Tu monarca | Niños y armarios
Salí del armario de jovencito, de niño. Bien, no es que fuese o sea maricón, soy simplemente viciosa. Mientras el sexo sea bueno no importa el género, tanto da con quien. Como dijo alguien: Cuando las ganas de joder aprietan ni los culos de los muertos se respetan. Pero volviendo a los orígenes, a los míos, Había una máxima que decía los niños con los niños y las niñas con las niñas, cosa que en el pueblo practicábamos a rajatabla. Los hermanos mayores se encargaban de contar, a medias, para que servían las cosas de abajo y siempre que podíamos practicábamos entre niños, algunos, los escogidos. Las niñas no eran bienvenidas, excepto alguna que sabía de nuestros juegos y participaba activamente. Pues eso, que de maricones solo salió uno, o sea que nuestros juegos no tuvieron nada que ver. Ese uno es mi mejor amiga actualmente. De los otros solo le sigo la pista a uno que es bastante gay pero sin salir del armario, hijo de papa rico y que se come todos los rabos que se le ponen por delante y por detrás. Él lo tiene bien, se lo permiten todo, tiene dinero y poder. Es el dueño de una gran empresa familiar con cerca de 47 millones de trabajadores a sus órdenes, muchos de esos trabajadores le quieren mal como los gabachos querían a los reyes. Se llama Juan y por razones del qué dirán, papá lo hizo casar con una tipa sonsa que ha demostrado tener muy mala leche, sobre todo con el servicio. Juan, Juanito para los allegados, tuvo varios affaires con hembra pero le tira más el macho. Dicen las malas lenguas que se dedica a perseguir soldaditos de esos que son como armarios pero con la cabeza mal amueblada. Claro que para ser soldadito has de tener pocos muebles, siempre estás de paso. Pues nada, que queda demostrado en este caso que el dinero no da la felicidad, en este caso. Si no fuese por la empresa podría ser la loca que ansía ser. Como yo, que todo y ser gei y nadar en la abundancia, puedo ser feliz, ser la más loca del geino y fornicar con quien plazca sin tenerme que esconder. Que mira tú que pena que dan esos pobres que no pueden hacerlo con quien les place, que las matan a palos o a piedras o las meten en cárcel o les desheredan o les excomulgan. Que digo yo que esa gente tiene derecho a ser feliz, incluso sería bueno para los curas y así dejarían a los niños en paz.
Tu monarca