Guillermo Martorell Martinón | El corazón de África
Cuando Canarias grita libertad el españolismo ladra, criminalizando un sentimiento legítimo, estigmatizando en la locura aquellos discursos que entran en divergencia con la moral colonialista, esa que alimenta el subconsciente colectivo de los nuevos cachorros descendientes de la semilla germinada por Pedro de Vera. Colerizan sus respuestas, usurpando y asumiendo el monopolio de la libertad como un patrimonio exclusivo del “Imperio donde no se pone el sol”, articulando mensajes verbales y viscerales cuya etiología conforma un híbrido, mitad Cayetana, mitad Abascal. A su vez, una parte significativa de la ciudadanía de la metrópoli hace suya esa moral, modulando una repulsa orquestada mediáticamente desde el hígado del poder, desde las cloacas del Estado, desde las distorsiones cognitivas subyacentes en la soberbia que nace del paradigma ibérico – europeísta.
Ilegalizar el pensamiento, generar miedo y duda, elevar a la categoría de atávicos criminales a personas que reivindican una verdad en términos de africanidad y rompimiento de cadenas, impuestas a golpes de intolerancia: la conciencia españolista profunda no tiene corazón, carece de sentido y por supuesto de lógica razón. Crear un enemigo invisible, perverso, asentado en los ejes del mal, como si reivindicar libertad fuera un crimen contra la Humanidad. Sí, parece ser que ese es nuestro delito, un pecado original que tenemos que redimir comulgando con un cáliz de sumisión, expiando las neuronas rebeldes de nuestro cerebro, confesando públicamente nuestra herejía, absteniéndonos de blasfemar contra el guía espiritual de la Corona, limitándonos todos a decir que nos encanta el traje nuevo del Emperador, y como dijo el niño, el Emperador está desnudo.
Siguen ladrando, parece ser que no les gusta que pensemos, que nos opongamos firmemente a la aculturación, a la imposición del neocolonialismo ibérico – burgués, que soñemos con nuestros pueblos hermanos, que son africanos. Tienen miedo, saben perfectamente que esta no es su tierra y que la Historia es algo que no se puede manipular a golpes de leyes y decretos: el papel dice que Canarias forma parte de España y Europa, sin embargo este aguanta todo lo que le echen. Sus leyes son como el traje nuevo del Emperador, pero una vez más decimos lo que el niño, el Emperador está desnudo, desnudo y sucio.
Hay algo que no pueden controlar. El corazón de África late con fuerza en Canarias, alimentando con sus palpitaciones el ritmo y la intensidad de nuestro espíritu de lucha, bombeando a nuestras mentes la memoria necesaria para no olvidar más de 500 años de expoliaciones, humillaciones y destierros, reivindicando nuestro orgullo amazigh. Este latir les irrita, les transforma en entidades coléricas, convirtiéndose en hectoplasmas cognitivos, eso sí muy bien vestidos, aparentando dulcemente gran bondad, son angelicales. A su vez alimentan a sus nuevos cachorros, adiestrando un discurso patrio desmedido, que en su momento será emitido, una vez cumplimentado el adoctrinamiento: esto último va encaminado a conseguir un déficit neuronal crónico, hecho más que evidente si nos damos un paseo, cualquier día, por sus redes sociales . Así con todos estos elementos echarán a la calle a las nuevas camadas. Estas ladrarán, y morderán si es necesario, pero no podrán evitar que el corazón de África siga latiendo con fuerza en Canarias.
Un consejo, no les tengas miedo, pero por precaución vacúnate, lo dijo Pasteur, por aquello de la rabia.