Javier Gutiérrez | Mi propio infierno y mi autoexorcismo: la adicción a las redes sociales
Hoy vengo a relatar mi experiencia y las consecuencias en las redes sociales, vengo a expresar causas de dicha adicción, el mecanismo de dicha adicción y el porqué de dicha adicción. Es importante hacer énfasis en que no son causas iguales, aunque la ilusión llega a ser la misma, llega a ser igual. Una ilusión sobrecargada de marketing, sobrepuesta a una realidad fuera de redes sociales. Y un cúmulo de consecuencias atroces con estragos feroces en lo anímico y en lo mental.
En lo personal, debo relatar que mi adicción a las redes sociales, inició con un vacío de ocupaciones, me sentí vacío, tras haber sido despedido de un primer trabajo… Mismo que a decir verdad no me era tan satisfactorio. Y tras intentar reinsertarme a un mundo laboral siempre cambiante, siempre exigente, siempre demandante en todos los aspectos posibles, siempre pugnando por la existencia de un máximo de esfuerzo ante condiciones difíciles de sostener para el trabajador.
Sin embargo, no deseo alejarme del tema que me atañe, tras estas situaciones, es importante expresar que este que les relata, se fue envolviendo en twitter, haciendo trabajos de ayuda para redes asistenciales a personas con discapacidad, conocí gente maravillosa con las que fui creando un vínculo de amistad aparente, me fui envolviendo. Cada vez caí más bajo, y cada vez sucedían cosas más descabelladas que las anteriores, con supuestas relaciones de pareja que me inventé.
Con opciones laborales que nunca se daban, con una interacción con mujeres tan hermosas como nunca ningún par de ojos humanos vieron. No salía de casa, presentaba signos de hostilidad, presentaba signos de demencia. Llegaba a creer que twitter me había cambiado la vida, que este que les habla era un ser “renovado” y “redimido” a partir de las interacciones con esas personas que llegué a conocer en esa red social que tanto estoy citando.
Tuve interacción con gente de tantas partes del mundo, que es imposible recordar las nacionalidad de todas ellas, tuve aun cuando fuera imposible de entender debido a la manera tan artificial de dicha interacción un incipiente aprendizaje de algunas frases útiles de muchos idiomas, quizá lo único que se puede sacar de benéfico en una red social de esta magnitud. Sin embargo, mi vida ligada a dicha red social, sólo eran problemas y mentiras externando lo peor de mí mismo.
Y lo peor no es eso, lo peor es que cuando tuve una forma de autoempleo siendo un abogado, me daba el lujo de no realizar trabajos por no perder detalle de lo que “acontecía” en dicha red social. No pongo culpables, no pretendo descargar en ello una culpa que para superar una adicción debo de asumir, en esconderme tras un aparato que sólo lava cerebros creando una realidad imaginaria. Al modo de Jean Baudrillard, un objeto hiperreal que no tiene fronteras.
Aun continuando con estudios de posgrado, como los realizados por este que escribe, es importante hacer ver que no siempre me fue fácil evadirme de dicha adicción, no veía la hora de volver a estar ahí, enrolado en ese vicio. Sólo eran episodios de una lucidez que se relacionan con un síndrome de abstinencia importante e incomentable. Horas de ira inimaginables donde sólo me puedo dar a entender mediante lo expresado por la canción de John Lennon “Cold turkey”.
Misma canción que poco tiene que ver con un pavo frío como mayormente se traduciría de modo literal. Sino más bien tiene que ver con esta adicción que tiene el episodio de abstinencia. Y duré con ese síndrome y esta adicción diez años. En estos diez años, como ya lo dije, hubo un empleo que no era del todo el mejor. Era lícito, no lo niego, pues de no serlo no lo hubiera tomado por cuestiones de principios morales.
No pasó mucho tiempo de ese trabajo, solo de abril a septiembre. En una empresa norteamericana afincada en México, fueron meses maravillosos. Sin embargo, tenía sus bemoles como por ejemplo el hecho de no poder discutir con los jefes sobre asuntos salariales, o sobre poder expresar libremente una muestra de camaradería. Incluso esta misma aventura laboral, me dejó la más amarga de las decepciones al ser tildado de acosador por jefes de esa misma compañía que por caballerosidad no nombraré. Intenté después a tener entrevistas de empleo por otros lados.
