Sabino Cuadra .- Hace poco más de un mes, el 20 de febrero, se presentó en “La Casa del Barrio” de Carabanchel la Fundación vasca “Euskal Memoria”. A la misma habíamos sido invitados por nuestras amistades de aquí y de allá, Tasio Erkizia, Iñaki Egaña, Ion Arretxe y yo, que ejercía de presentador del acto.
En el último momento se nos informó que Ion no podía venir, pues había sido ingresado en el hospital por no se sabía muy bien qué. Fue una pena porque, como siempre que coincidía con él, estaba seguro que habríamos pasado un rato agradable y hecho unas cuantas risas en torno a aquella excelente paella que prepararon las amigas y amigos de “La Casa del Barrio”. Lo que no pude imaginar es que nunca más nos volveríamos a ver.
Aún cuando no acudió, yo hice su presentación como si hubiera venido. Ion se lo merecía y la gente allí presente debía saber que allí había una ausencia importante. En la misma señalé cómo lo conocí en Madrid en la presentación del proyecto documental “Objetos perdidos”, referido al asesinato de Mikel Zabalza por la guardia civil, proyecto que Ion estaba apoyando entusiásticamente. Mikel fue ahogado/asesinado durante su detención en noviembre de 1985. La versión oficial dijo que murió tras escaparse de sus aprehensores y lanzarse esposado al río Bidasoa buscando huir a Francia. Y se quedaron tan anchos. Y la Justicia miró hacia otro lado silbando habaneras.
El su libro “Intxaurrondo. La sombra del nogal”, Ion relata cómo fue detenido, junto con Mikel y varias personas más, en la misma redada. A Ion le llevaron al monte y allí le embutieron en dos sacos de plástico de los que se usan para sacar escombro, envolviéndole después con cinta de embalar dejándolo como si fuera una momia. Tras eso, una y otra vez, le metieron la cabeza en el río. Una y otra vez; una y otra vez. Después vinieron las torturas en el cuartel. Diez días incomunicado sin apenas dormir, violentado a todas horas. En las sesiones participó también el mismísimo coronel Galindo. Pero Ion sobrevivió. Él pudo ser Mikel Zabalza (así lo contaba Ion), pues las torturas padecidas fueron similares, pero no le tocó a él. Tuvo suerte. Mikel no.
Más tarde, tras pasar por la Audiencia Nacional, quedó en libertad sin cargos. Tampoco los hubo para el resto de detenidos. El que no se salvó fue Mikel, que aparecería unos días más tarde en el río Bidasoa. Poco antes, cuando su madre fue a preguntar a la guardia civil por el paradero de su hijo, la respuesta que recibió fue: “Si su hijo se ha perdido, mejor será que lo busque en objetos perdidos”. Amabilidad benemérita, crueldad sin límites.
En su libro, cuando relata el momento en que los guardias amenazan con fusilarlo y Ion piensa que aquello era ya el final, escribió: “¿Cuántas caricias se han quedado sin dar?¿Cuantos besos en el tintero de mis labios?. En el amor no se puede ser tacaño”. Afortunadamente, salió vivo de aquel infierno y gracias a ello hemos podido disfrutar durante estos treinta años de sus dibujos, caricias, guiones, besos, libros, dignidad y risas. Todo aquello que creyó se acababa ya cuando le amenazaron de muerte en Intxaurrondo. ¡Gracias por ello!
Las torturas sin muerte de Ion y la muerte por torturas de Mikel tienen un común denominador. Se llama impunidad. Hoy 20 de marzo publica el diario Gara cómo el guardia civil J.Mª de las Cuevas, uno de los condenados por torturar a Kepa Urra en 1992 (el gobierno del PP lo indultaría en 1999 y hoy es ya capitán) lleva años dando conferencias sobre la aplicación del derecho comunitario en el trato a detenidos, habiendo incluso representado al Estado español ante el Comité para la Prevención de la Tortura de la Unión Europea.
Similar fue el caso de Emilio Hellín, miembro de Fuerza Nueva y el Batallón Vasco Español, asesino de la joven estudiante Yolanda González, en febrero de 1980, en Madrid. Condenado por ello a 43 años de cárcel, recibió un trato de favor que le permitió evadirse de ella. Detenido de nuevo, cumplió en total poco más de la cuarta parte de su condena. Su arrepentimiento debió ser tal que fue contratado reiteradamente por el Ministerio de Interior (gobierno de Rodríguez Zapatero) para dar cursos especializados a la Policía Nacional, Guardia Civil y militares, en los que participaron también agentes de la Ertzaintza y los Mossos d’Esquadra.
Es tan solo la punta del iceberg. En la charla de Carabanchel, Iñaki Egaña se refirió a los 5.657 casos de tortura cometidos en Euskal Herria entre los años 1947 y 2014. El Gobierno Vasco, por su parte, ha identificado 4.009 entre 1960 y 2013. De todos estos, tan solo en 32 ha habido condenas firmes. La inmensa mayor parte de todos los cientos y cientos de policías de todo tipo y color que han participado en estas torturas no han sido identificados, mucho menos aún procesados o condenados.
¿Quiénes son estas personas, qué cargos ocupan, cuántos cuarteles/comisarías dirigen, en cuántas unidades especializadas en vaya vd. a saber qué participan? La pregunta no es ociosa porque, si el condenado por las torturas a Kepa Urra ha llegado a representar al Estado español ante el Comité para la Prevención de la Tortura de la U.E., ¿cuántos ascensos a sargentos, tenientes, capitanes, comandantes, coroneles e, incluso, generales -como Galindo-, habrán sido concedidos a quienes participaron de los mismos menesteres que J.Mª de las Cuevas y sus colegas?. Si fascistas impenitentes, miembros de grupos parapoliciales y asesinos convictos y confesos como Emilio Hellín instruyen a policías de todo color y condición, ¿qué es lo que puede anidar hoy en las mentes de quienes fueron sus alumnos y han ido ascendiendo también en la escala de mando durante todos estos años?
Hubiéramos querido poder dar a Ion los besos que el temió dejar sin dar allí en Intxaurrondo. No ha podido ser. Nos queda ahora la tarea de reclamar verdad, justicia y reparación para su memoria y para la de Mikel Zabalza, Germán Rodríguez, J.M. Etxeberria, Gladys del Estal… Ese es el abrazo que hoy y mañana queremos ofrecer a Ion. ¡Que te vaya bonito, colega!
Si desea leer más artículos de Sabino Cuadra, pinche AQUÍ