Catalina de Erauso | Entrevista a Cándido Ibar
Cándido Ibar es el padre de Pablo Ibar, condenado a pena de muerte primero y desde hace unos meses a cadena perpetua en los EEUU. Pablo, está en estos momentos en una prisión de Florida cumpliendo la condena. Cándido, después de haber vivido 51 años en los EEUU ha vuelto a su Euskal Herria natal. Dice que ya no lo soporta más en los EEUU. La entrevista con Cándido Ibar ha tenido lugar en euskera porque es su lengua materna y habla un euskera castizo después de haber pasado casi toda su vida en los EEUU. Cuenta que, al principio, hablaba euskera con sus compañeros en Florida, pero por circunstancias de la vida, hace 20 años que dejó de hacerlo. Solo tenía ocasión de hablarlo cuando venía de visita a Euskal Herria. En esta entrevista, hablamos de la condena de su hijo y cómo lleva Pablo la vida en la cárcel. Para no perjudicar a Pablo, hay determinados detalles que no se harán públicos por mucha rabia que le den a Cándido. Pero, para empezar, le preguntaremos qué le hizo emigrar a los EEUU.
Hacer las Américas
- Salir de Zestoa e ir a hacer las Américas. ¿Cómo fue eso?
Siempre me había gustado jugar a pelota y tuve la oportunidad de ir a Florida a jugar a pelota como pelotari profesional. Salí el dos de diciembre de 1968, hace exactamente cincuenta y un años. No fui solo. Fuimos otros 42 pelotaris vascos y después nos encontramos con otros dos más en Florida. En total 44. En Florida, había por la época 10 frontones y en Nueva York 3. La afición por la pelota era muy grande y lo es todavía. Por lo tanto, pasé muchos años jugando a pelota como pelotari profesional.
- ¿Fuiste o eres aventurero?
En un principio me atrajo la idea de hacer un poco de dinero. El dólar estaba entonces a más de 60 pesetas y suponía una fortuna para nosotros. No fui con una idea concreta de quedarme unos años y volver. Fui tomando decisiones a medida que me renovaban los contratos y me esforzaba por hacer bien mi trabajo para ser premiado con una renovación. Allí conocí a mi mujer, que era cubana, y de ese matrimonio nació Pablo.
- ¿Qué sensación tenías al llegar a América? ¿Miedo, incertidumbre, esperanza?
Fue un poco una locura porque no sabía hablar inglés. Pero sí que entendí desde un principio que podía labrarme un futuro. Y esa idea me atrajo porque, a finales de los sesenta del pasado siglo con Franco vivo, no había muchas posibilidades en Euskal Herria.
- ¿Conocías a alguien en América?
No conocía a nadie que viviese en los EEUU, pero no estaba solo porque fui con un grupo de pelotaris vascos. Los primeros momentos me sentí arropado por su compañía hasta que pude aprender algo de inglés y poder defenderme en ese idioma.
El periplo de Pablo
- Detienen a Pablo y ¿qué es lo primero que piensas?
Nos informaron que Pablo estaba siendo investigado como sospechoso de haber asesinado a las víctimas. El nombre del hombre asesinado me resultaba conocido porque me enteré de ese asesinato por la televisión. Y las primeras noticias que salieron insinuaban que había sido un golpe de la mafia, porque la víctima Sucharsky andaba metido en negocios de droga. Tenía también un local de bebidas, un night club. No le di mayor importancia. Y fue unas semanas después, cuando mi mujer de la que estaba separado me dijo que Pablo estaba detenido por una cuestión que era ajena a lo que había pasado con este asesinato. Me sugirió que teníamos que contratar a un abogado para que sacase a Pablo del atolladero. Pablo solo fue a una casa con su primo por un asunto de un pago. Y el primo que es colombiano sí tenía algún vínculo con el mundo de las drogas. Cuando detuvieron a Pablo por el asesinato, él ya llevaba conmigo entrenando para ser deportista profesional de pelota. Le quedaba una semana escasa para convertirse en profesional. Resulta que se había dado un golpe en la cara y estaba en reposo.
- ¿Qué fue lo primero que hiciste cuando supiste sobre su detención? ¿Hablaste con Pablo sobre el asesinato y le preguntaste si fue él?
