Don Mitxel | Viernes santo sin algaradas
Con miles de tragedias diarias y una población mundial bajo el miedo y el shock, es difícil encontrarle algo positivo al coronavirus -más con Boris Johnson ya fuera de la UCI-, pero el Covid 19 nos trae, de rebote, algunas buenas noticias: ayer ejecutaban a Jesucristo y no se han producido las tradicionales algaradas callejeras de aquellos que no respetan las decisiones judiciales.
No se han cortado las calles impidiendo que el médico llegue al hospital ni el de telepizza a casa de Manolo, que había pedido una de tres quesos; ni se ha hecho apología del delito ni exhibido retratos del condenado, como si violar la ley y proclamarse rey de Judea, que no es sino una provincia de Roma -enséñame el deneí, San Pedro-, fuese pecata minuta. Judea es Roma y, como tal, disfruta de la pax romana, así como de toda una serie de adelantos técnicos y científicos que los encefaloboinos lugareños ni soñaban antes de la entrada de las legiones.
El proceso de Jesucristo se ha ajustado a Derecho, el reo ha disfrutado de todas las garantías procesales y el subdelegado Poncio no ha tenido más remedio que dictar una condena dura pero proporcional, atendiendo a los delitos cometidos, la alarma social causada y a que el pueblo soberano así lo reclamaba. El Sanedrín Supremo no ha puesto objeción alguna.
No solo el reo se proclamaba rey de Judea, sino considerándose hijo del para él único Dios verdadero, negaba la deidad de nuestro emperador, dejándole a la altura de cualquier impostor o vendedor de crecepelo. Insisto, los delitos eran graves de acuerdo a la legalidad vigente y al derecho romano, padre de todos los derechos que en el mundo civilizado son, y la pena ha sido proporcional, máxime teniendo en cuenta que todo ello se produce en el marco de unos atentados terroristas absolutamente crueles que protagonizan los miembros de ZETA (Zelotes Ta Askatasuna).
En fin, puede ud. no compartir la sentencia, pero las sentencias se dictan para ser respetadas y acatadas, salir a procesionar en protesta y alargar las algaradas durante una semana solo causa perjuicio a la economía y molestias al honrado ciudadano cumplidor de la ley.
Esperemos que esta enorme tragedia que está significando la pandemia nos enseñe, por otra parte, que se puede disfrutar de las fiestas de primavera sin necesidad de convertirlas en una continua apología del delito, que a tantos ciudadanos nos amarga la vida con el secuestro de las calles de nuestros pueblos y ciudades, que son de todos y no solo de los intransigentes del único dios verdadero.
Que así sea en el futuro.
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