Catalina de Erauso | ¿Guerra o paz?
El término islam provoca, como pocos, polémicas virulentas. Algunos creyentes, imames, defensores y blanqueadores del islam le dirán que la palabra salam significa paz y está vinculada al término islam. Sus detractores le desplegarán miles de episodios de violencia pasados y presentes que desmontan ese relato. La paz que supuestamente rezuma el término se enfrenta a la cruda realidad de ayer y de hoy. Islam no significa paz aunque lo repitan 1000 veces.
De lo que significa la palabra ISLAM
Vaya por delante que palabra islam no significa paz sino sumisión. Este término no se encuentra en el corán y para conocer su significado hemos de recurrir a otras fuentes. Sí aparece la palabra salam que significa paz y es la palabra con la que recibirá Alá a los que se han merecido el cielo en el más allá según el relato islámico estándar (RIE). Las palabras islam y salam comparten la raíz trilítera s-l-m y esta coincidencia se presta a equívocos si no se domina el idioma árabe. Islam significa sumisión y salam significa paz. Esta similitud formal explica el acervo con el que muchos imames tergiversan de forma interesada estos dos significados sugiriendo que la paz es el mensaje fundacional del islam haciendo referencia a los derechos del hombre que están ausentes en el corán. Nada más lejos de la realidad. Sirva como prueba la siguiente cita de Bahige Mulla Huech en el prólogo de su traducción del corán que no hace sino presentar al islam como fe de justicia y paz, pero que legitima la violencia en algunos casos. La lucha armada como último recurso choca de forma frontal contra el alegato de paz.
La Revelación destaca repetidamente que el peor mal social es la desigualdad y el despotismo. Condena la agresión contra los derechos legítimos del hombre, la injusta distribución de las riquezas y el racismo en todas sus vertientes. Apela en primer lugar a la razón y a la resistencia pacífica, y luego, y sólo como último recurso, a la lucha armada (Yihād, según una de las múltiples acepciones de este término, v. 9:5 y 4:75).
La deshonestidad de Huech es tal que señala que la desigualdad es el peor mal de una sociedad cuando el corán afirma que Alá ha dado más riquezas a unos que a otros y todos deben acatar su decisión. En la siguiente cita se puede observar que Alá es el único soberano a pesar de los muchos laberintos semánticos por los que deambula el imam. Miente cuando afirma que los representantes son designados por el pueblo. La igualdad y la elección de los representantes es profundamente democrático y el islam es totalitario por naturaleza. Pero solo con el primer discurso se pueden captar adeptos y aliados en sociedades democráticas cuyos ciudadanos tienen muy asumidas la igualdad y la soberanía popular.
El Islam, ha rechazado la filosofía del «yo» y el «otro». Su historia social muestra que ha dirigido su atención a las condiciones estructurales que posibilitan el cambio social, sin omitir que la historia se despliega en la dialéctica entre estructura y personas. Podemos decir que el Islam ha dado un vuelco total tanto a la forma de pensar del individuo como a la estructura sociopolítica, de tal manera que el tribalismo, el despotismo y el sacerdocio han sido desmantelados a favor de la Soberanía de Dios, delegando a autoridad nacional en manos de los representantes legítimamente designados por el pueblo. El sistema social no queda ya sujeto a los caprichos del gobernante de turno, sino al «contrato social»: ya hay «algo nuevo bajo el Sol».
La soberanía del pueblo a la que alude el imam Huech en su prólogo no podría estar más lejos de la realidad y está en abierta contradicción con la soberanía de Alá. O el pueblo es soberano o lo es Alá, pero no hay ni puede haber un diálogo de igual a igual entre el uno y el otro. Alá ordena y los creyentes deben someterse a sus órdenes sin rechistar porque hasta el cuestionamiento de las decisiones tomadas por él está prohibido. Las relaciones de poder son verticales en el islam y no horizontales como en las sociedades tribales que se han regido desde hace milenios por consejos populares. Lo anterior no es algo que haya interpretado esta servidora sino que está profundamente enraizado en el corán. Veamos qué implica el término paz y si está en consonancia con las enseñanzas del islam.
El término paz significa ausencia de lucha armada entre países o de conflictos entre personas. De haber significado islam paz, no se entendería que hubiese azoras en el corán con el título de guerra santa (9) o el botín (8), solo posibles en el contexto de un combate bélico entre dos bandos. Ni tampoco se entenderían los vericuetos argumentativos y medias verdades de los imames aprovechándose del desconocimiento del idioma árabe de los interlocutores o lectores. La tergiversación y las medias verdades son práctica común en los eruditos del islam.
