Iñaki Errazkin | Entrevista a Virginia Mataix
Iñaki Errazkin: ¿Crees que las nuevas generaciones van a conseguir avanzar en el camino hacia un mundo más justo, amable y solidario?
Virginia Mataix: Mare meua! El capitalismo está dentro del Estado y en el lenguaje, en las redes, en la publicidad… Su función no es otra que reproducirse ilimitadamente de forma muy loca. Estamos todos en este caos delirante. No sé si Marx predijo lo que sucede ahora con una clase precarizada que se consume a sí misma. Ahora bien, lo que demuestra el marxismo en este capitalismo moderno es que, por mucho que existan ordenadores, robots y objetos varios, sin fuerza de trabajo se para todo. Sin mujeres y hombres trabajadores no hay producción. Nuestros jóvenes están muy colonizados por su móvil, por eslóganes como «Comunismo o libertad de tomar cañas», por la inmediatez y el no parar. La derecha se ha convertido en » la transgresora» y la izquierda aboga por los cuidados. Los gobiernos cumplen órdenes de los mercados, de la banca, de los fondos buitres, etcétera, y tienen muy poco margen de maniobra para poner límites a las exigencias de los mercados. El capitalismo destroza y la izquierda argumenta. Una izquierda, por otra parte, muy dividida y absorbida por el sistema que avanza a la velocidad del rayo. Pero nuestros jóvenes han de tener presente que sin su trabajo, sin trabajadores, los empresarios y las multinacionales se paran. Hay que metérselo en sus conciencias y en su subconsciente: los trabajadores siguen teniendo la sartén por el mango por mucho que les digan quienes pontifican en las redes sociales. Quizá a partir de la construcción de movimientos populares en el exterior, basados en las diferencias, con demandas comunes, se podría, a muy largo plazo, cambiar ese rumbo. Decian que el capitalismo colapsaría, pero me temo que no solamente no colapsa, sino que se reproduce a sí mismo como un monstruo de miles de cabezas. Podemos es un partido que construyó algo nuevo una vez que entro en las instituciones. Se crearon círculos, se unieron a IU por la organización de bases, pero las batallas internas por el poder jorobaron el partido. Una vez más, el narcisismo de los líderes destrozó un buen proyecto. Aún así, quiero creer que de esta caída de «dioses» de la izquierda serán los movimientos populares, desde los barrios, los que sembrarán un futuro mejor y con líderes que hayan aprendido de sus propias patologías del alma.
Iñaki Errazkin: Has trabajado con personajes muy significados del cine y TV. Te voy a dar algunos nombres para que nos cuentes anécdotas que hayas vivido con ellos y la impresión que te produjeron: Juan Antonio Bardem, Mariano Ozores, Mario Camus, Imanol Uribe, Mariano Ozores, José Luis Cuerda, José Luis Garci, José María Calviño, Pilar Miró, Jordi García Candau, Fernando Méndez Leite, Arturo González…
Virginia Mataix: Bardem me impresionó muchísimo durante las pruebas para el personaje. Nunca terminaba de gustarle. Tenía una mezcla de sargento gritón con otra parte entrañable fuera del ambiente de trabajo. Por fin me dio «el visto bueno» y fue todo sobre ruedas. Imponía mucho respeto en el rodaje y, como era muy de trávelin, ensayaba mucho y repetía tomas hasta la saciedad. Recuerdo que en una secuencia en la que había un pulso de miradas entre mi padre (Blas Pilar) y yo (la hija de Blas Pilar) durante una comida muy formal y el pie lo daba una actriz con una frase. Yo rompía en llanto, la actriz se encasquetaba en la frase, y Bardem furioso: “¡Coooorten”. Así, unas cincuenta veces. Bardem, muy cabreado; yo, mareada; y entonces, Madeleine Robinson (madre de Lerdo de Tejada y actriz de la Comédie-Française), que rodaba en francés, pidió un folio y un bolígrafo y se pego el cartel en el pecho con la frase de la actriz que se equivocaba y que estaba frente a ella. Nos dio la risa floja a todos. Bardem soltó una carcajada y aplaudió. Salvó la tensión de todo el equipo y la secuencia. Con Jesús Hermida te llevabas su tensión a casa. Me llamaba para debates y, chico, se me contagiaba toda su rigidez y tenía que ir a una masajista. A la cuarta vez le dije que no. Una mañana me llamo Damián Rabal, mi representante y hermano de Paco Rabal: «Mario Camus va a hacerte una prueba para el personaje de Jacinta, de Galdós”. “Mira Virginia: quiero que seas Jacinta, así que voy a defenderte en TVE porque no eres conocida», me soltó Mario tras leer un diálogo con él de la serie Fortunata y Jacinta que preparaba. No pudo ser y recibí un papel secundario muy resultón. Me quedé prendada de Mario Camus, guapo, educadisimo, alto, sobrio… Parecía un actor francés guapísimo y dominaba el tono de voz como ningún otro director al que haya conocido en mi carrera. Volvió a llamarme para hacer la Duquesa de Chinchón, pero se cayó la producción internacional. Hala, otra vez. Y me llamó para La Colmena, pero Dibildos quiso a Concha Velasco para «la puta ingenua». Mario Camus nunca pudo imponer actores porque no era productor y tenía muchos hijos que mantener. Así me lo dijo una tarde. Pero daba la cara y te comunicaba por qué no pudo ser. Con José Luis Cuerda me llevé a matar desde