Ya no vivo por vivir I

 

Leonardo González | Ya no vivo por vivir I

Dedicado a George Floyd.

 

Lévi-Strauss (quien murió a los 100 años) plantea en su libro El pensamiento salvaje de 1962 que los seres humanos debemos volver a pensar como lo hacíamos antes de ser domesticados por el pensamiento científico – las técnicas de dominación. Hoy me pregunto, sentado en una silla de playa con 28 ℃, tomando una cerveza fría frente al mar, ¿cuándo comenzó la guerra, esta domesticación?

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Muchos de nosotros, los que crecimos en el Chile de los años noventa, fuimos perfectos conejillos de indias para el chip neoliberal. Fuimos regulados por leyes que se crearon antes de que naciéramos.

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Hoy en día, el tema de la salud es central si pensamos que una pandemia ronda y que el ministro de salud de Chile, Jaime Mañalich, trata al virus como si éste fuera una buena persona. Mientras escribo esto se produce una luz que va cambiando de forma.

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La pregunta por la salud de los enfermos, la salud de los adultos mayores, la salud de los niños, los sistemas inmunológicos desafiándose, la pandemia, el miedo, la híper limpieza, el híper cuidado de los cuerpos, parece esencial. Como dice Paul Preciado en un ensayo reciente publicado en El País (1), hoy nos encontramos en un momento de cambio de paradigma. Los mecanismos de control están también en guerra, al igual que nosotros. Hoy la mascarilla es una forma de control y esta playa está desprotegida, mucha gente anda en skate o en incluso en monopatín y muestra sus caras como si nada estuviera pasando. Esta tarde se quema la estación de policías de Minneapolis.

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Con Alfonso nos hemos quedado afuera de esta playa porque las entradas estaban sold out. Debíamos haberlas comprado en línea pero no sabíamos y por eso nos hemos sentado en una esquina de la rambla, a mirar el mar, a mirar a la gente en bañador, y el sol nos da directo a los ojos. Alfonso se dispone a leer el mismo libro que anda cargando desde hace varias semanas. Me lo muestra y me dice, ¿qué loco, no?, estar leyendo este libro ahorita. The next time fire de James Baldwin. La próxima vez, fuego. Lo publicó en 1962. Dos cartas que hablan de la condición de ser Negro en Estados Unidos, de los cuatrocientos años de esclavitud y sometimiento, de aquella rabia que hoy revienta en las calles de las ciudades. Qué loco, le digo. Aquí no suenan disparos, pero en Bryan Park dicen que esta mañana electrocutaron a una joven y la detuvieron por manifestarse por la paz y que hubo disparos en Harlem. Dicen que lo mismo ocurrió con dos jóvenes negros en Atlanta, electrocutados por la policía, antes de caer al piso por evadir el toque de queda, trece minutos después de que éste comenzara, a las nueve de la noche. Dicen que tarde o temprano serán los mismos jóvenes los que van a quemar la Casa Blanca y ahí te quiero ver.

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Pero yo estaba tomando apuntes sobre la condición de vida de los adultos mayores en Chile para un ensayo que quiero escribir. Desde que empecé el club de los que estamos en los 33, “la edad de Jesucristo”, pienso que tengo que empezar a prepararme para morir. Una forma óptima es pensar en la muerte y en la vejez, que si bien no son lo mismo están ahí, en la misma ciudad, en el mismo bar, tomando de la misma jarra. ¿Se entiende? ¿Qué?, dice mi amigo. Nada. Estoy pensando en voz alta. Ah, pensé que me estabas hablando a mí.

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¿Fue buena idea traer las sillas de playa, no?

Sí, le digo, muy buena. Muy buena, aunque no nos dejaron pasar, puta, al menos podemos sentarnos aquí y mirar la playa desde afuera y leer un poco, en la casa casi no me concentro. Yo tampoco, me dice Alfonso, por eso no he avanzado mucho con el libro. Qué estás leyendo tú, me dice, interpelando la soledad de mis manos que ahora cogen un cuaderno con el que suelo garabatear asuntos ininteligibles después. Voy a escribir un poco, a ver si me sale un ensayo que quedé de mandar a Chile. Ándale, me dice mi amigo y cada uno a su guarida; él a Baldwin y yo a seguir divagando en torno a la vejez.

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¿Por qué sentimos que está bien cuando un adulto mayor se ofrece como sacrificio humano ante la disyuntiva médica de los ventiladores artificiales? ¿Será que se nos ha metido en el inconsciente que Adulto mayor = viejo? En desuso, caníbal, canas, inservible, usado, repuesto, “necesitamos uno nuevo urgente”, bastones, enfermedad, asilo, muerte, morir, morirá, muerto, podrido, finito, súbito ataque al corazón, deterioro del cuerpo, viejo verde, pedófilo.

Sin embargo, hubo una época en que estar cerca de morir fue cosa distinta. Liderazgo, sabiduría, culto a los dioses, consejo de ancianos, respeto, luz, lucifer, lucidez, ajedrez, ludo.

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De todas maneras, es curioso que la población en Chile crea que los adultos mayores de 75 años son homologables cuando en ese mismo grupo etario encontramos a un Gastón Soublette, un Noam Chomsky, una Elena Poniatowska, una Nacha Guevara, un Pepe Mujica, una Toni Morrison, recientemente fallecida y si nos ponemos oscuros también encontramos un Dan Patrick y un Donald Trump. También encontramos un Roger Waters y una Totó la Momposina cantando “Aguacero e’ mayo, déjalo caer”. ¿Quién podría decir que los “viejos” son todos iguales?

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A propósito de la tercera edad, y perdón que yo haga el ejercicio de brincar de un país a otro, pero este texto lo pienso desde Estados Unidos hacia Chile, me es imposible no detenerme antes las palabras vicegobernador de Texas, orgulloso de sus setenta años recién cumplidos. Observemos las declaraciones de Dan Patrick, quien dice que su grupo etario debe sacrificarse en pos del progreso de la nación: (2) “Vamos a colapsar si no salimos a trabajar, por eso los abuelos como yo (que cumplí 70 la semana pasada) debemos quedarnos en nuestras casas y sacrificarnos por nuestros nietos”. Es interesante que Patrick apele a dos instituciones que ejercen el biopoder de forma efectiva: la familia y la economía del capital. Para Patrick salvar el capitalismo significa salvar el país. Salvar la vida, sin embargo, significaría destruirlo.