Marcel Lhermitte | El nuevo escenario chileno y el mensaje de Pepe
“Un viejo luchador me mandó un saludo y un par de consejos para lo que viene. Tenemos tanto que aprender de quienes nos anteceden. Sumar y seguir sumando para cambiar el mundo. Gracias Pepe querido por tu sabiduría y convicciones, que has honrado alto con tu ejemplo. (…) Porfa escúchenlo con atención. Gracias infinitas compañero”.
El texto citado son los dos copys que escribió en su cuenta de Twitter, el pasado 24 de julio, el novel candidato presidencial chileno Gabriel Boric (Convergencia Social – Frente Amplio), al difundir un video de saludo y apoyo del exmandatario uruguayo José Pepe Mujica.
Una semana antes
Sabido era que dos de los candidatos favoritos para disputar el balotaje presidencial en Chile eran el comunista Daniel Jadue y el derechista Joaquín Lavín. No es que las primarias de las coaliciones de Apruebo Dignidad y Chile Vamos fueran un trámite, pero no existía investigación, formador de opinión o analista que previera sorpresas, las que finalmente sucedieron.
Las campañas electorales son permanentes. El período en el que se levanta la veda y se pueden realizar actos proselitistas es sumamente importante, porque es allí cuando se intensifican las acciones publicitarias, cuando se plasma el mensaje y se muestran las fortalezas y debilidades de los candidatos, incluso una parte importante de la población define en estos últimos días su opción. Pero los políticos llegan a esta instancia con una reputación, con una base militante ya ganada y con una intención de voto que se forjó mucho antes, a lo largo de su vida pública.
Una buena campaña electoral no asegurará que un candidato gane una elección pero una mala campaña electoral puede llevarlo a la derrota. Y un poco de cada cosa se dio en la elección primaria chilena del pasado 18 de julio: los favoritos no estuvieron acertados en la ejecución de su relato, los mensajes fueron difusos y sorprendentemente las performances en los debates no fueron buenas; mientras que Boric y Sebastián Sichel –los ganadores–, lograron enamorar al electorado, encarnaron la esperanza y lo nuevo, en un país en donde los integrantes del sistema político están muy mal evaluados.
Boric mostró toda su frescura, se lo vio muy sólido en los debates, no tuvo problemas en ser crítico del régimen venezolano y cubano, no tuvo que lidiar con el anticomunismo que sufrió Jadue, pero sobre todo se le notó una planificación estratégica clara; Sichel surgió como un candidato independiente, de centro, se posicionó lejos de la devaluada derecha clásica y del antipopular presidente Piñera, se vendió como un outsider, como un producto de la meritocracia y un hombre popular, con mucha calle. También tenía un plan, un relato que supo plasmar para convertirse en el candidato de la derecha.
Una semana después
Tanto Boric como Sichel cambiaron de traje. Ya dejaron de ser outsiders para convertirse en los nuevos favoritos, aunque deberán competir con una tercera candidata que también surge como favorita de las encuestas: Yasna Provoste, una mujer de ascendencia diaguita, de la Democracia Cristiana, integrante del pacto Unidad Constituyente –colectivo que no participó en las primarias– y exministra de Bachelet. Además, habrá nuevos –y quizás viejos– postulantes que harán que todo el tablero político deba ser reconfigurado con una nueva planificación estratégica.
El triunfo en primarias de Boric y Sichel sumó dos nuevos candidatos que disputarán el centro del electorado –que comienza a atomizarse– mientras que los extremos parecen haber quedado un poco más liberados; las certezas en la gestión, la juventud y la inexperiencia de la mayoría de los presidenciales podrán ser un elemento a tener en cuenta, el manejo de los tiempos de la campaña, las propuestas, los relatos y los mensajes, pero sobre todo la planificación estratégica será vital.
El progresismo tiene grandes posibilidades de obtener un nuevo gobierno en América Latina, pero para eso habrá que atender y aplicar el consejo que Pepe Mujica le dio a Boric: “No te vayas a olvidar que esto es de muchos. Hay que juntar y juntar. Y los problemas históricos de la izquierda es la dificultad para juntarse. (…) Las izquierdas se dividen por ideas, porque quieren acuerdo hasta el juicio final y las derechas se juntan por interés”.