Germán Gorraiz | ¿Necesita Netanyahu una nueva guerra?
Dado el impasse político en el que se encuentra Israel al no ser capaces los partidos de conformar un Gobierno de coalición y pender la amenaza de nuevas elecciones, Netanyahu sirviéndose de la dictadura invisible del temor al Tercer Holocausto, proceda de Hamás, de Hezbolá o de Irán, aprovechará la ocasión para declarar el Estado de Guerra y desencadenar una nueva ofensiva terrestre en la Franja de Gaza (emulando a la operación Margen Protector del 2014). Así, Netanyahu habría decidido iniciar una nueva ofensiva contra Gaza en la creencia de lograr una victoria rápida que le otorgaría un incremento de popularidad para las próximas elecciones mientras le permite seguir en el Poder y dejar que la niebla del olvido cubra con su manto el proceso judicial en el que está acusado de soborno, fraude y abuso de confianza y que según sus palabras tan sólo sería un «Golpe de Estado Judicial» para apartarlo del Poder».
La última bala de Netanyahu
La sociedad israelí del siglo XXI (80% de judíos frente a un 20% de población árabe), sería un crisol de razas, costumbres, lenguas y valores que tan sólo tendrían en común su origen judío y en la que se estaría produciendo un golpe de mano silencioso de una minoría ultra ortodoxa (los «haredim que aunque tan sólo representan el 10% de su población serían un Estado dentro del Estado) para fagocitar todas las áreas sensibles del poder del Estado judío (Interior, Vivienda, el Mosad y los mandos del Tzáhal o Ejército judío) e intentar imponer la «Halajá» o ley judía a más del 40% de población que se declara laica, segmento de filiación europea , inmersa en la cultura y modo de vida occidentales y que desea ser regida por la ley civil como en las demás democracias formales occidentales.
Sin embargo, la sociedad israelí en su inmensa mayoría sería cómplice silenciosa y colaboradora necesaria en la implementación del sentimiento xenófobo contra la población árabe-israelí (según la encuesta sobre derechos civiles»Association for Civil Rights in Israel Annual Report for 2007″ publicada por el diario Haaretz ,»el número de judíos que manifiestan sentimientos de odio hacia los árabes se ha doblado y el 50% de los judíos israelíes se opondrían ya a la igualdad de derechos de sus compatriotas árabes») así como del incremento del régimen de apartheid en los guetos palestinos de Cisjordania y Gaza en los que la población palestina estaría sometida al régimen jurídico-militar en lugar de depender del poder civil como la israelí.
Netanyahu aspira a resucitar el endemismo del Gran Israel, ente que intentaría aunar los conceptos antitéticos del atavismo del Eretz Israel), que bebería de las fuentes de Génesis 15:18 y que señala que «hace 4.000 años, el título de propiedad de toda la tierra existente entre el Río Nilo de Egipto y el Río Eúfrates fue legado al patriarca hebreo Abraham y trasferida posteriormente a sus descendientes», doctrina en la que se basarían los postulados actuales del partido Likud liderado por Netanyahu quien aspira a convertir a Jerusalén en la «capital indivisible del nuevo Israel», tras la invasión de su parte oriental tras la Guerra de los Seis Días (1.967) por lo que la Administración Trump llevó la Embajada de Estados Unidos a Jerusalén, lo que provocó una nueva intifada palestina y el rechazo de la comunidad internacional.
Los colonos serían la punta de lanza de la hoja de ruta del Gran Israel y según el censo elaborado por el Ministerio de Interior israelí, cuando se suscribieron los Acuerdos de Oslo (1.993), unos 250.000 colonos poblaban los territorios ocupados mientras que en la actualidad serían más de 500.000 colonos que extenderían sus tentáculos por Cisjordania (250 asentamientos entre los que descollarían Hebrón y en especial el valle del Jordán que domina la mitad fértil de río y sería una verdadera avanzadilla para controlar la frontera de Jordania) además de Jerusalén Este y los Altos del Golán. A ello habría que añadir la prevista culminación del Muro de Cisjordania que incluiría aproximadamente el 10% del territorio de Cisjordania, incluida Jerusalén Este donde unas 60.000 casas palestinas podrían ser demolidas al carecer de permisos oficiales. Netanyahu reafirmó «el derecho del pueblo judío a construir en Jerusalén«, (lo que se traduciría según el canal de televisión Arutz 2 en la construcción de 1.400 nuevas viviendas en Ramat Shlomo, barrio judío de Jerusalén Este situado más allá de la llamada Línea Verde), pues según sus palabras «hasta los palestinos saben que esos lugares quedarán bajo la soberanía israelí bajo cualquier tipo de arreglo«.
Dichos postulados supondrían el final de la utopía de Theodor Helz, considerado el Padre del actual Estado de Israel y fundador del sionismo y que en en su obra «La vieja Nueva Tierra»(1902), sienta las bases del actual Estado judío como una utopía de nación moderna, democrática y próspera en la que se proyectaba al pueblo judío dentro del contexto de la búsqueda de derechos para las minorías nacionales de la época que carecían de estado, como los armenios y los árabes. El penúltimo episodio de la hoja de ruta de la considerada por los palestinos «limpieza étnica de Jerusalén Este» sería el proyectado desalojo forzoso de los habitantes palestinos del barrio de Sheikh Jarrah para ser ocupado por colonos israelíes, proyecto que habría desencadenado una nueva intifada con cientos de heridos palestinos y el repudio de la comunidad internacional.
Dicha revuelta habría desembocado en el masivo lanzamiento de cohetes por parte de Hamás y la respuesta asimétrica de Netanyahu en forma de bombardeos de la Franja de Gaza con incontables muertos y dado el impasse político en el que se encuentra el país al no ser capaces los partidos de conformar un Gobierno de coalición y pender la amenaza de nuevas elecciones, Netanyahu (sirviéndose de la dictadura invisible del temor al Tercer Holocausto, proceda de Hamás, de Hezbolá o de Irán), aprovechará la ocasión para declarar el Estado de Guerra (defensa de la seguridad de Israel) y desencadenar una nueva ofensiva terrestre en la Franja de Gaza (emulando a la operación Margen Protector del 2014). Nentanyahu confía en una victoria rápida que le otorgaría un incremento de popularidad para las próximas elecciones mientras le permite seguir en el Poder y dejar que la niebla del olvido cubra con su manto el proceso judicial en el que está acusado de soborno, fraude y abuso de confianza y que según sus palabras tan sólo sería un «Golpe de Estado Judicial para apartarlo del Poder» pero no contaría con que el estallido bélico podría extenderse al Líbano y a Siria al apoyar el grupo chiíta Hezbolá a Hamás en la lucha contra el ejército israelí con el riesgo evidente de extenderse la chispa por todo el barril explosivo de Oriente Medio.