Iñaki Errazkin | El efecto espectador
Ante las inminentes elecciones internas a la dirección de Podemos en Castilla-La Mancha, he decidido exponer públicamente mi opinión sobre el proceso desde dos parámetros fundamentales: la absoluta libertad que me proporciona estar fuera del partido motu proprio desde hace un año y el hondo conocimiento que tengo de las vísceras del mismo.
En los más de seis lustros que llevo ejerciendo el periodismo me ha tocado realizar muchas, muchísimas, autopsias políticas, aunque ésta es la primera vez que analizo el entresijo de una formación que fue mi casa y a la que me sigue uniendo un inevitable vínculo afectivo. Este vínculo emocional se traduce en mi caso en un interés expectante porque el partido, a cuya estructura pertenecí desde su fundación, se regenere felizmente, felizmente para sí y para quienes creímos sinceramente que Podemos era una alternativa real de cambio social en esta región olvidada por los dioses.
En estos días de junio se están disputando el liderazgo castellanomanchego dos corrientes, ambas perfectamente legítimas, con postulados diferentes en aspectos cruciales que pueden llevar al partido al continuismo o a la renovación integral de sus maneras de practicar la política. Y hablo de corrientes en la acepción del Diccionario de la Real Academia Española: movimientos o tendencias de ideas.
No hay que tener complejos al expresar los conceptos con las palabras adecuadas y sin eufemismos. La piedad en el discurso acaba casi siempre insultando a la inteligencia de quien recibe mensajes buenistas más propios de los mundos de Yupi o de Shangri-La que de aspirantes a líderes o lideresas. Al pan, pan, y al vino, vino, que las corrientes existen y existirán siempre en política. Y son muy sanas. Lo enfermizo, desde el punto de vista democrático, es fomentar el pensamiento único.
En psicología, esa ciencia que estudia, entre otras cosas, la conducta de las personas, se enseña lo que se conoce como “efecto espectador”, un fenómeno por el cual es menos probable que alguien intervenga en una situación de emergencia cuando hay más personas que cuando se está solo. El grupo hace que se difumine la responsabilidad y nadie pone el cascabel al gato, muchas veces por ignorancia colectiva, otras por intereses espurios y siempre por desidia.
El efecto espectador me afecta de lleno en esta historia porque actúo en solitario y considero la regeneración de Podemos en Castilla-La Mancha como una emergencia regional. El asunto ahora es discernir quiénes tienen más probabilidades, no de ganar, que eso es una incógnita que resolverán las personas inscritas con sus votos, sino de llevar adelante ese cambio regenerador. Voy, pues, a poner el cascabel al gato podemista con la esperanza de que quien esto lea tome conciencia de lo mucho que está en juego en estas primarias y asuma su responsabilidad a la hora de votar por el continuismo o por la recuperación del espíritu de aquel 15-M de 2011 en el que se inspiró Podemos hace seis años.
Las dos corrientes rivales tienen nombres distintos y apellidos coincidentes: Todas Somos Podemos y Cuidando Podemos. Una de las dos saldrá triunfante de las votaciones y dirigirá con todas las consecuencias el partido en Castilla-La Mancha. Tengo muchos y buenos amigos y amigas en ambas candidaturas, y he asesorado siempre a quien me lo ha pedido, por lo que abordaré el tema sujeto de este artículo sin personalizar más allá de las correspondientes cabezas de ambas listas, que las elecciones pasan y las tertulias cerveceras son imperecederas.
En una esquina del ring tenemos a una candidatura liderada por un hombre que, tras una carambola de la fortuna, formó parte del equipo más cercano al anterior Secretario General, fue miembro del Consejo de Coordinación del partido en la región y nombrado digitalmente Director General de Participación por el que era también Vicepresidente Segundo de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha. Por indicación directa del spin doctor que supervisaba cualquier movimiento del entonces Secretario General, se le recomendó (supongo que amablemente) dimitir de su cargo varios meses antes del fin de la legislatura, lo que le llevó al desempleo tras un año y medio ostentando el cargo. Luego, tras la debacle electoral inherente a una gestión adusta, opaca y autoritaria del infausto equipo dirigente, no fue capaz de desmarcarse de la maniobra programada que llevó al partido a la quiebra. Me refiero a la canallesca y vergonzosa dimisión en bloque del Consejo de Coordinación al que pertenecía. Y ello sabiendo perfectamente que, en caso de haber permanecido en su puesto, no se habría disuelto el Consejo Ciudadano Autonómico y la noble militancia de Podemos no se hallaría ahora agarrada a la brocha. Ya lo he dicho en otras ocasiones: hundieron el barco y huyeron llevándose los salvavidas.
En la esquina opuesta del cuadrilátero tenemos a una candidatura liderada por una mujer que, tras presentarse a las elecciones municipales de 2015, consiguió los votos populares suficientes para fungir como concejala de Participación y Transparencia del Ayuntamiento de Toledo, capital de la región, y presidenta del Consejo de Participación del Distrito Norte de la ciudad, teniendo a su cargo ininterrumpidamente durante los cuatro años de la legislatura la gestión directa de todo lo referente a las juntas de distrito, a los órganos e instrumentos de participación ciudadana, incluida la web, a la Oficina de Atención al Ciudadano, a los centros cívicos y locales y al Consejo Municipal de las asociaciones vecinales. Una profesional sanitaria que ha estado y sigue estando en la primera línea del frente, combatiendo al maldito coronavirus en las Unidades de Cuidados Intensivos del Complejo Hospitalario de Toledo, que ha pasado 63 días con sus noches sin ver a su hijo y que no puede atender a su anciana madre desde el 13 de marzo por el confinamiento al que le ha obligado el riesgo extremo de su profesión.
Ya he dicho que no voy a hablar aquí de las personas que participan en sendas listas, aunque podría hacerlo, pero me sorprende la recurrente insistencia de muchas de ellas llamando, como si fuera un mantra, a una unidad necesaria a posteriori, pero imposible antes de conocer los resultados. La unidad no puede ni debe tejerse cuando se impone el núcleo de la misma, lo diga Agamenón o su porquero. Y no parece elegante atribuirse la oficialidad en exclusiva, máxime cuando el Secretario General Estatal de Podemos ha dejado claro que no apoya a ninguna de las dos personas candidatas: a una porque no la conoce, y a la otra porque la conoce demasiado.
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