Catalina de Erauso | Entrevista a Jabier Salutregi 5
Su paso por la cárcel
Usted sigue manteniendo que fue injustamente encarcelado. ¿Cuánta gente ha sido injustamente condenada en Euskal Herria desde 1975 con argumentos similares de pertenencia a ETA? ¿Se sabe ese dato ¿Cómo ha aprovechado el tiempo en la cárcel?
No conozco datos sobre cuántos ciudadanos vascos han sido condenados injustamente. Lo que si puedo atestiguar es que he conocido algún caso de jóvenes que fueron encarcelados preventivamente y que les mantuvieron en esa situación los cuatro años que permite estirar excepcionalmente la Ley y, después de ser puestos en libertad, volvieron a ser detenidos con la intención de mantenerles otros cuatro años en la misma situación de preventivos, con lo que sin haber sido juzgados podían pasar en total ocho años de prisión sin haber sido condenados. Creo que, finalmente no llegaron a cumplir los ocho, pero rozaron la media docena en prisión.
También puedo constatar que el 99,99% de los encarcelados, acusados de pertenencia a ETA, fueron juzgados sin todas las garantía jurídicas a las que tenían derecho durante el período de detención y sin las garantía procesales durante el proceso judicial. Prácticamente la totalidad vieron negados sus derechos a la asistencias letrada de su abogado de confianza y cuando el de oficio les asistía, esto era un mero acto simbólico en el que el abogado se convertía en un invitado de piedra y el acusado no podían ni mirarse ni, mucho menos, intercambiarse consejos u opiniones. Asimismo la asistencia del médico forense era un mero trámite en el que éste daba el visto bueno para que se le siguiera interrogando. No conocí a ningún encarcelado vasco que no hubiera sido torturado en la comisaría de la policía o en los calabozos de la Guardia Civil, aunque algunos pocos, según oí decir, no las habían sufrido.
Bajo estas circunstancias, creo firmemente que, si están contabilizados oficialmente, bajo el aval del Gobierno de Lakua, más de cinco mil ciudadanos de Euskadi torturados, a los que cabría añadir un número importante de ciudadanos de Nafarroa, muchos de los que fueron condenados por autoinculpación eran y son inocentes. He conocido jóvenes a los que les cayó un porrón de años por sus “malas” declaraciones ante la policía o guardia civil, inculpándose de acciones no realizadas y de detalles exagerados de las que se les conocía su autoría y que les suponía más años de condena.
Cabe añadir a este respecto que en países más garantistas teóricamente que en el Estado español, los especialistas en el mundo penitenciario estiman que siempre existe un porcentaje, que ahora no recuerdo en cuánto está estipulado, de personas condenadas erróneamente. Esta premisa también se cumple en el caso de los presos políticos vascos cuyo número en estos momentos sobrepasa los trescientos. Es decir, hay muchas probabilidades de que exista un % (porcentaje) de inocentes en prisión pertenecientes al colectivo de presos políticos vascos
En cuanto a lo personal, el periodo de la cárcel, siendo inocente, como era mi caso, me provocó un tremendo enfado, tanto durante el tiempo que estuve preso como cuando fui puesto en libertad. Todavía me dura y creo para el resto de mi mi vida me durará. A este respecto, no creo que la situación mental de un inocente condenado sea la misma que un condenado por haber realizado algo que le haya llevado a prisión. Yo solo puedo dar fe del primer caso, ya que yo fui condenado siendo inocente.
En cuanto a la estancia carcelaria, creo que cada uno puede dar una versión tan diferente como es la diversidad de los caracteres humanos. En mi caso, me dí cuenta relativamente pronto de que en prisión debes espabilar cuanto antes y asimilar y aceptar rápido tu situación de preso. A partir de aquí empiezan a funcionar las neuronas y comienzas a comprobar que los muros de la prisión puede adocenar el cerebro si te dejas llevar por el ostracismo carcelario.
Es así que, yo al menos, comencé a leer un montón (siempre he sido un buen lector). Al principio de una manera anárquica y casi con obsesión, pues entre otras cosas los últimos años sólo había tenido tiempo de leer periódicos.
