Jose Mari Esparza y Iñaki Anasagasti | Riadas, auzolan y país
Las riadas se llevan todo lo material que encuentran a su paso pero dejan al descubierto restos de viejos molinos y de sentimientos olvidados. Las huertas, y también los corazones, se llenan de un nuevo limo, rico de nutrientes y de valores, de los que se aprovecharán las generaciones siguientes. No hay mal que por bien no venga, dicen.
Así, las pasadas inundaciones en comarca de Tafalla nos han dejado el poso impagable del Auzolan, que sin duda va a marcar a las generaciones más jóvenes. Un pueblo unido es capaz de todo y, además, irradia felicidad. Parece mentira que tenga que ser una riada la que, junto a los trastos del zaguán inundado, nos redescubra lo mejor que tenemos.
Pero más allá de la geografía afectada, (Baldorba, Tafalla, Erriberri, Pitillas, Beire o el valle de la Vizcaya, tan desconocido para nuestros hermanos vascongados) la llamada al auzolan se ha extendido por todo el País. Era de ver la iglesia de Baigorri llena de bajonavarros, reunidos en solidaridad con sus hermanos del sur: Martikorena, Bedaxagar, Aire aizpak… Parecía que los ángeles se habían congregado a cantar por encima de las mugas. Cuando al final toda la iglesia, en un mal castellano, entonó “si llora Tafalla llora Euskal Herria”, de Fermín Balentzia, salimos más convencidos de que ninguna pena ni alegría, de cualquier pueblo vasconavarro, nos debe ser ajena, si realmente queremos hacer un país hermanado. Si sufre Amoroto, Lodosa o Urdiñarbe, sufre Euskal Herria.
En realidad, no inventamos nada: en enero de 1917, plena guerra mundial, en todas las iglesias de Tafalla, y suponemos que en todo Navarra, se hicieron colectas “en favor de los heridos vasco-franceses, nuestros hermanos de la Merindad de San Juan de Pie de Puerto”. Una solidaridad de raíces atávicas, de la que el abertzalismo fue continuador, no promotor.
En 1935, la comarca de Tafalla fue de nuevo inundada por el Zidacos; el PNV estuvo ágil –imaginamos al conspicuo Manuel Irujo en aquellos trajines- e hizo colectas por los batzokis para los damnificados. Paradojas, el abuelo y el padre de Adolfo Araiz, parlamentario de EHBildu, anduvieron por Bizkaia recogiendo aquellas ayudas.
En 1983 fue la izquierda abertzale la que estuvo acertada y movilizó docenas de autobuses para ayudar en las inundaciones de Bizkaia. Los que acudieron de Tafalla estuvieron dos días sacando barro y arreglando el puente de Arrankudiaga. Pasado lo peor, el Ayuntamiento acordó declarar a Tafalla “pueblo hermano”, organizaron una fiesta y allí se echaron versos inolvidables:
Nafartarrak gure anaiak
diradela erakutsi
Euskal Herria nortzu gerade
oraintxe dugu ikusi
Tafallatar gazteengandik
dogu asko guk ikasi
Nafarra amak bai entzun zuen
bere alabeen garrasi
Pero la solidaridad es un camino de ida y vuelta. Tras las inundaciones del pasado mes de julio, Arrankudiaga ha sido de los primeros ayuntamientos vascos en prestarse al auzolan económico y retomar la hermandad iniciada hacía 36 años.
Y nos preguntamos: ¿Por qué no repetir aquella ola de solidaridad con Bizkaia ahora con Navarra? ¿Y por qué no hacerlo cada vez que un pueblo o una comarca de Euskal Herria se vea en tales circunstancias, lo cual es cada vez más probable dadas las amenazas del cambio climático?
¿Para qué nos sirve si no, tanta fuerza abertzale y progresista en los ayuntamientos del país? Llevamos décadas quejándonos de la división territorial, del idealizado Zazpiak bat, de la construcción nacional, de la territorialidad… ¿No es mucho más sencillo y pedagógico comenzar con cosas concretas? ¿Obras no son amores? ¿Qué idea-fuerza une más a todo Vasconia que la palabra auzolan? ¿Qué tenemos más noble los vascones que nuestra atávica solidaridad? ¿Por qué no poner en marcha una maquinaria municipalista que responda al unísono cada vez que uno de nuestros territorios sufra? Udalbiltza, Eudel y la Federación Navarra de Municipios y Concejos deberían proponer a todos los ayuntamientos que asignen en sus presupuestos anuales una cantidad para esas urgencias.
Mientras, poco a poco, van llegando las ayudas –la cantidad es lo que menos importa- a los pueblos afectados. Ayuntamientos del PNV como Tolosa; del PSOE como Egüés; de UPN como Azagra; de Bildu como los del Goierri. El más pequeño Erripa, en el valle de Odieta, donde sus cuarenta habitantes también quieren salir en el mapa de la solidaridad vasconavarra. En otros pueblos, sin embargo, la ayuda solicitada sigue trabada por la burocracia, los tecnicismos legales o el desconocimiento de la importancia histórica y simbólica de algunos pequeños gestos.
Si de algo debería servir este artículo es para espolear a algunos paisanos y paisanas y comprendan que, cuando llega una riada, nos moja a todos.
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