Marcel Lhermitte | Una imagen que mira al futuro
Al tiempo que Manuel colgaba un cartel en la farola, la camarera del café de la esquina –que no se perdía detalle de la operación–, con un inconfundible acento marabino, dijo: el hombre de la foto tiene la mirada en otro lugar, es como si estuviera mirando hacia el futuro, como que viera más lejos que nosotros.
Unos pocos días antes, en una reunión de comité de campaña de alguna localidad catalana cuyo nombre no viene al caso revelar, ante un contratiempo en la impresión de la cartelería, alguien intentó descomprimir la situación, así que preguntó si alguien ganaba o perdía una elección por los carteles y cuántos votos aportaba o restaba un buen diseño colgado de una columna del alumbrado local.
No conozco ningún estudio científico que haya investigado el peso real de la cartelería en el resultado de las elecciones. Es más, dudo que alguna consultora haya hecho ese trabajo, al menos en los últimos tiempos, pero sí puede decirse que los resultados de las campañas electorales no se miden exclusivamente por una acción aislada, sino que se trata de una multiplicidad de iniciativas, de recursos, que forman parte de una planificación estratégica, y que resulta complejo evaluarlas individualmente.
Claro que hay diseños de carteles que han marcado historia y que llenaron de significado los procesos electorales. Un ejemplo fue el de la campaña del año 2009 de la fórmula presidencial de José Pepe Mujica y Danilo Astori, en donde el exvicepresidente aparecía en una actitud que daba a entender que le dictaba algo al exmandatario. El mensaje era claro, Astori daba seguridad, certezas, a aquellos que no confiaban en las aptitudes del líder tupamaro.
También el expresidente estadounidense Barack Obama marcó historia con su gráfica. Con la cabeza ligeramente reclinada y con una mirada que se posicionaba en un horizonte lejano. Un diseño similar también utilizó recientemente, pero con mucha más frescura, su compatriota Alexandria Ocasio Cortez en la campaña parlamentaria.
En las recientes elecciones españolas los principales candidatos presidenciales también contaron con cartelería en donde, por lo general, eran tomados en un primerísimo primer plano y mirando de frente a los observadores.
La tradición
El pasado 10 de mayo comenzó formalmente la campaña electoral municipal en España, y en el primer minuto de esa jornada la tradición marca que los militantes salen a tomar las calles, a colgar pasacalles –o pancartas– y carteles de las farolas.
Seguramente nadie vaya a ganar la elección exclusivamente por un cartel de un político que mire a los ojos, o como David, el candidato de la localidad catalana, que según la camarera marabina mira hacia el futuro.
No sabemos cuántos votos más, o menos, pueda conseguir un partido por una buena cartelería, pero sí es importante en la presencia y en el ánimo del votante. Un candidato o un partido que esté presente en forma contundente en las calles dejará la sensación de grandeza, de contundencia, de estar allí y de superar a su rival en ese primer mojón. Intimidará posiblemente a sus rivales, infundirá respeto o quizás pasará desapercibido.
Esa sensación influenciará en el estado de ánimo militante, para bien o para mal, y ese elemento es vital en cualquier elección. Pero simultáneamente también marcará el estado de ánimo ciudadano y aquí existen particularidades interesantes, porque es importante dar la sensación de ganador, pero cuando se pasa de la justa medida y se llega a la saturación, a arrollar a los rivales, el resultado puede ser negativo.
La camarera dejó de mirar al candidato del cartel, sirvió el café a los parroquianos que esperaban en la mesa y volvió tras la barra, a su trabajo, a su vida cotidiana y a pensar en los problemas que debe resolver cuando llegue, a la noche, como todos los días, a su casa.
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