Poco a poco, con racionalidad, vas midiendo la cárcel y comienzas a ordenar tu tiempo. La introspección ocupa mucho tu estancia en prisión y viene bien. La prisión te concede el privilegio de conocerte mejor, de hacerte preguntas que antes no te hacías, de pensar en tu pasado y de intentar vislumbrar tu futuro, de desmenuzar errores pasados, hacer proyectos viables o no a largo plazo. Y te das cuenta de que te tienes que querer más, de que tienes que cuidarte física y mentalmente y, sobre todo, disciplinarte y trabajar contra los muros que te impiden tener acceso a los referentes civilizados del mundo exterior.
Así fue que también, junto con la lectura y la reflexión, a punta de paso taleguero por los patios, también me dio por dar rienda suelta a mi imaginación y me dediqué a la pintura. Recuerdo que comencé por pintar mi celda en Picassent (Valencia) que quedó preciosa, llenas sus paredes con arabescos (o algo así) de colores diversos. Y según me contaron, cuando me trasladaron a otra prisión, un montón de los internos que allí quedaron solicitaron inmediatamente mi chabolo para habitarlo. Al parecer, les resultaba bonito, acogedor y agradable. Cierto es que rompía con la monotonía y seriedad carcelaria del resto…, y las vistas tampoco eran tan malas.
Trasladado al Penal de Burgos seguí, sin encomendarme a nadie, dando más pasos con la pintura. Allí quedaron más de medio de centenar de cuadros (mayormente caras) en las escuelas de la prisión y que, según me han contado, enseñan a las autoridades que de vez en cuando visitan el centro. Y fue en Burgos donde encontré el mejor camino para no anquilosarme y adocenar mi cerebelo. Me matriculé en la UNED para estudiar Antropología cultural, una carrera que, sencillamente, me fascinó desde el primer momento y que no terminé, me faltan algunos créditos (bastantes), pero que siempre me entran ganas de retomar un año de estos.
La Antropología llenó mis expectativas, y estudiando los libros de texto fui feliz, pues me ayudaba a “evadirme” con fundamento de aquel antro oprimente. Entre los estudios, los pasos reflexivos en solitario o acompañado por mis compañeros, mis lecturas y mis pinturas pasé los últimos cuatro años de prisión. Y, aunque parezca exagerado hay veces que añoro aquellos momentos, aunque no tanto como para cambiarlos por mi libertad donde, en mi humilde opinión, es mucho más difícil de disciplinarse que en la cárcel.
No hace mucho tiempo decía Ramón Cotarelo a El Hurón que EGIN era buen periodismo. ¿Qué le pasa por la cabeza cuando escucha las palabras intoxicación, desinformación, fake news, posverdad? ¿Cómo valora el comportamiento de periodistas como Inda, Marhuenda, Montesinos, Sostres, Alfonso Rojo etc.?
A Ramón Cotarelo le respeto mucho y creo que es un gran piropo el que sostenga que EGIN hacía buen periodismo. Dicho esto, yo también creo que hacíamos buen periodismo, bueno en tanto que profesionalmente habíamos alcanzado un buen nivel y bueno porque era honrado y sincero hasta hacernos daño. Hacíamos un periodismo decente que reivindicaba sin tapujos ni caretas místicas el subjetivismo, algo que es tan legítimo como inevitable. Nunca mentimos a nuestros lectores ni a nuestros detractores, hacíamos bandera de lo que éramos, un periódico de la izquierda abertzale que diariamente informaba lo más rigurosamente posible y que en sus páginas de opinión decía su verdad sin trampa ni cartón.
