Arturo Ruiz | De la tierra fértil a la mesa: Erradicar el hambre y todas las formas de malnutrición a partir de la agroecología y el consumo responsable
17 DE ABRIL, DÍA MUNDIAL DE LAS LUCHAS CAMPESINAS.
El Libre Comercio Global de Alimentos, en manos de un puñado de multinacionales, convierte la Agricultura en una rama de la Industria e impone –con la violencia competitiva de los más fuertes- una constante reducción de los precios en origen a agricultores y ganaderos. Las grandes corporaciones alimentarias, amparadas por las instituciones del capitalismo internacional (BM, FMI, UE, OMC, y Acuerdos multilaterales), con el consentimiento y complicidad de los estados, externalizan los costes sociales, ecológicos, ambientales, culturales, sanitarios, demográficos, territoriales y en derechos humanos asociados a la especulación alimentaria.
El actual desorden alimentario es consecuencia de una aberración fundacional: tratar la producción, circulación y consumo de alimentos como una actividad exclusivamente económica que produce y vende mercancías alimentarias competitivas y rentables, cuando, en realidad, se trata de una actividad social y económica para garantizar el derecho fundamental a una alimentación saludable, suficiente y sostenible.
Desde el enfoque del libre mercado, la modernización de la producción agraria emplea masivamente fertilizantes, pesticidas y otros productos químicos de síntesis, organismos genéticamente modificados (OGMs), antibióticos y cualquier sustancia o procedimiento –por peligroso que sea- lo que aumente la productividad de la tierra, las semillas y los animales.
Esta modernización productivista depredadora y biocida, consume más energía de la que produce y trabaja en contra de los procesos y tiempos naturales de fermentación, fertilidad y maduración. Impide cerrar el ciclo de energía y nutrientes para el suelo procedentes de los residuos de alimentos, cultivos y ganado. Y se presenta como garante del progreso, la lucha contra el hambre y el pacífico desarrollo de las naciones a través del libre comercio. Sin embargo, es una maquinaria de calentamiento global, destrucción de la biodiversidad, la fertilidad de la tierra y su capacidad para enfrentar las plagas y el cambio climático que proliferan con la producción a gran escala y la distribución mundial. Cuanto más avanza crea más hambre, obesidad, enfermedades alimentarias, provoca despoblación del campo, migraciones forzosas, megalópolis inviables, pobreza y exclusión.
La producción campesina que aún no ha sucumbido a la lógica de la industrialización y la mercantilización es intensiva en mano de obra, detiene el despoblamiento rural y la emigración a las ciudades, cultiva a favor de la naturaleza, proporciona alimentos para la población cercana, parte de los conocimientos agroganaderos tradicionales (rotación, variedades locales, recolección en punto óptimo de maduración, cultivos de temporada, tecnologías respetuosas con los procesos y tiempos biológicos y devuelve los residuos orgánicos al suelo) contribuyendo a la fertilidad de la tierra, el ahorro de agua, la reducción de la huella de carbono y la resiliencia frente al cambio climático. La distribución agroecológica y el consumo responsable se basa en la cercanía, el menor número de intermediarios posibles, el fomento de cultura nutricional y pequeña industria transformadora que optimice el aprovechamiento de los cultivos de temporada y el comercio justo para productor@s y consumidor@s.
La Agroecología revaloriza la cultura y valores campesinos incorporando conocimientos agronómicos, diálogo y cooperación entre los distintos eslabones de la cadena alimentaria para afrontar y revertir los daños de una alimentación industrializada, mercantilizada y globalizada.
En el libre comercio de alimentos, cada eslabón sufre –pero también reproduce- la lógica depredadora y autodestructiva del libre comercio global de alimentos. Para la Agroecología y el Consumo Responsable, la producción debe tener en cuenta las necesidades de la distribución y el consumo, y estos últimos, las necesidades de la producción. La Producción Agroecológica no puede prosperar sin la transformación del consumismo individualista en consumo responsable y sin una distribución propia frente a la gran distribución que impone su ley a productor@s y consumidor@s.
La Agroecología es el principal instrumento para luchar contra el hambre, garantizar que nuestros sistemas alimentarios sean sostenibles y nutritivos y alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
El Día de las luchas campesinas, 17 de abril, es también el día de las luchas de l@s consumidor@s responsables y de las mujeres que –luchando por su igualdad- protagonizan la defensa de la salud, de los cuidados y de la tierra, protegiendo las semillas, el agua y los bosques de su privatización por parte de las multinacionales.
Campesin@s, consumidor@s y mujeres cooperamos para impulsar cultura alimentaria, crecer en salud, cerrar la brecha entre el campo y la ciudad, crear redes de comercialización desde la responsabilidad compartida y la cooperación de todos los actores (productor@s, transportistas, logistas, distribuidores, cociner@s, nutricionistas, educador@s, familias y, sobre todo, la escuela). Desde la semilla y la tierra fértil a la mesa (familiar, escolar, colectiva o institucional), necesitamos construir nuevos circuitos basados en economía social, respeto al bien común, ecofeminismo, justicia, igualdad, seguridad y soberanía alimentarias para las personas y los pueblos.
Comunicado del Consejo Rector de La Garbancita Ecológica
http://www.lagarbancitaecologica.org/?p=17061
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