Catalina de Erauso | El Valle de los Caídos
El Valle de los Caídos vuelve a ser noticia ante el temor que ha generado la posibilidad de que Pedro Sánchez podría favorecer la extracción de los restos mortales del dictador Francisco Franco de forma inminente. Las redes sociales hierven de argumentos espurios y guerras estériles entre los que quieren que los restos descansen en otro sitio y los que opinan que sus huesos están bien en el Valle de Los Caídos. La basílica se mandó construir en 1941 y fue construida por miles de represaliados bajo condiciones de trabajo que emulaban a los campos de concentración. Titular y administradora del lugar es la Fundación de la Santa Cruz del Valle de los Caídos desde 1957. El patronato y la representación de la fundación lo ejercen hoy el Patrimonio Nacional. La ley de Memoria histórica en su artículo 16 prohíbe la exaltación de la dictadura en ese recinto. Sólo se debe al culto. Por tanto, habría que cambiar este artículo, para hacer desaparecer el monumento y, con ello, los restos de Franco y Primo de Rivera. Mándese mandíbulas, clavículas y rótulas a sus familiares en un paquete certificado.
Se me ocurren algunas cuestiones que han pasado desapercibidas. Una de ellas es el coste que supondrá la extracción de los metacarpos de los dedos meñiques del dictador y demás huesos hasta el omoplato. Los costes no me importarían, si los fuese a pagar la señora duquesa de Franco. Me temo que también esta vez, nos van a pasar la factura a los contribuyentes honrados. Llama la atención el poco tiempo que necesitó la señora duquesa para pedirle a Felipe que le otorgase el derecho a heredar el título que concedió su padre a la esposa del genocida. Y también la celeridad con la que el exministro Catalá firmó esta cesión nada menos que un día antes de finalizar su cargo de ministro. Lo de sacar los restos mortales de su abuelo pagándolo de su bolsillo como hace el común de los mortales, ni se ha planteado. Si Pedro Sánchez promueve la exhumación de los dos genocidas, que sea a cargo de sus familiares.
Cuando los bajos de la basílica queden vacíos, ¿qué? Se está debatiendo qué habría de ocurrir con ese espacio que alberga todavía a los dos golpistas. Algunos apuestan por que debería ser un lugar para la memoria histórica. Otros optan por su voladura. Seguro que la voladura del complejo del Valle de los Caídos sería lo más barato. Ya propuso eso Iñaki Anasagasti en el Congreso y en el Senado hace décadas que le valieron una querella de los guardianes del Valle de los Caídos. Si se volase el complejo, se destrozaría todo el trabajo que hicieron los represaliados. Fueron ellos que con sus manos cortaron las piedras y las colocaron hasta dar esa forma arquitectónica a ese lugar. Por respeto a su trabajo, creo que se deben conservar esas piedras labradas por canteros condenados a trabajos forzosos. Si se conservase su arquitectura tal cual, el lugar traería a la memoria de muchos el motivo para el que fue diseñado, es decir para exaltar a los dos inquilinos que moran los bajos de la iglesia. La memoria se convertiría en trauma para unos y en exaltación del franquismo para otros. Y no están los tiempos para eso. Además, están los huesos de las 30.000 víctimas del genocidio franquista. ¿Qué hacer con ellas? Exhumación y entrega a sus familiares parece lo más lógico. Pero ante la opción de que los arqueólogos desentierren a las 30.000 víctimas del genocidio franquista, se podría plantear que, en lugar de la voladura, se podría optar por el desmantelamiento de la arquitectura piedra a piedra. Me consta que se emplearon algunos materiales nobles. ¿Por qué no dárselos a escultores y otros artistas para que con esos materiales hagan una obra de arte en honor a los 30.000 asesinados que yacen en el Valle de los Caídos? Es conocido que los materiales no tienen maldad, tienen maldad quienes los emplean para hacer obras exaltadoras de gente abyecta. Con esos materiales bien se podría crear una obra de memoria histórica con fines buenos. La memoria histórica debe ser memoria. Eso quiere decir que se deben recordar ciertas vicisitudes cada cierto tiempo para asegurar la no repetición. Dada la ubicación del Valle de Los Caídos, dudo que acoja a miles de peregrinos para hacer un acto de memoria tan lejos. ¿Y si se traslada el material a Madrid y un equipo de escultores, arquitectos, canteros y pintores hiciesen un monumento singular en memoria de los represaliados? La idea puede parecer inverosímil, pero vale la pena reflexionar sobre ello. En el centro de Madrid, sí serviría para recordar el trabajo de esas miles de manos castigadas a trabajos inhumanos. Se dignificaría su trabajo y nos obligaría a reflexionar sobre los castigos de los vencedores.
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