Catalina de Erauso | Entrevista a Cándido Ibar II
La vida en el corredor de la muerte
- Seguro que Pablo ha tenido relación con presos que después han ejecutado. ¿Qué cuenta sobre eso?
Decían antes que Texas era el estado que más presos ejecutaba. Ahora es Florida. Además, el juzgado que ha juzgado el caso de Pablo es el que peor fama tiene (Broward County) Después de tantos años sí que ha conocido a presos que después han sido ejecutados. Cuando la sentencia es firme, la ejecución puede tener lugar cualquier día. Y antes de la ejecución, a los presos los trasladan al lugar donde se efectuará la misma. Lo que ven los compañeros de cárcel es que él ya no está. No saben si está esperando la ejecución o ha tenido una medida de gracia. Si lo ejecutan, se enteran por el periódico. Pero como son tantas ejecuciones, ya hay hasta cierta rutina, aunque dice que siente una sensación rara. He ido tantas veces a la cárcel que incluso yo notaba que faltan determinados presos y hay otros nuevos. Si los ejecutan, se enteran por el periódico.
- Estar en el corredor de la muerte significa que el próximo puedes ser tú
Mientras se está en proceso de apelaciones, no pueden ejecutar al preso. El corredor de la muerte tiene una sola ventaja: que el preso está en situación de aislamiento. Por ese motivo, está más seguro porque nadie puede acceder a su celda. Así, los episodios de violencia con ataques de arma blanca que pueden ocasionar la muerte dentro de la cárcel no le afectan. Nadie puede atentar contra su vida. Si los presos tienen cuentas corrientes con dinero, les descuentan 8 dólares al día.
- ¿Cuántos de los reclusos con los que tiene son de origen hispano o afroamericanos?
He estado en innumerables ocasiones en la cárcel visitando a Pablo y la mayoría de los presos son negros, en torno al 70%. Un 10% son latinos y el 20% restante son blancos. Contrasta mucho porque la población negra supone alrededor del 10% de la población total. Pero creo que la mayoría está en la cárcel porque ha cometido un delito.
La vida en la cárcel
- Al tercer día de entrar en prisión, se encontró con que su compañero de celda tenía 7 cuchilladas y se estaba desangrando en el suelo estando la celda cerrada con llave. ¿Qué pasó con él?
Pablo había entrado en prisión un domingo y tenía un compañero de celda afroamericano muy alto. No lo conocía bien todavía. Cuando le llegó su turno, se fue al comedor a comer. Cuando volvió se lo encontró sangrando en el suelo con siete cuchilladas. Llamó a los guardas y se lo llevaron. Pablo no sabe si murió o lo trasladaron a otra cárcel. Esa incertidumbre le ocasiona ciertos trastornos porque no se sabe quién lo acuchilló y si el próximo va a ser él.
Pablo cuenta que hay muchísima violencia dentro de la cárcel. A los que han cometido crímenes no les importa delinquir dentro de la cárcel porque saben que no podrán salir nunca de allí. Pablo y otros presos en su misma situación no informan a sus familiares de todas las agresiones para no preocuparlos. O sea, yo solo sé parte de lo que pasa. En su grupo son 48 personas y él tiene un compañero de celda. Si hay algún incidente en el grupo, están todos castigados sin salir. La buena conducta individual no es garantía de que ciertas rutinas se cumplan.
- El trato con los demás presos
La vida dentro de la cárcel es muy peligrosa. Pablo cuenta que hay bandas de presos y también bandas rivales que pugnan por algún negocio sucio como el de las drogas. Y esa rivalidad se torna en violencia extrema con acuchillamientos cada cierto tiempo. Le pasó nada más llegar a su primera cárcel. Y me contó hace un par de días, que la semana pasada habían acuchillado a 5 internos. No sabe si fueron heridas de gravedad o no porque a los internos no les está permitido conocer esas informaciones. Me pregunto cómo hay navajas dentro de la cárcel si suelen registrar a todos los visitantes, hasta les hacen desvestirse y quitarse los zapatos y tienen que dejarlo todo fuera. Relojes, móviles, neceseres. Pero también sabe de casos de visitantes que querían meter de contrabando un cartón de cigarros. Se lo preguntó a uno se los guardas y le dijo que si le daba 25 dólares, él mismo le pasaría el cartón al preso. O sea que la propia guardia de la cárcel hace la vista gorda o se lucra de sobornos.
- Seguro que habrá tenido trato con personas que sí asesinaron. ¿Qué cuenta sobre eso?
Casi nada. Los presos no hablan de sus delitos con otros presos.
- ¿Y qué dice de reclusos que –como él- siguen manteniendo que no asesinaron a nadie?
