Leonardo González Torres | El género en disputa o mi hermano me pide que me cambie de camisa para salir
En su texto, El género en disputa (1989) Butler se mete con las certezas de lo monstruoso. Butler navega en las aguas de lo indebido, de aquello de identidad flexible, indefinible, que el poder quiere encasillar y por eso es que le importa leer e interpretar a Foucault.
Michel Foucault, lo sabemos, pensó el poder. Es el pensador por excelencia que lleva a todos los rincones esa palabra; se mete en las cárceles, en los hospitales, se mete también con la sexualidad, aunque Silvia Federici va a criticarle (véase El Calibán y la Bruja) que no lo suficiente para abarcar el área de la reproducción como un problema social y político; el problema del rol de la mujer encasillada en el ámbito doméstico, considerado por los organismos de opresión como algo improductivo, que no merece estar dentro del circuito en que se mueve el capital. Sin embargo, Foucault y Butler estarán dialogando, es decir, Butler interpretará a Foucault constantemente en su texto El género en disputa, originalmente publicado en 1989, con un prefacio de 1999 que llama poderosamente la atención porque en él Butler pareciera justificar ciertos ataques a su lenguaje críptico elevado, diciendo que esto es intencional. Es cierto que el texto se cuestiona la identidad y la sintaxis con que solemos hablar de género (sintaxis heternormativa, falocéntrica, dirá). Pero también es cierto que el prefacio tiene otro tono, y a mi juicio se deja leer en un exquisito contraste con lo que vendrá después. Butler va a cuestionar la forma para cuestionar el fondo, eso es lo que debe importarnos. Y yo titulo este ensayo personal: “El género en disputa o mi hermano me pide que me cambie de camisa para salir”, porque el otro día cuando iba saliendo a una fiesta en el Barrio Italia con una camisa color burdeo transparente que me regaló una ex novia para navidad, una camisa que deja ver la carne y podría considerarse inapropiada en ciertos círculos conservadores, mi hermano me interceptó:
No es que tenga algo en contra de cómo te vistes o de tu sexualidad. Es que no quiero que te saquen la chucha en la calle cuando los neonazis te vean y te peguen como lo hicieron con el niño Daniel Zamudio. Ya no estás en New York.
Vale aquí un viaje al pasado: mi hermano me cuenta la historia como si yo me hubiese ido de Chile hace mil años, como si yo de este país solo supiera el himno nacional y los colores de la bandera y el sonido de la zamacueca. Mi hermano me cuenta del niño al cual los neonazis mataron a golpes, el niño que en el año 2012 agonizó en la Posta Central en la calle Portugal, como si yo no hubiera pasado por ahí, como si yo no hubiera visto apostillarse ahí a las señoras que iban a rezarle a la Virgen del Carmen en pleno marzo que el niño Zamudio no falleciera, como si no hubiera sido serie de televisión, noticia nacional, cómo si no supiera que el caso inspiró la película Jesús (2016) del director Fernando Guzzoni y la Ley Zamudio. Mi hermano me dice todo esto con el aire del que mira a un vulnerable forastero, que no entiende los códigos y me pide que, por el cariño que le tenemos a la institución familiar, yo haga caso y me saque esa camisa y me ponga cualquier otra que sea “normal”. Padre. Hermana. Sobrina de 12 y sobrino de 9, cuñado y algunos integrantes de la familia que están reunidos por Zoom, no me ven quitarme la camisa burdeo y cambiarla por una blanca. Meter la camisa queer, ese fenómeno de discordancia social que es una camisa transparente burdeo en el cuerpo de un hombre que irá en bicicleta a una fiesta un día sábado. Y yo me retiro, cabizbajo, mientras hermana y cuñado le dicen a hermano que él se quedó en el pasado. Retrógrado, le dicen. Y todo esto ocurre en medio de un cumpleaños, el de mi sobrina, que acaba de brindar con torta sus trece años. Las hamburguesas estaban riquísimas, la carne vegetariana espectacular. Es casi como carne, pero no lo es, dicen mi hermana y mi cuñado. No es una copia de la carne, es otra cosa.
Tal vez hace años no hubiéramos pensado que existirían estas otras cosas, Beyond Burguer o la hamburguesa que prepararon especialmente para la ocasión, una hamburguesa para quienes no estamos conformes con el maltrato animal. Así también, pienso ahora, con el cariño en las venas y escribiendo con Butler en la cabeza, que tal vez no hemos escuchado con fuerza la desintegración, la subversión que ella plantea, y tal vez aún sigamos protegiendo por cariño a quienes nos rodean, pidiéndoles que la expresión de su género no transgreda los límites de la normalidad. Hoy pienso en mi camisa burdeo, pienso que haré una bitácora en torno a ella, que pensaré en esta escena cada vez que la tenga en frente y desee ponérmela para jugar a interpretar esa zona monstruosa, bisagra, rara, queer, esa zona que alza la pregunta por la incertidumbre, por la identidad acuosa, por la variedad extraña que puede ser un ser humano andando con ella en bicicleta por las calles de Santiago.
Mi hermano no hizo nada malo, dirán, y yo entiendo. Y porque lo entiendo lo estimo, ¿pero podemos simplemente dejar la camisa guardada y rasgarla interiormente en palabras?
De todo esto también se trata la cuestión de la violencia, de la raza, del género. ¿Es el género algo que podemos rasgar, romper? ¿Es algo por lo que podemos llegar a matar?
Pienso en la escena con que abre la serie Pose (2017) de Netflix. Cuando el niño le dice al padre que su sueño es bailar y el padre lo golpea. Lo golpea tanto que los gritos se escuchan desde afuera. Cuando la madre se da cuenta, en vez de acariciar al pajarito de 17 años, va y lo remata con una cachetada y un no “no vuelvas más”.
Para cerrar, quiero citar a Butler que a su vez cita a Nietzsche en La genealogía de la moral (1887): “no hay ningún ser detrás del hacer, del actuar, del devenir; el agente ha sido ficticiamente añadido al hacer, el hacer es todo” (Butler, 58). Por supuesto que esto sienta bases para la gran afirmación de Butler, conocida por muchos: el género se performa. Más allá de toda identidad que un pedazo de tela (o género) color burdeo nos pueda permitir hacer o no, me es preciso cerrar pensando en esa camisa impedida de performar, es decir, de ser, esa camisa impedida, guardada, ni más ni menos que en el clóset, como la gran metáfora de nuestra columna vertebral. Te impedimos, querida camisa, te invizibilizamos con la apariencia de la protección.
Referencias:
La historia de la sexualidad, Michel Foucault, tomo 1. La voluntad de saber, 8va edición, Siglo XXI editores. 1977. Edición de 1982.
El género en disputa, Judith Butler. Edición del Programa Universitario de Estudios de Género de la Universidad Nacional Autónoma de México. 1989. Edición de 1999.
Serie de televisión Pose, Netflix, año 2018. Dos temporadas. Capítulo 1 temporada 1.
Filme Jesús (2016) de Fernando Guzzoni: https://lafuga.cl/jesus/865
El caso Zamudio: https://es.wikipedia.org/wiki/Daniel_Zamudio
Filosofía a la gorra: Judith Butler, Cuerpo y Violencia.
https://www.youtube.com/watch?v=sMSd9WqxiU4
Clase El género en disputa por Darío Sztajnszrajber: https://www.youtube.com/watch?v=uwkRrgCGwiA
Seminario teórico del Dr. Guillermo de los Reyes: “Gender, Sexuality, Race and Class in Colonial Latin American Literature and Culture”, en la Universidad de Houston, Spring 2021.
Leo muy bueno, me gustaría conversar al respecto.