El libro sagrado del islam incide a lo largo de sus más de 6000 versículos en la diferencia sustancial entre creyentes y no creyentes, kafir (cafre en castellano). Los hadices o dichos de Mahoma y la exégesis posterior no hacen sino abundar en el yo, entendido como comunidad islámica, y el otro que son todos los demás. Según el relato islámico estándar, la comunidad islámica es la que se somete a Alá, el resto no lo hace y, por lo tanto, peca. Y como no lo hace, Alá ordena a los creyentes combatir a los infieles empleando diferentes medios, también la fuerza, como se puede ver en la cita del imam Huech más arriba. El hecho de mencionar el yo y el otro como algo no deseable y el uso de la palabra personas nos invita a pensar que esos derechos en el corán son para todos los seres humanos sin distinción de credo. No es así. Es una táctica de engaño.
El yo en este párrafo se refiere a dos miembros de la comunidad islámica o ummah de creyentes que deben sentirse como hermanos. Los no creyentes son el otro y, por tanto, una cuestión aparte que se trata extensamente en el corán debido a que la mitad del corán se refiere a cristianos, judíos, zoroástricos, ateos y apóstatas del islam a los que no les otorga la condición de seres humanos al catalogarlos como cerdos y monos a los primeros grupos. No se someten a Alá y, por eso, los creyentes han de eliminarlos. El corán dice que solo habrá paz en el mundo cuando hayan desaparecido todos los judíos. Es una invitación a su exterminio. Por tanto, de paz nada.
Volviendo ahora al término de la sumisión, este puede ser un rasgo de la personalidad de un individuo. Pero, ¿quién es una persona sumisa? Es aquella que tiende a cumplir los deseos u obedecer las órdenes de otros en detrimento de sus propios deseos o necesidades según el diccionario de psicología de la APA (American Psychology Association). Estas personalidades buscan armonía y desean evitar conflictos a toda costa. Por lo tanto, no desobedecen y toman en cuenta que sus necesidades pueden quedar insatisfechas.
La obediencia como virtud del islam
La sumisión en el islam no solo ha de entenderse como la sumisión a Alá sino a las autoridades, entendidas estas como los líderes religiosos de la comunidad islámica. Sumisión viene de someter y este verbo requiere de dos participantes: aquel que somete y el sometido. El primero decide y ordena y el segundo acata. Esto explica que los países teocráticos y de mayoría islámica sean dictaduras totalitarias. La sumisión se eleva en el islam a rango divino. Y ese es, precisamente, el pecado original del islam.
La conducta de sumisión tienen varias implicaciones en el contexto religioso islámico, de las cuales se tratará solo un puñado. No se puede ser sumiso sin obediencia a quien ostenta el poder sobre un individuo. Y obedecer significa cumplir la voluntad de quien manda. Esta es la razón por la cual la obediencia es pilar fundamental del islam debido a que estipula que no se deben cuestionar ni determinados dogmas religiosos ni decisiones de los que ostentan el poder. La obediencia no aparece en un versículo perdido sino que se repita en numerosas ayas o versículos en el Corán. Se nombra más de 100 veces en innumerables aleyas (4:59, 4:80, 4:69, 4:76, 4:174, 5:7, 8:20, 8:24, 8:46, 10:15, 10:35, 11:63, 14:18, 16:52, 17:77, 20:90, 20:93, 21:92, 22:77 etc.). Consúltelas si le queda alguna duda.
La otra cara de la moneda de la obediencia es el mandato y, por consiguiente, la sumisión a aquel que manda. El corán define claramente quién es el que ostenta el poder y quien debe someterse a él sin rechistar. Establece claramente cómo deben relacionarse quien manda y quien obedece.
El corán está repleto de órdenes cuyo incumplimiento acarrea sanciones severas para los creyentes en esta vida y en el más allá. Otro ingrediente fundamental son los continuos reproches a aquellos que no creen en Alá. No sorprende, pues, que se urda todo un entramado argumental enormemente poderoso para someter a los creyentes y ejercer poder sobre ellos exhortándolos a obedecer so pena de castigos horrendos debido a la insumisión. Los no creyentes son «los otros» y no merecen el rango de seres humanos al habérseles despojado de todos sus derechos como tales.
Obediencia ciega equivale a premio después de la muerte y la desobediencia acarrea un castigo inhumano en el más allá además de castigos terrenales que pueden ejecutar las personas que ostentan el poder en la comunidad musulmana. Veamos cómo funciona el mandato de la obediencia supeditado a la sumisión a Alá.