Desde estos parámetros profesionales e ideológico-periodísticos, no puedo menos que contemplar con gran consternación el campo de batalla ideológico en el que se está convirtiendo el periodismo hispano. Es imposible discernir hoy donde se encuentra la verdad ( o lo más cercano a ella) si lees, oyes o ves los informativos diarios. Actualmente se está llevando a la práctica, con total hipocresía y clandestinidad indigna, un periodismo de trinchera desde unos medios que dicen ser objetivos y no ser reflejo de ningún partido e ideología. Hemos asistido a virajes espectaculares de periódicos que fueron en sus inicios vistos por los PAISanos como progresistas y que ahora se han mutado en sostenedores del poder que les da el sustento económico. Existen periódicos irRAZONables que dicen razonar y sus únicos argumentos rozan el fascismo, rotativos inMUNDOos que retuercen las noticias hasta dejarlas irreconocibles, cadenas televisivas que dieron un golpe de efecto izquierdoso y ahora dan alimento al fascismo más atroz desde su vitola progresista. Televisiones que ya ni miro ni oigo, pues creo que ya no tengo edad para avinagrarme el alma ni un poquito más.
Es cierto que han surgido, al calor de la caída del periodismo en papel prensa, medios digitales que han adquirido cierta dignidad, aunque a algunos de ellos les falta un punto de coraje y mojarse más. Estos medios, que son mucho más accesibles, también pueden hacer más daño cuando viran a posiciones más plegadas al poder o cuando la cagan informmejorativamente, pues su credibilidad va subiendo poco a poco y es cuestión de tiempo que ese Poder, así con mayúscula, les tiente y les reencauce por la senda oficial. En este último paquete, están incluidos los digitales dirigidos por el ínfumable Inda y el charlatán de feria Rojo que se venden al poder, mejor si este siempre es de la ultra derecha, para ejercer de filtradores de la desinformación, de los fake news, de la postverdad y de todo tipo de intoxicaciones políticas. Se apuntan a todo por treinta monedas.
Es mediante este tipo de periodistas que se se venden informaciones calificadas como de “investigación” que son pura y exclusivamente filtraciones interesadas de la Policia, Guardia Civil o de los servicios de inteligencia gubernamentales. Esos cojo-reportajes tan espectaculares no son productos trabajados, sino información facilitada directamente a los indas, rojos y demás mequetrefes del periodismo español por instancias relacionadas con el Poder político y, en definitiva con el Estado Profundo.
Por otro lado, están las redes sociales cuya expansión ha proliferado y con ello se ha implantado una suerte de situación informativa llena de incertidumbre. Ultimamente es difícil distinguir una información verdadera de una falsa (Fake), cuanto de verdad contiene otra (intoxicación), de donde proviene la otra (desinformación) y, cómo no, esa ristra de noticias que son calificadas con el eufemismo de moda: la postverdad. Termino acuñado para desdecir la realidad, cambiar el relato (otro término de moda) y cambiar la Historia al gusto y acomodo del Poder.
En estas están también los payasos de moda y por ello bien pagados que aparecen en cuanta tertulia que se precie de impresentable. Son bufones que se están sacando una pasta gansa gracias a que las cadenas de televisión les han elegido por su salvajismo ideológico y que les han sostenido tanto en el tiempo que se han convertido en actores de la cosa política sin mas mérito que sus imposturas, sus groserías, sus pucheros de enfado y su indignidad impúdica ante las cámaras. Ya no tiene credibilidad, pero tampoco les importa: actúan, gesticulan y cobran. Y lo peor es que, a pesar de su miserable verborrea, dejan un poso de perversión de la política con el que que están hartando a la ciudadanía. Son un auténtico atentado social.
Pregunta íntima
¿Para cuándo una hemeroteca digital con todos y cada uno de los números de EGIN para que pueda leerlo la ciudadanía e historiadores precisamente porque era periodismo de datos y análisis riguroso?
Creo que existen varias copias. Alguna de ellas a cargo de instituciones como el Koldo Mitxelena y otras, y no me equivocaré, sospecho que estarán en algún archivo del Ministerio del Interior, de la Judicatura o de estamentos policiales. Nos leían mucho todos los mencionados. Eran auténticos admiradores de nuestro trabajo.
Además existen varias colecciones encuadernadas, aunque ahora desconozco su ubicación. Unicamente sé que en el convento de los dominicos de Lazkao, aita Agirre tiene la colección completa de EGIN, desde su salida hasta su cierre.
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