Iñaki Errazkin | El fenómeno Zelig
Ayer vi por enésima vez la película “Zelig”, con Woody Allen como director, guionista y protagonista. Se trata de una comedia de 1983 que, en formato de falso documental, narra la historia imaginaria de Leonard Zelig, un individuo que padece una patología que le lleva a adoptar la personalidad y el aspecto físico de quienes le rodean, logrando confundirse con el entorno como si de un camaleón se tratase. El personaje que interpreta el señor Allen es capaz de segregar melanina a la velocidad de la luz para no destacar entre los negros, engordar en segundos para integrarse en un grupo de obesos o cambiar sus facciones en un instante para pasar desapercibido en cualquier Chinatown.
Sin llegar a estos extremos, he conocido a muchos Zelig en mi vida, de derechas, de izquierdas y mediopensionistas. Me refiero a esas gentes sin personalidad, de opiniones prestadas, que repiten y defienden como propios los argumentos que han oído o leído en este o aquel medio de comunicación. Lo hacen sin pretenderlo, estimulados inconscientemente por su necesidad de sentirse parte del rebaño. Es un síndrome humano, demasiado humano, que diría Nietzsche.
Cierto es que el que se exhibe se expone. Así, quienes tenemos la suerte de poder acceder a foros en los que compartir públicamente nuestros pensamientos contrarios al injusto orden establecido, somos objetivo preferente de los papagayos adoctrinados por el Cuarto Poder. Son los tontos útiles del Sistema, los que instalados en la más absoluta inopia intelectual niegan la vigencia de la lucha de clases porque así han sido aleccionados por los reptiles que venden a buen precio su palabrería en las tertulias. No importa si ellos mismos son parias de la tierra, pues, en su indefensión, han aceptado la tabla de valores impuesta por los amos de sus vidas y haciendas. Para ellos, quienes preconizamos la necesidad de luchar para transformar este planeta en un mundo más amable, justo y solidario, somos unos indeseables, subversivos y filoterroristas que ponemos en peligro no sé qué quimérica paz social.
En la otra ala del espectro político, los Zelig izquierdistas reproducen los mismos esquemas que sus adversarios. El miedo a desafinar les hace osados, llevándolos a justificar falazmente sus posturas sectarias con argumentos ad hóminem con los que intentan lesionar a los pensadores libres. La libertad incomoda a los esclavos.
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