La sumisión a Alá y el culto a Mohamed
El corán y los demás textos religiosos tejen un entramado argumental que articula estructuras de poder verticales de validez universal atemporal según la exégesis de los eruditos islámicos más reputados. El primer elemento en el entramado de la sumisión es la obediencia a Alá. El corán presenta a Mohamed, el enviado, según RIE como alguien que se somete a Alá. Este es el ejemplo a seguir.
6:50 “Explícales: «Yo no os digo que poseo los tesoros de Dios, ni que conozco el Más Allá, ni (tampoco os digo que) soy un ángel. Yo no hago más que obedecer a lo que se me revela». Luego pregúntales: «¿Acaso son equiparables el cegado y el iluminado? ¿Es que no razonáis?». ”
El segundo elemento es el culto a Mohamed, el líder. Alá ordena que se le rinda pleitesía (33:56) saludándolo tal y como corresponde porque el propio Alá lo bendice.
33:56 Alá y sus ángeles bendicen al Profeta. ¡Creyentes! ¡Bendecidle vosotros también y saludadle como se debe!
Y el tercero, y el más importante, la obediencia que no solo es a Alá sino también a Mohamed (4:80) a quien se refiere, a veces, como el enviado. Obedeciendo a Mohamed se obedece a Alá (4:80).
4:80“Quien obedece al Enviado, obedece a Alá. Quien se aparta… Nosotros no te hemos mandado para que seas su custodio.”
Obedecer implica acatar lo que decidan Mohamed o Alá (33:36) porque no corresponde a los creyentes reflexionar , cuestionar y elegir. Los cuatro enlaces anteriores en Crónica libre dan cuenta de muchas partes de su biografía. Lo que ellos han decidido está en el corán y en los hadices.
33:36 “No corresponde a ningún creyente ni a ninguna creyente elegir cuando Allah y Su mensajero han decidido algún asunto. Quien desobedezca a Allah y a Su mensajero, se habrá extraviado en un extravío indudable.”
La aya 33:36 arrebata la capacidad de decisión al creyente. Alá, Mohamed y el resto de las autoridades deciden por él.
Sumisión a todo aquel que tenga autoridad
Pero el comportamiento obediente abarca mucho más que la obediencia a Alá y a Mohamed en el islam. La aleya 4:59 señala que los creyentes debe también obedecer a aquellos que tengan autoridad sobre ellos, por ejemplo, a los gobernantes. ¿Qué significa esto? Bahige Mulla Huech que tradujo el Corán al castellano en 2003 y publicó un Corán bilingüe con comentarios explica este punto en la nota 82 de esta aleya.
4:59. “¡Creyentes! Obedeced a Dios, obedeced al Enviado y a vuestras autoridades82. Si creéis (de verdad) en Dios y en el Último Día remitid al Libro de Dios y a la norma del Enviado; esto es lo más conveniente y lo más adecuado. «
Nota 82: El concepto de “gobernantes” no se refiere solo —como a menudo se supone a los gobernantes de los Estados islámicos, sino que incluye a todas las fuerzas dirigentes de la comunidad musulmana que ejercen influencia en sus asuntos. Siempre que estas «fuerzas vivas» obedezcan a Dios y a su Enviado, es deber de los musulmanes secundarlas. Pero si entran en conflicto con los mandamientos de Dios y de su Enviado, deben negarles su obediencia. (Siddiqui)
La pregunta que surge es quién tiene autoridad en qué ámbitos y, más importante aún, quién debe acatar esa autoridad. Los imames y mullahs son autoridades religiosas y tienen autoridad sobre los creyentes porque aquellos son conocedores de los entresijos de los libros sagrados. Pero la cuestión de la autoridad es más amplia.
He aquí algunos ejemplos de quiénes tienen autoridad en el islam: el creyente hombre, el marido, hermano o padre. Veamos algunos ejemplos. El marido ostenta el poder en un matrimonio, tema que está ampliamente explicado en la azora 4. No solo ostenta poder sino que sanciona cuando teme que su mujer pueda rebelarse según la azora 4:34, por ejemplo agrediéndola. El padre o en su defecto el tutor, ostenta poder sobre sus hijos. Es él quien decide con quién casar a sus hijos. Si los hijos no aceptan su decisión y no firman el contrato de matrimonio, el tutor sanciona a esas personas por el mero hecho de que no aceptan su decisión. El creyente ostenta poder sobre el no creyente en un país de mayoría musulmana. Tanto es así que son dueños de la vida de cristianos, judíos y también ateos. Los dos primeros grupos pueden quedarse a vivir en un país musulmán previo pago del impuesto de capitación, la yisia. Este dinero garantiza que los musulmanes no los atacarán y quedan exentos de ir a la guerra santa en caso de que haya una. ¿Qué pasa si no puede pagar lo que estipulan las autoridades? Se les ofrece la conversión al islam. ¿Qué pasa si rechazan esa oferta? Solo queda la pena de muerte.
