Marcel Lhermitte | El triunfo de los que no abandonan
El 2017, con todo lo que ha pasado en estos últimos tres años, pandemia mundial incluida, parece quedar en la prehistoria. Recuerdo en ese entonces, más precisamente en el mes de enero, haber visitado el Congreso chileno, en Valparaíso, y escuchar al senador Alejandro Navarro. No puedo acordarme exactamente sobre qué tema estaba interviniendo en esa sesión del Senado –era la primera vez que lo veía en vivo– pero sí tengo muy presente que culminó su oratoria sentenciando: ¡Nueva Constitución, Patagonia sin represas, no más AFP!
Uno de sus asesores, que estaba sentado a mi lado, viendo mi sorpresa se me acercó y me dijo casi en un susurro que cada vez que Navarro hablaba en cámara, sin importar el tema, cerraba de la misma forma, una y otra vez, día tras día. “¡Nueva Constitución, Patagonia sin represas, no más AFP!”, repitió para sí el hombre.
Nobleza obliga reconocer la militancia de este luchador social, qué como tantos otros desde el anonimato, no se rindieron y batallaron durante cuarenta años para hacer caer la constitución del tirano, la que se aprobó increíblemente un 11 de setiembre de 1980, en forma coincidente con el séptimo aniversario del golpe de Estado efectuado por Pinochet al presidente Salvador Allende.
Mucha sangre corrió bajo los puentes y se plasmó sobre las calles de todo Chile, incluso muchos dieron su vida para intentar conseguir lo que un pueblo movilizado logró históricamente el pasado domingo 25 de octubre. Casi el 80% de quienes votaron decidieron hacer caer la constitución pinochetista, y convocar una convención constituyente paritaria que será la encargada de redactar la nueva y democrática carta magna.
El actual triunfo del pueblo trasandino trae consigo también un recuerdo que no puede pasar desapercibido: el plebiscito constitucional uruguayo de 1980. Tan solo dos meses después de que se aprobara la constitución pinochetista, Uruguay ponía a consideración de la ciudadanía su propio proyecto constitucional elaborado por la dictadura cívico militar.
No hay coincidencias. Se trata de acciones concertadas, de la planificación de las fuerzas fascistas que buscaban perpetuarse en el poder en América Latina. En ese entonces no se permitía hacer campaña por el NO en Uruguay, solo quienes promovían la reforma constitucional tenían derecho a hacer publicidad televisiva y radial, mientras que los medios de comunicación estaban totalmente al servicio del régimen de facto. La censura imperaba, también las proscripciones a los principales actores políticos demócratas. Quienes tenían mayor incidencia el pueblo estaban exiliados, presos o habían sido asesinados.
En ese marco, y con el fresco antecedente de que hacía tan solo dos meses que se había aprobado la constitución de Pinochet, las fuerzas demócratas del pueblo uruguayo militaron fuertemente en la clandestinidad y lograron un triunfo histórico en las urnas, que llevó a que este país no tuviera que cargar durante años con una carta magna redactada por déspotas fascistas.
Hoy, a cuarenta años de esos hechos hay que destacar la lucha de hombres y mujeres que decidieron darlo todo, en Chile y en Uruguay, para que los que actualmente habitamos en estos países pudiéramos crecer con las mínimas garantías y derechos democráticos.
El 25 fue un día de fiesta para los que creemos y queremos una patria grande latinoamericana, pero más allá de esta victoria histórica la lucha continúa. Habrá nuevos militantes que deberán darle contenido a la nueva Constitución chilena, y no será fácil, habrá que trabajar por una sociedad más igualitaria, sin postergados y con derechos y oportunidades para todos.
Nuestra América Latina celebra la tan necesaria victoria de la democracia y el triunfo de los que nunca abandonan la lucha.