Begoña Zabala González | Seis consideraciones sobre la violación múltiple en Sanfermines y la respuesta judicial-gubernamental.
Manifestaciones. Las movilizaciones impresionantes, en número, contundencia, radicalidad y denuncia, a medias, entre espontáneas y lideradas por un movimiento fortalecido por el M-8, han poblado la ciudad de Iruñea y muchos pueblos de Nafarroa de reivindicación y protesta. Frente al despropósito judicial de una sentencia y el acoso bestial de un procedimiento penal acosador para la víctima, hemos salido a la calle y ocupado el espacio público para gritar nuestro rechazo.
Destacamos la gigantesca manifestación cifrada en 35.000 personas del pasado sábado, en Iruñea, convocada por Euskal Herriko Mugimendua, que partiendo del que llaman ya “Palacio de la Injusticia”, abarrotó la emblemática Plaza del Castillo y calles adyacentes. Esta es la potencia del feminismo autónomo y radical, este movimiento que está en nuestro inicio y horizonte: alfa y omega de nuestra lucha.
Destaco consignas. Una foto del Diario de Noticias donde se ven dos carteles que portan sendas mujeres en una concentración: “La manada no son 5. La manada es el sistema”, “Pelear con un guardia civil: 65 años. Que te viole uno: 9 años”. Veo un cartel colgado en un referencial edificio de Iruñea, en Nabarreria, con las cinco fotos de las caras de los condenados por realizar once penetraciones a una chica de 18 años, contra su voluntad, en el tiempo record de la violencia machista de 18 minutos: “Para qué exponer sus fotos, si podemos disponer de sus cabezas”. Siguen las consignas habituales, reforzadas por un fallo injusto y machista: “No es no”, “Yo sí te creo”, “Sinisten dizugu”, “No es abuso, es violación”.
“¡Yo sí te creo!”, en el procedimiento penal. Nada más alejado del actual procedimiento penal y de las prácticas judiciales habituales que pensar que quien denuncia una agresión está diciendo la verdad. Es práctica habitual misógina no creer lo que dicen las mujeres. Menos, si es frente a un caso de violencia machista. “Algún beneficio obtendrá de ello”, piensa la voz de la misoginia. El espectáculo contante de ver puesto en entredicho el testimonio de una víctima, incluso cuando hay pruebas grabadas, sólo existe para hundir la moral de resistencia de las mujeres. Ya no importa cómo terminará el juicio, qué dirá la sentencia. Consigue este procedimiento que cuando llegues al final estés humillada y derrotada y todo el mundo se haya paseado por tu cuerpo agredido. Sólo quieres eso, que acabe cuanto antes. Aquí está el movimiento feminista: ¡Nosotras sí te creemos y seguimos resistiendo en tu apoyo y solidaridad! ¡Aquí no se rinde ni Dios!
Agresión, violación, abuso. El demente Código Penal vigente en el Estado español, por imposición, primero, de un Gobierno del PSOE, en 1995, y, posteriormente, por la aplicación del rodillo del PP que lo ha modificado a su antojo con su totalitaria voluntad, no resiste un primero de Máster de Derecho Penal democrático. Ni es garantista, ni pretende resocializar, ni plantea procedimientos alternativos,…
En los delitos que atentan contra la libertad sexual, fundamentalmente padecidos por mujeres y ejecutados por hombres, las múltiples modificaciones y parcheos realizados, con añadidos sucesivos de tipos penales y subtipos agravados, nos ha llevado a una práctica imposibilidad de ser considerada víctima.
O sea, el abuso sexual es una agresión sexual realizada sin el consentimiento de la víctima, pero sin violencia ni intimidación. Entonces, si la mujer no consiente, en un acto tan de querer en positivo como es una relación sexual, y no quiere tener esa relación sexual, ¿qué es lo que hace que la agresión se de contra su voluntad? Y el Tribunal dice: “la prevalencia”. Se valen de más, se prevalen. Se valen de su fuerza física y de su número. Se valen del encierro o secuestro en un portal. Se valen de la reacción paralítica de miedo de la víctima. Se valen de que son hombres con impunidad. Se valen de que uno es guardia civil y otro militar, con formación específica para agredir y para matar, a veces portadores de armas. A veces, algunos de estos hombres pertenecientes a estos cuerpos armados han sido denunciados por maltratar y torturar en sus cuartelillos, y se lo han recriminado organismos internacionales que en varios lugares tienen mucho prestigio: Amnistía Internacional, Naciones Unidas y Tribunal Europeo de Derechos Humanos. Se valen de que es una víctima propicia, joven, en un lugar desconocido, sola –entre multitudes en fiesta-. Se valen de que llevan plantificando la acción y radiándola por sus móviles. Esto que denominan prevalencia es violencia intimidatoria. Esto que denominan abuso, es agresión sexual múltiple: cinco personas, once penetraciones, 18 minutos, encerrada en un portal.
Grabación, propagación por los móviles, robo. Para la sentencia no hay tales delitos. Ni siquiera para hacer el relato. Mejor hablar de delito continuado: Todo se subsume en un único delito para llegar a que la mujer ni consienta, ni se oponga, ni resista, ni sufra violencia, ni se la intimide. El limbo de la libertad acaba de nacer. Se llama violar a una joven sin violencia, ni intimidación, ni consentimiento.
No en nuestro nombre. La guinda la quiere poner el PP y algunos que le ayudan en estas tareas. Modificar el Código Penal, agravando las penas, es la propuesta. No sabemos qué penas ni en qué delitos. Siempre lo hemos dicho: no es una cuestión de años de cárcel. En esto somos irreductibles. El primer deber del procedimiento penal es la averiguación de los hechos realmente sucedidos. Y relatarlos. El relato hoy y aquí es agresión sexual. Lo que la calle conoce como once violaciones, perpetradas por cinco hombres, en un lugar de secuestro. Los años de cárcel deberían ser el cálculo matemático de la calificación de los hechos.
La última consigna oída: “Herriak ez du barkatuko” (El pueblo no perdonará). Nosotras tampoco.
Emakume Internazionalistak