Don Mitxel | A falta de vacuna, meteorito
Mañana se espera que un asteroide de cuatro kilómetros de diámetro roce o impacte directamente sobre el planeta Tierra, lo que en Donostia sería malo para la hostelería, así que por motivos de urgencia vamos a ocuparnos de la hostelería y el pequeño comercio donostiarra. Y, por ende, también del pequeño comerciante y hostelero de su pueblo de usted, por si allí también hay dinosaurios.
Les resumo si no quiere seguir leyendo: asteroide aparte, con esto de la pandemia los peques de la economía de mercado están jodidos.
Los bareros volverán a abrir sus puertas con los pintxos tapados, los restaurantes pondrán mamparas para que el de al lado no huela tu txuletón porque ha pedido txipirones en su tinta, todos llevaremos mascarilla y accederemos a los establecimientos de uno en uno o de dos en dos, y nos pondrán sobre la barra un reloj de ajedrecista para que no te eternices con el vermú y los calamares, que hay gente esperando a la puerta. Vamos, una fiesta. Y todo ello tras comprobar que ese cubata que cuesta siete euros te lo tomas en tu casa por dos. No se qué podría salir mal.
Y luego están los pequeños comerciantes, el comercio de cercanía, ya sabe, que te vende pimientos de piquillo de Mendavia o de Lodosa directamente llegados del Perú, pero a un precio muy superior al de todas esas cadenas de supermercados que asedian la ciudad, todas las ciudades, pequeños comerciantes que naturalmente están preocupados por el coronavirus, no por esos partidos de derechas y no tan de derechas que votan sin parar, y que son los que les están jodiendo desde tiempos inmemoriales, dando permisos sin ton ni son para seguir matando nuestros pueblos y ciudades con un inconfundible acento francés, ohlalà.. Hasta accesos y rotondas les hacen nuestras autoridades a los mega híper, y les llega más rápido el permiso municipal para hacer un parking de diez hectáreas de superficie que al pequeño comerciante la autorización para pintar una persiana de verde, cosas del ayuntamiento.
Pero les estaba recordando que las grandes superficies son un invento francés, y por eso solo tiene ud. que cruzar la muga para saber cómo es allí la vida y aquí el futuro inmediato. No hace falta que se mueva de la silla y me cruce la frontera, respete el confinamiento que esto se lo cuento yo: en una España confinada hay bastante más ambiente en la calle que en la Francia de antes de la Covid19. En las desiertas calles de los pueblos franceses tiene ud. el PMU, que es el bar estanco donde puede jugar la quiniela hípica mientras toma el pastis, además de comprar el periódico, y luego sobrevive la boulangerie o panadería. Hasta las farmacias se han mudado ya a las afueras del pueblo o el pueblo más cercano donde está el Carrefour, el Leclerc o el Champions. Solo unos pocos carniceros y algunas peluquerías resisten, de los restaurantes olvídense, o pone ud. una pizzeria con reparto a domicilio o váyase al Mc Donald’s más cercano. Esto es lo que queda de los que otrora fueran los bon vivants europeos del savoir faire.
El problema del pequeño comercio no es algo tan puntual como la pandemia, es un mercado que no repara en gastos para ayudar al grande y condenar al pequeño. Y la solución para los pequeños comerciantes no es que nos den bonos para gastar allí, ni utilizar el dinero público para pagarle el alquiler a un rentista que vive de la especulación, sino que es unirse a las clases asalariadas para gritarle al mundo que aquí todos tenemos derecho a la vida.
Llámenme comunista si quieren, en peores plazas hemos troleado, pero les digo yo que lo nuestro solo lo soluciona el meteorito. O el asteroide, me es igual mientras impacte de lleno.
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