Catalina de Erauso | Las elecciones europeas en mayo de 2019
Todos los españoles que sean residentes en países miembros de la Unión Europea han empezado a recibir escritos del Ministerio de Interior informándoles de los comicios europeos de mayo de 2019. También se les informa que tienen la opción de votar en sus países de origen o en el país de residencia. Para hacer lo segundo solo tienen que inscribirse en su ayuntamiento.
Como las elecciones nacionales están muy cerca, los emigrantes españoles ya están comentado el periplo de rogar el voto cuando se juntan para tomar algo. Lo que cuentan es que es de difícil acceso la página web al estar colapsada a ratos. Algunos afirman que rogaron el voto uno de los primeros días en el que se podía hacer. Pasado un mes, no han recibido nada. Si por algún casual, se les deniega el voto rogado, no queda tiempo para mandar alegaciones y rogarlo otra vez. Además de esto, cuentan que en los últimos comicios que votaron, detectaron irregularidades en los consulados. Por ejemplo, cuenta una emigrante que fue el domingo, día habilitado para votar por los retrasos del correo y se encontraron con que la urna estaba vacía. En la página web del consulado se podía ver que ya habían abierto la urna y habían colgado los resultados el sábado. Otros emigrantes cuentan que en las pasadas elecciones no les llegó la documentación o si lo hizo no estaban todas las papeletas. Ante este panorama, algunos emigrantes españoles están debatiendo si votar en España o en su país de residencia en las elecciones europeas.
En un bar de Berlín, escuché una conversación entre emigrantes que estaban debatiendo si era igual votar en España o en Alemania en las elecciones europeas. La mitad de los asistentes a una mesa de unos diez decía que no votaría ni en España ni en Alemania. El argumento más repetido fue la desafección que sentían con la política en general y la española en especial. Un chico con pelo rizado decía que era igual votar que no votar. Y con razón decía que era difícil decidir a quién votar porque los discursos de las campañas electorales nada tenían que ver con las políticas que después implementan los partidos. La adulación de los políticos para conseguir el apoyo de la ciudadanía termina cuando se cierran las urnas porque los candidatos hacen campañas engañosas a sabiendas. Este chico decía que no le volverían a engañar. Otra asistente a la tertulia contó que lo que a ella más le fastidiaba era hubiese puestos de trabajo bien remunerados si uno tenía contactos en política. Que sabía de concejales que cobraban 3500 euros sin cualificaciones específicas y por no hacer casi nada precisamente por no tener formación técnica en el ámbito donde lo tenían colocado. Y que ella con carrera universitaria y dos masters no tenía ninguna opción a una remuneración digna al no tener conocidos que la colocasen. Y, de todas formas, el Parlamento Europeo era un aparcamiento dorado para los políticos que no habían topado otra puerta giratoria más lucrativa. Todo era en esta tónica.
El otro grupo se lamentaba de las mismas cosas, pero opinaba que les llamaba la atención qué facilidades había en Alemania para que los ciudadanos de la UE pudiesen ejercer el derecho al voto. Una chica de unos 35 años dijo que ella ya se había inscrito en el ayuntamiento de su municipio para ejercer ese derecho. El único inconveniente o ventaja que veía la mayoría, depende de por dónde se mire, es que ejerciendo el voto desde Alemania, los votantes tendrían que optar por un partido alemán. Algunos empezaron a argumentar que daba igual votar a un partido español o alemán. Otros le contestaron que no daba igual. Que los partidos alemanes todavía miraban por el bien común y no al enriquecimiento personal. No sabía todavía a quién votar. Tenía claro que no iba a ser a los partidos hegemónicos de SPD, CDU, FDP o Verdes. Sí, los verdes también los consideraba casta. Había partidos nuevos como Los Piratas o Los Humanistas que le atraían mucho. Alguien recordó que las dimisiones por asuntos como el plagio en un doctorado suelen ser fulminantes. Recordaron el affaire del presidente Wulf con un trato preferente a la hora de firmar una hipoteca que le habría supuesto el ahorro de menos de 2000 euros que tuvo que dimitir. Todo eso lo valoraban muy positivamente. La más joven de las chicas dijo que, aunque Europa estuviese muy lejos, era decisivo participar en esas elecciones porque era Europa la que legislaba para todos los europeos en materias que afectaban directamente a los ciudadanos. Poquito a poco se pasó de la crítica a la opción de votar a partidos alemanes para que les representantes en Europa a verlo como una opción válida y valiosa. Incluso uno de los más críticos lo vio como opción de protesta: «¿os imagináis que los españoles que voten desde Alemania a las elecciones europeas superen a los españoles que voten desde Alemania en las elecciones nacionales?». Con esta reflexión aumentó el ruido de la tertulia.
Parece que Alemania quiere que todos los ciudadanos de la UE que residen en Alemania ejerzan el derecho a voto que algunos países intentan robarles.
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