Leonardo González | Café Reconnect
Abrió sus puertas en el año 2013. El padre Jim llevaba el buque, que en realidad más que un café, el Reconnect era una nonprofit organization para ayudar a jóvenes (menores de 27 años) que vivían en permanente situación de violencia. Si el padre Jim era el capitán, su timonero era Efraín Hernández, amante del basquetbol, que hacía de todo en el café, de hecho hasta aparecía como co-fundador.
Las paredes del café eran negras y en ellas los baristas y el padre Jim escribían frases con tiza, frases libremente: desfilaba Toni Morrison, Malcolm X, Spike Lee, y una que otra frase de Jesucristo o Amy. No recuerdo ninguna anotación más que ésta: Wage Peace, que se repetía mucho. Luego los mismos mensajes aparecían en camisetas que se vendían y hasta a veces ellos las regalaban para el verano de la comunidad.
Durante mis primeros años en Brooklyn, solía ir todas las mañanas al café Reconnect y quedarme un rato largo conversando con el padre Jim, con Efraín y con los demás. Una vez me estaba mudando de pieza y fueron ellos los que me ayudaron por veinte dólares a mover los muebles. Otra vez fue Efraín quien me llevó al peluquero, su pana dominicano, para que me hiciera su mismo corte rapero. Durante el tiempo que estuvo abierto el café, Efraín me habló del barrio, de los suyos que habían muerto a manos de la policía. Lo curioso era que en las historias de Efraín casi todos eran sus parientes, primos, hermanos, sospecho que los trataba así por cariño pero que no tenían un vínculo familiar directo. Una vez hablamos de la película Do the right thing, que retrataba la historia del barrio en los noventa, y hablamos de El juego sagrado (He got game) con Denzel Washington y Ray Allen, do you know who Ray Allen is? No, man! He is the best triple shooter in the history of the NBA and is the main character in that film. Y cuando yo le decía algo él me decía I feel you pero yo le entendía I film you.
El orgullo de Efraín era ser considerado el mejor basquetbolista amateur de Brooklyn y recordaba todas las anécdotas de las finales de la NBA. Durante los playoffs del 2016 él me explicó por qué era tan importante que Cleveland le ganara a Golden State desde el punto de vista racial. Fue esa vez que con un salto gigante Lebron James le hizo un tapón a Iguodala y finalmente Cleveland ganó el anillo con Lebron en el suelo durante un tiempo que para mí fue eterno.
Hoy no hay liga. Hoy no hay café Reconnect. No sé dónde estará Efraín y por Google me entero de que el padre Jim ofrece comida gratuita en un monasterio en Queens, Jamaica, de lunes a viernes, en horario de almuerzo and that everybody is welcome. Es triste que las cosas se terminen así, pero una mala gestión del edificio hizo que se cayeran las partes, las cañerías, aparecieran muchos insectos y se propagaran y ya no se pudo estar más ahí, aunque en el año 2018 se inició una campaña para que éste no cerrara. Se hablaba mal del landlord del edificio. Un anuncio decía que este era el peor landlord de Nueva York, según alguna encuesta o comunicado, y se pedía por favor a la comunidad que hiciéramos un esfuerzo para denunciar la injusticia y ayudar a que el proyecto social siguiera. Pero el proyectó se difuminó. Hoy ni siquiera hay un cartel que diga permanent close, solo un garabato con spray rojo dice algo acaso en 139 Tompkins Ave. De un barrio afroamericano en constante gentrificación no se puede esperar mucho. Un barrio que expulsa a su gente. Un barrio donde históricamente hubo peleas, cuchillazos, muertes brutales, como cuando murió el hijo de la mujer de la lavandería a balazos a las siete de la mañana y yo no estuve ahí para verlo, pero me lo contaron. Me lo contó Efraín, que todos los sábados jugaba el básquetbol y me invitaba. Una vez fui con él y con sus amigos boricuas y negros y ahí me contó y fue la única que lo vi llorar a mares por la muerte del hijo de la mujer de la lavandería.
Jugamos y luego comimos camarones con pan y fumamos maría.
Han pasado dos años desde que Reconnect cerró. Yo no sé qué pasará con el padre Jim y su proyecto social pero la web sigue abierta, las redes sociales activas y, al parecer, las cosas se reordenan. Más allá de la pérdida material, lo que se perdió fue ese mensaje social y contundente, esa suerte de hermandad familiar, congestión barrial, lugar de encuentro entre latinos, asiáticos, negros, blancos, wathever. Ese era el bullicio histórico, la danza de voces. Hoy el padre and his comrades reparten comida con sus mascarillas.
En la punta de Queens, en la punta del distrito, casi al llegar al barrio chino de verdad, el padre Jim y sus secuaces de la paz reparten comida de lunes a viernes a las 11 de la mañana en 86-45 Edgerton Boulevard. El nuevo Café Reconnect se llama Almuerzo en el monasterio. Y la cita es en la Iglesia de la Inmaculada Concepción.
Esto de algún modo prueba que la fuerza de una organización no se mata tan fácilmente. Que lo que fue un conjunto sólido, un buque dispersado por una mala gestión de un landlord empecinado en su propia felicidad, no se derrota tan fácilmente y que el padre Jim y su proyecto social se han vuelto a reinventar.
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Foto de Ramiro Agredo
Estuve ahí, en el café Reconnect. Hace unos tres años. Simplemente tomando desayuno junto a mi hermana. Claro que había un aurea diferente, pizarra con mensajes, jóvenes cordiales y amistosos. En una ocasión nos ayudaron para orientarnos hacia dónde íbamos y nos llamaron un taxi.
Me hubiera gustado haber conocido esta historia tras bambalinas y haber entendido cada mensaje en ese especial espacio , hoy ya ausente
Grande Leonardo González
Estuve ahí con mi hermana hace algunos años. No sabíamos toda la historia que había tras bambalinas. Si se sentía en el ambiente algo especial. Pizarra con mensajes, chicos muy afectuosos y atentos
Grande el cura que levantó esta iniciativa, grande el autor , Leonardo González de estas líneas que nos permite conocer esta realidad
Javiera, muchas gracias por tu mensaje, Un gran abrazo.
Son 135 años desde Juneteenth, la abolición de la esclavitud en esa insufrible y hasta hoy racistaTexas.
Los Reconnect van mutando ante una perversión que se mantiene por siglos.