Catalina de Erauso | Artesanos y artistas de la seda
Quien compra una prenda de seda sabe lo que tiene que pagar por ella. Y tiene ese precio porque el material es muy caro y coser este material no es un arte que domine todo el mundo. No es el único motivo. La producción de seda ha disminuido en las últimas décadas porque tiene que competir con el nylon desde finales de la segunda guerra mundial. Sigue siendo apreciada en la confección como producto de lujo, pero la demanda bajó en picado desde la irrupción del nylon en los mercados. Los únicos países productores de seda son China, India, Uzbekistán, Tailandia, Vietnam, Corea del Norte, y Turquía que todavía mantienen sus madroños. El gusano de la seda se alimenta de las hojas de madroño que produce una baya muy aromática parecida a la mora. Desgraciadamente, hace muchos años que talaron los madroños en Georgia porque la seda local no pudo competir con la importada de China.
Cuando los artistas que trabajan en seda abordan un nuevo encargo, no pueden comprar seda local en Tiflis, capital de Georgia. Recientemente, se comenta en círculos académicos que hay emprendedores que pretenden volver a la producción de seda autóctona en este país del Cáucaso. Ahora bien, este arbusto con frutas exquisitas necesitará algunos años para que pueda alojar y alimentar al gusano de la seda que proveerá al mercado local de artistas. Irma Khoperia, licenciada en arte por la Universidad de Tiflis, no esconde su felicidad al saber que se van a plantar madroños otra vez. Mientras tanto, compra lo que se puede encontrar en el mercado cuando hace sus murales o le encargan pañuelos de seda. Con cierta tristeza, afirma que le gustaría poder disponer de una economía sólida que le permitiese pintar lo que verdaderamente le apetece pintar. Cuando pinta seda para una exposición a la que ha sido invitada a China tiene que pensar primero si el mercado chino aceptará sus obras. El corset que le impone el mercado le molesta sobremanera. Pero, hace mucho tiempo decidió dedicarse 100% al arte y vivir de ese trabajo que tanto le satisface y que no cambiaría por ningún otro. Ella es autónoma en Georgia y está pagando una hipoteca al 14%. La enfurece constatar que trabaja para los bancos y al final del dinero queda todavía mucho mes. Es madre de una familia monoparental y sostiene todos los gastos corrientes además de la hipoteca de lo que gana de la pintura de seda.
Dice que ha pintado miles de pañuelos durante toda su trayectoria profesional pero que en estos momentos solo los pinta cuando tiene encargos. En el pasado, cuando sí pintaba lo que le salía del alma, se dio cuenta que los clientes solían intentar regatearle el precio cuando se podía elegir entre varios pañuelos. Conociendo todo el proceso de elaboración, resulta bastante sobrecogedor que alguien intente pagar ese trabajo a precio de ganga. Para los que no conozcan el proceso de elaboración de un pañuelo de seda, primero hay que cortarla y tensarla en un marco con alfileres para que quede bien lisa. Después hay que dar una primera capa de color que servirá de base. Se añaden otros colores y, al final, se contornea con colores oscuros y un pincel fino para que se puedan resaltar los motivos. Se deja secar y se lava brevemente. Se vuelve a secar. Después se envuelve en papel y se dobla haciendo una especie de carteritas pequeñas. Se ata con una cuerda y se pone colgando en la parte superior de una olla con un poco de agua. Se tapa la olla de forma hermética y se pone a cocer el agua para que el vapor fije los colores. Después de una hora y media de cocción lenta se puede apagar el fuego. Al día siguiente, se lava el pañuelo para retirar restos de color. Se cuelga, se seca y se plancha. Después se cosen los bordes a mano. Coser un pañuelo de 50 x 100 puede suponer una hora de trabajo. Cuando está cosido, se planchan los bordes. Son muchas horas de trabajo y los 40 euros que pide le parecen justos. Los murales cuestan más, porque la seda también es más cara.
Esos precios son inasumibles para la mayoría de los georgianos, que sobreviven con salarios muy reducidos con el coste de la vida al alza. Siempre le entristeció que sus conciudadanos no pudiesen comprar sus telas consciente de lo importante que es la estética en el día a día. Como la belleza forma parte de la forma de vivir de Georgia, hace pocos años tuvo la idea de hacer diseños e imprimirlos para bolsas, cortinas o manteles con su hermana. Desde entonces, se acercan clientes georgianos que le compran manteles o tapetes muy originales para adornar la mesa. También las tiendas de souvenirs y algunos museos les piden imprimaciones de obras de arte de pintores georgianos como Niko Pirosmani.
Como nos podemos imaginar, la crisis del coronavirus está ocasionando estragos porque Georgia ha cerrado la frontera a cal y canto. Si los meses de enero a marzo son, de por sí, muy poco movidos, con este fenómeno están siendo devastadores. Las pocas cosas que imprimen apenas dan para cubrir la mitad de la hipoteca. Menos mal que las relaciones sociales funcionan y cuando alguien está en un aprieto se le ayuda con un préstamo sin intereses. Es vivir al borde del ataque de nervios casi todos los meses.
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