Tuvo un compañero hondureño que compartió celda con él muchos años y al que pude conocer. También a él lo condenaron por un asesinato que no cometió. Tuvo la suerte de que en una segunda instancia le tocaron jueces y fiscales distintos. Precisamente por eso juzgaron el caso distinto que en la primera instancia. Cuando ya estaba libre, el hondureño fue a visitar a Pablo a la cárcel. Si a Pablo no le hubiesen tocado el mismo fiscal y un juez que tenía vínculos con la primera sentencia, igual estaría libre hoy…
- ¿Pueden negarse a compartir celda con alguien?
En teoría sí. Pero si alguien se queja de su compañero y le cambian de celda y, por un casual, el compañero se entera que fue porque su excompañero de celda se quejó, ya no se está seguro en la celda porque las puertas están abiertas. Además, si los abogados como un abogado euskaldun que estuvo una vez critican la situación carcelaria, pueden ocurrir cosas que, en teoría, no están relacionadas, pero en la práctica son muy sospechosas. Este abogado se interesó por los derechos de Pablo criticando a la prisión y, como por arte de magia, le denegaron citas y visitas de los familiares después. Cuando hay poder, te hunden. Si los demás presos ven que, por el motivo que sea, has logrado ciertas ventajas, se mueren de celos y pueden hacerte la vida imposible. O sea que luchar por los derechos es un arma de doble filo.
9. ¿Hay drogas?
Las drogas representan un gran problema dentro de las cárceles. Claro que las drogas están prohibidas, pero son omnipresentes. Hay bandas de traficantes que tienen teléfonos con los que hacen sus trapicheos. También está prohibidos los teléfonos móviles para los presos, pero ahí están, aunque haya un control de las comunicaciones que entran y salen al recinto de la cárcel por vía electrónica.
- ¿Cómo es el trato con el personal de prisiones?
Pablo no ha sido víctima de malos tratos por el personal de prisiones en ningún momento. En esto no hay ninguna queja.
- ¿Tiene miedo de que le agredan y pueda perder la vida dentro de la cárcel?
La primera vez que entró a la cárcel fue testigo del acuchillamiento del compañero de celda porque lo encontró sangrando en el suelo cuando volvió de comer. Le impresionó mucho y tuvo mucho miedo durante mucho tiempo, porque pensaba que le podía pasar a él también y sus familiares nunca se enterarían de lo que había pasado realmente. De hecho, cuando hay un ataque a un preso, el personal de prisiones sí viene a preguntar si alguien ha visto algo. Pero todos callan. Y lo que me sorprende es que no se pongan a buscar el arma homicida. No necesariamente tiene que ser un cuchillo. Se pueden cortar plásticos que pueden servir como arma.
La vida después de la cárcel
- ¿Qué planes tiene para después de la cárcel?
Los planes que tiene cuando quede libre son salir cuanto antes de los EEUU y mudarse a Euskal Herria. Cuando venga, lo primero que hará será dar las gracias al Gobierno Vasco y al Gobierno español por las ayudas recibidas y también a todas las asociaciones que han hecho posible pagar todos los gastos judiciales que han impedido su ejecución cuando estaba en el corredor de la muerte. Pero claro, ¿cuándo quedará libre?
- ¿Se siente Pablo norteamericano?
Desde hace años Pablo no se siente norteamericano. Cualquier vínculo emocional que hubiese tenido con ese país, desapareció ya desde hace tiempo. Su objetivo es cerrar página y emprender una nueva vida con su mujer y sus hijos. Y como hay mucha gente que le escribe desde Euskal Herria y desde España, su ambición es más grande cada día.
Pregunta íntima
- ¿Qué significa para ti la palabra zintzo en euskera?
Una persona de buena fe, íntegra y recta es una persona que se podría definir como zintzo. Ahora que me lo preguntas, me acuerdo de un episodio de cuando yo era adolescente. Tendría unos 17 años y vi la compra de una res que hizo un familiar mío con un tratante en Ormaiztegi. Soy hijo de agricultores. Cerraron el trato de palabra. El tratante no le pagó en el momento. No era habitual en la época. El pago se efectuaba después. Aquel tratante dijo algo que se me quedó grabado. “Para dar la palabra, hay que ser digno de ella.” El valor de la palabra era bastante mayor que el de cualquier contrato firmado en papel. Incumplir la palabra dada significaba perder la dignidad. Con el incumplimiento del contrato escrito, solo se perdía dinero. Por eso le pregunté a Pablo en la cárcel: “solo te preguntaré esto una vez: ¿tienes algo que ver con ese triple asesinato?” Pablo lo negó rotundamente. Su palabra me alivió mucho.
Me puedo imaginar que la pregunta de Cándido atravesó como un rayo a Pablo. Y es que tener un zarra por padre pone firme a cualquiera.
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Andrés Krakenberger es quien mejor conoce el caso y explica las vicisitudes de los juicios de Pablo AQUÍ
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