La sumisión en la jurisprudencia islámica o sharia
La rebelión contra Dios y la desobediencia a dichas autoridades conlleva sanciones inhumanas en esta vida y en el más allá, todas ellas estipuladas en el corán. La autoridad religiosa ejerce poder contra aquellos que no se someten supuestamente a Alá dictando sentencias crueles e inhumanas recogidas en el corán. Ese libro, recitación de las órdenes directas de Alá según el relato islámico estándar (RIE), despliega herramientas de poder poderosísimas para que las implemente la casta de los escogidos, los clérigos que también son jefes políticos.
En consecuencia, el creyente de a pie debe obedecer a toda la jerarquía religiosa y dirigente de la comunidad musulmana so pena de represalias en esta vida y en el más allá.
La cuestión de la sumisión y obediencia ha sido ampliamente recogida en los libros de la sharia. La normativa O6.1. del libro insignia de jurisprudencia de la escuela Shaafi The Reliance of the Traveller dice que es contrario a la ley rebelarse contra el califa y luchar contra él, aunque sea este corrupto. Aunque la excepción de que una orden pueda ser contradictoria existe, en la mayoría de los casos los propios musulmanes desconocen cuáles son las órdenes de Alá a seguir y se tienen que fiar de los clérigos islámicos. Un círculo vicioso. Sirva como ejemplo lo que dice Narshakhi sobre Abu Ibrahim Ismail ibn Ahmad al-Siimiini en la Historia de Bujara (página 77):
- «Fue el primer gobernante de los Siimamds. Era realmente un gobernante digno, meritorio, inteligente, justo, bondadoso y un hombre de visión y previsión. Siempre mostró obediencia a los califas y consideró adecuado y necesario someterse a ellos.» Narshakhi, Historia de Bujara (página 77)
La sumisión y, por consiguiente, la obediencia implica que no se cuestione ninguna decisión o acto que venga de un mandatario. Si hay una orden, no se debe mirar hacia la izquierda y hacia la derecha. Hay que cumplirla. Por lo tanto, se incluye en el mismo Corán la orden de no preguntar (5:101) señalando que la respuesta podría dañar a quien cuestiona. Con esto se siembra el elemento del miedo para que quien tenga dudas deponga de su actitud y deje de preguntar. Se dan muchos casos de imames que montan en furia porque los niños que van a las escuelas coránicas preguntan muchas cosas a edades tempranas, fruto de la curiosidad innata de un niño de corta edad.
5:101 “¡Creyentes! No preguntéis por cosas que, si se os dieran a conocer, os dañarían. Si, con todo, preguntáis por ellas cuando se revela el Corán, se os darán a conocer y Alá os perdonará por ello. Alá es indulgente, benigno. ”
2:26 (¡Descreídos!) Dios no tiene inconveniente en citar, como ejemplo (de Su prodigioso poder creador), hasta a un mosquito o algo de superior categoría; los creyentes (no discuten la trascendencia del ejemplo citado porque) saben que es la Palabra de Dios, mientras que los descreídos se preguntan: «¿Por qué y para qué Dios incluye (tan insignificante mosquito) en Su ejemplo?». Tales (ejemplos) desconcertarán a muchos (infieles) e iluminarán a muchos (fieles). Dios no desconcierta más que a los infractores.
Solo a Mohamed le corresponde repartir el botín de guerra
Solamente los infieles preguntan (2:26). Y el mero hecho de hacerlo ya supone un acto de rebeldía porque los ejemplos que da Alá iluminan a los fieles y desconciertan a los infieles. Un ejemplo práctico es el siguiente. En el caso que los compañeros de Mohamed preguntasen en el siglo VII por el reparto del botín, el versículo (8:1) deja bien claro quién tiene competencia para tomar esa decisión y quién debe obedecer.
- 8:1 “(¡Muhammad!) Te consultan acerca (del reparto) del botín. Diles: «(La decisión sobre) el reparto del botín es competencia de Dios y de Su Enviado». Tened a Dios siempre presente, resolved las divergencias entre vosotros y obedeced lo que disponen Dios y Su Enviado, si (de verdad) sois creyentes.” Traducción de Bahige Mulla Huech
Ciertamente, el islam es el mejor aliado de dictaduras y fascismos o, tal vez, sea puro fascismo. A los creyentes de a pie se les prohíbe cuestionar y decidir si un mandatario religioso ha decidido sobre una cuestión. Esto es violencia porque se les ha despojado de voluntad propia. Sin no hay agresiones entre los que mandan y obedecen es por el temor a represalias. No porque haya paz.