los ensayos. Lo tenía todo tan controlado que no admitía ni un cambio de posición del dedo meñique. Era su primera película, también hay que decirlo. Menos mal que rodar con Antonio Resines es una gozada y le sacaba punta a cualquier dogma de Cuerda. Los compañeros y compañeras cómicos pueden amargarte un rodaje o hacer que sea un paraíso. Si es en exteriores y te toca en Aranda de Duero en un motel de carretera, como fue el caso de Canción de cuna, dirigida por Garci, es insufrible. No he conocido a ningún director más gritón y faltón en mi vida. Maleducado con su equipo técnico, con los actores… Quiso doblar a Carmelo Gómez y este le quería dar una paliza. Llegó a gritar al director de fotografía, que murió de un infarto pocos días después de terminar el rodaje. Actrices llorando por los pasillos. María Luisa Ponte, que ya tenía Alzheimer, se enfadaba y buscaba bronca… Inenarrable. Lo mejor era trabajar con Mariano Ozores. Un bálsamo. Se rodaba de noche porque no le gustaba madrugar y nos daba mucha libertad para interpretar, dentro de las españoladas que escribía, claro. Le fue mal como director realista y serio y no tuvo más remedio que hacer películas comestibles. A Mariano le queríamos todos. Si no tenías para comer, le llamabas y te daba trabajo. El cine español ha sido de pena siempre. Pilar Miró, una cabezota, hija de militar como yo, se propuso dar muchas ayudas desde el Ministerio de Cultura a las películas de producción española. Gracias a ella cambio mucho la programación de la TVE y el cine. Se hicieron más películas que nunca, algunas muy importantes, como Los santos inocentes. Nos ofreció a muchos actores presentar La Tarde y cambiar formatos. Se la cargaron. El PSOE no podía permitir ficción y cultura por encima de informativos. Ganó Calviño. Ramón Colón continuó como director de programas informativos y vino un periodo muy negro: la privatización de TVE. Es decir, se dejó de hacer producción propia y se pasó a contratar productoras privadas para abaratar costes. Y luego llegaron las teles privadas. Recuerdo que intervine en la última serie de producción propia «Para Elisa» y uno de los directores me solía decir entre lágrimas: «Esto se acabó, Virginia. Viene el capitalismo más salvaje. A mí ya me han ofrecido el despido por ser rojo». Y así fue. Despido y jubilación de grandes directores fijos. Series sin ninguna preparación, sin cuidado, sin directores maravillosos de vestuario y decorados. Convenios a la mierda y vuelta a currar más de doce horas diarias. Por ejemplo, La Regenta, dirigida por Fernando Méndez Leite, entonces buen amigo y más majo que las pesetas, fue una serie de una productora privada para TVE, en 1994 . Se cuidó y se preparó mucho, pero a costa de trabajar todos el doble de horas. En Teresa de Jesús no se escatimaron tiempo ni dietas y se respetó siempre el horario de ocho horas de trabajo. Creo que La Regenta fue la última serie cuidada y preparada de una época donde todavía existía respeto y honor por el cine bien hecho sin tener en cuenta estrictamente los beneficios económicos ni el índice de audiencia. En la última serie que hice para Telecinco suprimían o alargaban el personaje según el share. «Flipante», como se dice ahora. Leo que Imanol Uribe ha estrenado película. Cuando intervine en La fuga de Segovia, me pagaron estancia y comida en el hotel María Cristina de Donosti, tres semanas antes, para que me impregnarse del ambiente, de conocer la muga, a algunos exmilitantes polimilis, el paisaje, el euskera, etcétera. Imanol dirige muy bien actores, crea un clima en el rodaje de tranquilidad muy importante, tiene un increíble dominio de la técnica y ahora no sé cómo se las apaña para levantar una producción. Rodar Abortar en Londres fue también mi debut como «guionista». Desde el principio les planteé al productor Arturo González y a Gil Carretero que dejar morir a mí personaje en el quirófano olía a una moralina contra el aborto y les recomendé que se lo pensaran. En Londres, Arturo me dijo: «¿Nos ayudas a reescribir tu personaje?». Y la hicimos vivir tras abortar y que se quedara en Londres trabajando y estudiando. Arturo González se convirtió en un gran amigo junto a Ivonne Blake, la diseñadora de vestuario. Una inglesa deliciosa, con varios óscares en su haber por su delicado trabajo. Gracias a Ivonne pude ver ensayar y rodar a Marlon Brando en Superman. Brando ni siquiera se aprendió su papel. Le plantaron un panel enorme tras la cámara y leyó magistralmente el texto. La presencia de Marlon Brando no se me va olvidar en la vida. Su cabeza griega, el silencio que imponía tan solo con aparecer por el set, rodeado de una corte de guardaespaldas y con una mirada que decía con precisión lo que sentía. Ver a Marlon Brando trabajar supuso para mí mucho más que asistir a clases de interpretación de Strassberg hijo, por ejemplo. Otro que se creía un dios. Si tengo nietos, podré contarles estas cosas y jugar con ellos a ser otros personajes, a pisar charcos en la calle, a tirar piedras en el río, a ser espadachines… A jugar, como dicen los franceses y los ingleses.
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