Marcel Lhermitte | Trapos sucios: apuntes sobre una crisis
Cada profesión tiene su idiosincrasia y sus particularidades, que son elementos que irán construyendo su propia imagen, forjando su identidad y cincelando su reputación. Y la política no es ajena a estos hechos.
Cuando hay un problema entre jugadores de fútbol en un campo de juego es habitual –al ser entrevistados los deportistas– que “se pongan el casete” y sostengan: lo que pasa en la cancha queda en la cancha. Es algo así como un pacto de caballeros, pueden hacerse atrocidades mayúsculas durante los 90 minutos en disputa tras el balón, pero los problemas internos no se difunden.
Por el contrario, en el mundo del espectáculo es absolutamente a la inversa. Cada vez que existe un rifirrafe entre dos personalidades mediáticas utilizan los espacios de prensa y también las redes sociales para lograr una amplificación de los mismos, a tal punto que existen programas especializados en “chimentos”.
Si bien no es intención de este texto caer en generalizaciones, el uso que se le da a la información interna en política, por parte de los actores políticos, tiene sus códigos propios. ¿Los trapos sucios se lavan en casa? A veces. En ocasiones esas prendas que revelan intimidades y miserias se hacen públicas, como si se tratara de un simple descuido involuntario, y en otras directamente se denuncian.
El uso y difusión de información interna en los colectivos políticos muchas veces forma parte de una estrategia que busca conseguir determinados objetivos concretos y trae aparejada, ocasionalmente, situaciones de crisis, como es el caso que sufre el Partido Popular de España en estos últimos días.
El enfrentamiento y las acusaciones entre el presidente del Partido Popular, Pablo Casado y la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso es un buen ejemplo de manejo de información –más allá de las acciones concretas que no forman parte de este análisis– que genera una crisis política.
El caso trata de la presunta contratación de un detective, por parte de Casado, para investigar irregularidades en la gestión de Díaz Ayuso, cuyo hermano se sabe y reconoce que percibió una comisión de parte del gobierno local madrileño por venta de mascarillas en plena pandemia.
Más allá de los ribetes del caso, que se han convertido en un gran culebrón y que, como dice un amigo, ha hecho que los informativos compitan con Netflix, es interesante analizar la mala gestión institucional del Partido Popular, y dos de sus máximas figuras, en un caso de crisis. La pregunta que surge entonces es si esto es casual o si se trata de estrategia de las partes para obtener el liderazgo absoluto de la colectividad de derecha, lo que trae aparejado consigo convertirse en el futuro candidato presidencial en 2024.
Dejando de lado especulaciones políticas, hay una serie de elementos pésimamente manejados en lo que respecta a una crisis. El primero de ellos es la continua exposición mediática de cada una de las partes, a la que se suman dirigentes políticos de la colectividad apoyando a uno o a otro de los acusados. Las acusaciones, argumentos, ataques y contraataques aparecen día a día en los medios de comunicación, instalando un tema con grandes connotaciones negativas en la agenda.
El culebrón político, en interés y tiempo de exposición, compite incluso con la crisis de Ucrania. Los involucrados declaran a la prensa, los periodistas y analistas hacen sus lecturas y abre el campo para que políticos de otras tiendas partidarias ingresen al debate, consolidando marcos cognitivos que asocian al Partido Popular con la corrupción, la falta de ética y las luchas intestinas por el poder.
Los dos protagonistas de la crisis incluso también se centran en el debate de lo ético y lo legal, generando un daño irreparable a su colectividad política. Por un lado, Díaz Ayuso destaca que no existe ilegalidad en las comisiones que percibió su hermano, a lo que Casado subraya la falta de ética que constituye el nepotismo de la acción, ya que hay un contrato que beneficia directamente al hermano de la jerarca madrileña.
Si se quisiera salvar esta situación crítica y no generar más perjuicios al partido –que está siendo muy dañado en su imagen–, lo primero que debería haberse realizado es llamarse a silencio de las partes, investigar para aclarar la situación y, en caso que fuera necesario, pasar el tema a la justicia, además de nombrar un único vocero para referirse oficialmente al caso.
Otro error que queda al descubierto, y que lastima a la política en general –una disciplina que cada día gana mayor descrédito en los ciudadanos de a pie–, es que nuevamente los políticos hablan de sus problemas y no de los de la gente; se concentran en batallas internas y olvidan las luchas diarias de los ciudadanos a los que están representando y de quienes deberían ser sus servidores públicos. Un problema que no es exclusivo del Partido Popular español, sino de muchos políticos del planeta entero.
La teoría afirma que lo importante de las crisis es culminarlas rápido. No es tan importante la forma en que se salga, sino que lo prioritario es salir lo antes posible. Pero los expertos también aseguran que toda crisis genera una oportunidad, por lo que no es de extrañar entonces cuando estas se extienden en política, porque más allá de lo institucional, hay quienes están viendo un beneficio en ese escenario. El tiempo nos hablará de vencedores.