Más estos mismos trabajos, me daban pocas esperanzas de inserción laboral, pues no había una infraestructura necesaria para poder tener en una oficina a una persona con discapacidad, lo cual me llevó a tener un rencor insano para con quienes me rodeaban y una malsana envidia para quienes me aman como mis familiares. Lo cual no es ni remotamente una reacción sana, aunque era parte de un duelo que no supe llevar pues me inserté como dije líneas arriba en redes sociales.
Esta historia que cuento básicamente se resume en conocer gente, sobre todo mujeres, mujeres con las que como dije antes, tuve “romances” a distancia, conocí muchas, no he de negar que tuve momentos de felicidad, seguidos por episodios tristes. Esos episodios de tristeza me llevaban a la magia de conocer otras mujeres que no tenían muchas la intención de lastimarme y muchas otras que si la tenían como lo narraré más abajo en este documento.
La misma inexperiencia en este tipo de relaciones, me llevó a tener amoríos en donde muchas de estas mujeres me ayudaron a desarrollar una cierta cualidad que quizá yacía dormida en mí. Y esa fue la llave para que muchas me dieran algo más que su corazón, incluso sin advertirlo muchas de estas mujeres eran casadas y como era lógico, cuando sus maridos se enteraban, se disponían a proferir amenazas e insultos, y claro que lo habían de hacer, eran sus mujeres.
También estaba el lado de la necedad, de aquellas mujeres que solo querían ser mis amigas, y que yo siempre tuve la mala cabeza de no entenderlo. Y como en una red social cuando alguien no entiende ciertas cosas que expresamente se piden, pues existe una opción de hacer alejamiento, como lo es el bloqueo. Lo más curioso de esto es que muchas otras que juraban estar de enamoradas de mí, juraban que yo tenía algo que me diferenciaba del resto de hombres, lo cual me halagaba.
En el inter de todo este marasmo de intenciones románticas diversas, tuve la oportunidad de poder tener un empleo como abogado, (mismo que hasta hoy desempeño ya con mayor seriedad). Y digo que desempeño con mayor seriedad, porque también me daba el lujo de faltar a ciertas cosas importantes de esta misma profesión que en la medida de lo que yo mismo he permitido, he tenido muchas satisfacciones en el plano profesional.
Y ahora que me pongo a hurgar en el baúl de los recuerdos, he de decir que fue paradójico e incoherente, porque tenía ya un empleo, pero “buscaba” otro empleo en twitter, y se dio una opción por medio de una presentadora de televisión que yo seguía de la cual yo era seguidor por lo bella que era. Por lo cual todo fue una ilusión y una total decepción por no tener el valor de afrontar el compromiso de la profesión a la cual hoy tuve la oportunidad de volver por ser una madre noble.
Tiempo después, mis padres se ven engatusados por un vecino abogado, que le propuso a mi padre mil cosas para conmigo, y nos propusimos trabajar, mas no entendí que era algo malo para mi profesionalmente, poco tiempo después me aconsejó mi hermano dejar aquella leonina “sociedad” que mi testarudez me llevó a pensar que no querían verme trabajando de abogado. Y aun cuando nombre la palabra testarudez, tengo un argumento para pensar así que no cabe expresar.
Ya fuera de circunloquios, pretendo hoy en este acto, sacudirme de todo esto, de aquel “argumento” de aquella adicción. Y continúo con el relato, y a resumen de cuentas este abogado o “pseudo-abogado” pretendía usar mi cédula profesional, haciendo pasar mi número de patente profesional como si fuera su número de patente. Cosa que gracias a dios no sucedió y no tuvo ninguna repercusión para mi persona fuera de un distanciamiento y un abrir los ojos.
Y cosas como estas fueron las que me hicieron abrir bien los ojos, y poder descubrir que no existe nada invencible, la adicción es fuerte y te hace creer que existe gente buena –que la hay poca- pero no todos son ovejas en el mundo. Hay que abrir los ojos y darnos cuentas que esto de las redes sociales y la gente tóxica empieza a partir de una toxicidad interior. No surge en la toxicidad de otros cercanos o lejanos de nosotros.
¡Fuera Facebook y fuera twitter! ¡Fuera depresores sociales!.