Joseba Amenedo Oñate y Teo LLorens | El ejército y la pandemia
Llevamos un mes que estamos asistiendo a bastantes hechos anómalos, y parece que lo extremo de la situación hace que miremos esta anomalía sin sorprendernos, o al menos sin denunciarla.
Desde que empezó la pandemia, el ejército está asumiendo un papel, no ya activo, pero sí al menos presencial. Como si de las guerras del Golfo se trataran, las ruedas de prensa están siendo escoltadas por policías, guardias civiles, la ministra de defensa, etc. El lenguaje de la guerra es de uso normalizado. Su semántica militar es un arma de peligroso calado, pues más que mil palabras inútiles vale una que nos otorgue la paz. Como si se tratase la matar el virus a cañonazos se habla de enemigos a destruir, pero se olvidan de comentar que, para defender la salud, al igual que el trabajo, etc., los cañones y las armas lo único que hacen es restar el dinero que se debería haber dedicado a la sanidad, trabajo, etc.
El gasto público en defensa en España es de 30.000 M€ anuales, equivalente a construir 100 hospitales al año (todo ello sin contar el gasto privado).
Esto llama aún más la atención si tenemos en cuenta que en las calles no hay casi gente, y ésta va de lo más ordenada, aislada y hasta silenciosa, por lo cual los grupos de peligrosos pueden ser periodistas, algún funcionario o funcionaria, así como cualquier persona trabajadora derrengada del trabajo contra la pandemia.
La realidad que se impone es que, ante el descubrimiento de que para defender a la sociedad en lo que más le preocupa como es la salud, el trabajo y los valores sociales, el supuesto Ministerio de Defensa no sirve, y por lo tanto su presupuesto (desorbitado y creciente de año en año) es un despilfarro y es mejor destinarlo a otros ministerios que están más en sintonía con el concepto de defensa social. Como consecuencia de la situación de alarma generado por el virus, el Ejercito y sus defensores han decidido tomar las calles, ahora que están vacías y nadie les puede afear su inutilidad. Y es por esto que los vemos en paradas militares absurdas, suplantando a la policía municipal, bomberos/as, sanitarios/as, etc.
¿Será esta la causa o quizá solo se trate de que al no ser una actividad de primer orden y para no tener que quedarse en casa o en los cuarteles con el riesgo que ello conlleva de confinamiento con tanto poder de destrucción y sin consumo ordinario?
¿Qué sentido tiene militarizar los servicios de protección civil y de limpieza cuando la propia sociedad ha dado un ejemplo de organización, solidaridad y respuesta social ante la falta de recursos sanitarios?
Creemos que socialmente estamos en una encrucijada que debería servirnos para abrir un debate sobre los valores a defender y los modelos de defensa que la sociedad requiere. No creemos que llenar las calles de soldados cuando la sociedad está mostrando una cultura de responsabilidad, sea lo adecuado, sino reconocer que la defensa a través del ejercito es un anacronismo y sobre todo un despilfarro peligroso que solo tiene sentido cuando pensamos en como apropiarnos de…
El bochornoso espectáculo del despliegue por Pamplona del viernes, o el de la semana pasada en Tudela, como si de ciudades ocupadas se tratara, solo responde a la vuelta de gobiernos con ideologías totalitarias, que, en caso de vencer la pandemia, justificará su modelo de control y vigilancia, que en caso de fallar les será de excusa para que en la próxima no nos pille de sorpresa. ¿Esta es la salida de la crisis que queremos?
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