Cuando ya estaba detenido y supimos que se le acusaba de ese asesinato, lo primero que hice fue ir a verlo y preguntarle si había participado en ese asesinato. Y luego Tanya, con quien se casaría después de haber sido condenado a pena de muerte y sigue estando casado, me confirmó que había estado la noche del asesinato con él. Pablo tenía entonces 21 años. Yo me quedé tranquilo porque no habría soportado que mi hijo hubiese hecho tal cosa.
- ¿Cómo fue la búsqueda de abogado? ¿Cómo has pagado las minutas?
Para el primer caso que nada tenía que ver con ese asesinato, mi mujer y yo pagamos a medias las minutas del abogado. En total eran 5000 dólares. Para el caso del asesinato, encontramos un abogado que nos dijo que nos iba a cobrar 15.000 dólares y teníamos que depositar 5.000 de inmediato. Al poco tiempo apareció el abogado diciéndonos que era un caso demasiado complejo para él y que nos buscásemos otro. Cómo no, se quedó con los 5000 dólares y no hizo nada. Después nos adjudicaron un abogado de oficio. En teoría, el cliente no le paga, pero la gente sí suele dar propinas a esos abogados porque en la época ganaban muy poco. Mi mujer y yo le dimos 10.000 $ de propina para que tomase más interés por el caso. No sirvió de mucho. Sé que ahora ganan mejor y además cobran por hora de trabajo.
En total, el caso de Pablo ha costado unos 2,5 millones de dólares. Esos gastos cubren los gastos de abogados, pero también todas las pruebas periciales que se han mandado hacer. Nosotros no teníamos tanto dinero. Ha sido el Gobierno Vasco, el Estado español y numerosas personas solidarias las que nos han ayudado a defender la inocencia de Pablo. Ha supuesto la ruina para mi familia y para la familia de Tania.
- ¿Por qué fue condenado?
Lo condenaron por el triple asesinato de Sucharsky y las dos mujeres que se encontraban con él en su casa el día de los hechos. Él siempre negó la participación en esos hechos por haber pasado esa noche en compañía de su actual esposa, pero de nada le sirvió. Cuando entró en la cárcel, no pudimos tener un vis-a-vis durante mucho tiempo y solo podíamos comunicarnos con él por medio de teléfono y verlo a través del cristal. No pudimos abrazarlo hasta pasados 5 años.
Las sucesivas condenas y la vida en la cárcel
9. ¿Cómo es el día a día de Pablo?
Cumple condena en una cárcel ubicada en un edificio viejo y cochambroso en Florida junto con otros 2000 presos. Está desesperado porque no puede hacer nada. Se levanta a las seis, va a desayunar y después recoge su habitación. Si hace buen tiempo y cuando le toca la hora dos veces al día, sale un rato a tomar el aire fresco o a jugar al fútbol y después vuelve otra vez a la celda. Allí puede hablar con los otros presos, pero se tiene que andar con pies de plomo para no entrar a formar parte de alguna banda organizada que comete delitos dentro de la propia cárcel. Hacer amistades es un deporte de alto riesgo en la cárcel.
Por la condena que tiene no le está permitido ni estudiar ni trabajar. Por lo tanto, no existe la posibilidad de reducción de condena. No hace nada durante todo el día. Cada una o dos semanas le permiten tomar prestado un libro en la biblioteca. Los sábados suele hacer su vuelta a la biblioteca. Ahora tiene una tableta y se puede comunicar con su mujer y eso le alivia. Antes, lo único que rompía la monotonía eran las visitas de la familia los fines de semana. Y en alguna ocasión una llamada de teléfono. Pero las conferencias desde la cárcel son muy caras y hay que solicitarlas con antelación para que sean autorizadas.
A veces, va al supermercado a comprar comida. Cuando tenemos dinero, le damos 50$ para que pueda comprar comida que le guste. Pablo se queja de que solo tienen comida basura en la cárcel. Dentro de la cárcel, hay tiendas donde pueden comprar cosas. Pero, ¿cómo lo hacen todos aquellos que no tienen ningún ingreso? Es un negocio.
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Mucho ánimo Cándido, que vamos a liberar a Pablo.