Germán Gorraiz | El coronavirus y el Big Brother chino
El pensamiento del Gran Líder, Xi Jinping, sería rígido e incorregible lo que le impele a no tener en cuenta las razones contrarias (ausencia de la necesaria empatía para conectar con la angustia y desolación que embarga a la sociedad y china ante el apocalíptico coronavirus que los asola) y tan sólo recogería datos o signos que le confirmen el prejuicio para convertirlo en convicción, lo que se plasmaría en la imposición de una censura total en las informaciones sobre el coronavirus en Internet.
El Gobierno chino habría recurrido a los gigantes tecnológicos en su intento de monitorizar en tiempo real los contagios por coronavirus y según la agencia Reuters, el gigante Alibaba habría lanzado una función que asigna un código QR de color que representaría el estado de salud de los residentes en Hanfzhou. Tras completar un cuestionario, los residentes reciben un código QR basado en colores a través de la aplicación de chat DingTalk administrada por Alibaba y según el color correspondiente, deben adoptar las medidas profilácticas prescritas en dicha aplicación. Dicha aplicación, aunada con el descomunal despliegue de cámaras de vigilancia con inteligencia artificial para el reconocimiento facial de personas incluso con mascarillas, convertirán a China en el Big Brother que controlaría en tiempo real a todos los ciudadanos chinos.
Sin embargo, la pandemia del coronavirus (con sus consiguientes efectos colaterales en forma de oscurantismo informativo, cuarentenas de ciudades, falta de material médico, paralización de la actividad productiva y episodios de desabastecimiento de alimentos), podría provocar el final del endémico aislamiento y pasividad del individuo sumiso y acrítico que conforma la actual China. Así, estaría ya surgiendo un nuevo individuo reafirmado en una sólida conciencia crítica, sustentado en valores caídos en desuso pero presentes en el código atávico chino como el respeto al medio ambiente, la solidaridad y la indignación colectiva ante la corrupción e injusticia imperantes y dispuesto a quebrantar las normas y las leyes impuestas por el Partido Comunista. Los primeros mártires de la rebelión serían el joven bloguero Chen Qiushi (actualmente en paradero desconocido) que se encargaba de radiografiar la angustia de Wuhan a través de sus vídeos colgados en Youtube a través de las VPN y el doctor Li Wenliang, (represaliado por la censura del Partido Comunista Chino y considerado tras su fallecimiento como el primer mártir del coronavirus), paradigmas que podrían ayudar a diluir el opiáceo inhibidor de la conciencia crítica de la sociedad china (consumismo compulsivo).
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