causar un cortocircuito en el análisis racional, y finalmente al sentido crítico de los individuos. Por otra parte, la utilización del registro emocional permite abrir la puerta de acceso al inconsciente para implantar o injertar ideas, deseos, miedos y temores, compulsiones, o inducir comportamientos…”. Con la elección cuidadosa de verbos, sustantivos y adjetivos, se puede anclar la parte emocional del individuo tanto para desencadenar temores y miedos así como alegría y éxtasis. Da para decenas de tesis doctorales si se analizan noticias en las que se emplea lenguaje emocional negativo. No nos sorprendería que ciertos temas siempre se tratan desde el prisma rosa. Quien lea el Hola puede hacer una tesis doctoral sobre el vestuario regio y los vocablos empalagosos que se emplean para describirlo. Es posible que, en uno y otro caso, las noticias contengan informaciones veraces, pero el empleo de adjetivos calificativos bien elegidos enturbia la perspectiva de los hechos. Compárense los sustantivos casa y casoplón, comunismo bolivariano e ideología liberal para referirse a los partidos de izquierdas. El lector debe poder opinar con rapidez. Cuantas más vísceras, mejor. ¡Viva la bilis!
Volviendo ahora al plan ZEN y al vínculo con las casas editoriales, ha quedado meridianamente claro que el Ministerio de Interior ha redactado directrices de cómo dar comunicados oficiales a los funcionarios que las redactan pero, las casas editoriales por desidia o con dolo han adoptado algunas de sus directrices en sus libros de estilo. Es conocido que el código deontológico del periodismo obliga a los periodistas a no desvelar el origen de sus fuentes. Así se protege, por ejemplo, a un denunciante. Si la información la filtra una institución, basta dar el nombre de la misma. Al ser una información oficial, esta tiene rango de verdad y no ha de ser ni contrastada. “Según fuentes del Ministerio de Interior” es una muletilla que hemos leído y oído en innumerables ocasiones. Además, la repetición constante de determinadas consignas es ya parte de la cultura periodística de España. No son ni tan siquiera noticias porque su repetición exacerbada las convierte en meras consignas. Recordemos cuántas veces han desempolvado los medios de comunicación cuestiones relativas a la violencia de ETA. Llama la atención el empeño en recordar la violencia de ETA y olvidar la violencia causada por organizaciones terroristas impulsadas y financiadas o bien toleradas por el Ministerio de Interior. Nadie se acuerda ya de los grupúsculos terroristas fascistas Dril, GAE, ATE, TripleA, Cristo Rey, rama verde ni de otros de izquierdas y afines que perpetraron innumerables atentados asesinando a casi 200 personas y violando a muchas mujeres porque, tal vez, el recuerdo de este terrorismo no está subvencionado por el Ministerio o no congenia con los planes de aquellos que controlan los medios de comunicación. Sería interesante hacer un estudio del uso de determinados adjetivos como etarra, proetarra, filoetarra, violento, bolivariano y los sustantivos con los que se combinaban así como a quién iban dirigidos esos adjetivos. La elección no parece casual, antes bien parece obedecer a un plan urdido por alguna mano negra que mueve los hilos. Repitiendo esas consignas hasta el hartazgo aceleran aún más la pérdida de lectores. Por lo tanto, deben tener otras vías para compensar esas pérdidas. Y la financiación vía Ministerio no parece tan poco plausible. Está probada en algunos casos, pero se sabe que hay decenas de periodistas que de una u otra forma están vinculados a él. De lo contrario, no se entendería el empeño en criminalizar determinadas corrientes ideológicas vascas en el pasado y ahora los partidos emergentes.
Como lectores, debemos plantearnos si merece la pena pagar por leer determinados periódicos que desinforman, intoxican y divulgan bulos. En cuanto a esto último, es muy conocido que determinados periodistas y periódicos han sido condenados por imprimir falsedades en reiteradas ocasiones. Tal y como están las ventas de periódicos, me pregunto cómo algunos medios gestionan las multas millonarias a las que son condenados. Resulta sorprendente que Eduardo Inda sea condenado una y otra vez por divulgar bulos y ni su periódico ni él mismo hayan sufrido ningún revés económico. Llama más la atención que determinados medios de comunicación sigan invitándolo a tertulias que se emiten en prime time. Lo que hace Inda y otros de su cuerda es repetir consignas. Ahora hay que ver si lo hace en colaboración con el Ministerio de Interior porque da la impresión que la guerra psicológica a la que se hacía referencia en el Plan Z.E.N no se abandonó nunca en el Ministerio de Interior.
Si quiere saber qué fue el Plan Z.E.N., el periodista Jonathan Martínez se lo explica AQUÍ
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