Sabino Cuadra .- En noviembre de 2015, “El País” publicó una entrevista con J.A. Delgado Ramos, segundo en la lista de Podemos en Cádiz, hoy diputado, y hasta entonces Secretario de Comunicación de la AUGC (Asociación Unificada de la Guardia Civil), que cuenta con 30.000 afiliados de los 80.000 agentes que tiene el cuerpo. En ésta afirmaba que “la Guardia Civil tiene dos caras, pero la mayoría de los ciudadanos solo conocen una, la que representa la eficacia, el sacrificio, la disciplina… Y luego está la otra cara, la que todos los gobiernos han tratado de ocultar. En comparación con el resto de cuerpos de policía es la peor pagada, la que peor jornada laboral tiene, la que más derechos cercenados…” Pues bien, sin entrar a comentar lo anterior, que también daría de sí lo suyo, hay que señalar también que tiene una tercera cara no mencionada: la de ser –dicho en términos suaves- uno de los principales instrumentos de violencia del Estado.
Hace unos días ABC publicó una grabación hecha al coronel J. Barceló, Jefe de la Guardia Civil balear -2.000 números a su mando-, en la que éste afirmaba: “Hostias y un golpe hemos dado ¡todos! El que ha trabajado un poco en esta Guardia Civil y no ha soltado una “paparra” (una hostia) es que ha trabajado poco”. Y Jueces y fiscales han mirado para otro lado, silbando distraídos.
La cosa viene de atrás. Lorca dedicó un romance a la guardia civil. Habla en él de una carga suya contra una fiesta gitana. “Tienen, por eso no lloran, de plomo las calaveras”; “entran a saco” con sus caballos y “los sables cortan las brisas que los cascos atropellan”. La revolución asturiana en 1936 fue testigo también, entre otros muchos casos (Casas Viejas, Arnedo…), de su actuación en la represión de las revueltas sociales de entonces.
Luego, tras el golpe, extirparon del cuerpo a todos los que se pusieron del bando republicano. En Pamplona, el comandante Rodríguez Medel, jefe de la guarnición local, fue la primera víctima del golpe. Luego vendrían 40 años de feroz dictadura que sirvieron para modelar e impregnar el cuerpo, de arriba abajo, a imagen y semejanza del fascismo triunfante. A pesar de ello, durante la Transición no fue practicada ninguna depuración ni exigida responsabilidad alguna a quienes reprimieron y torturaron impunemente.
La Guardia Civil fue también protagonista principal en el 23-F. Sin embargo los casi trescientos números, cabos y suboficiales que participaron en él ni siquiera fueron procesados. Tan solo lo fueron los oficiales y jefes. Luego, tras el generoso cumplimiento de las reducidas penas impuestas, muchos de ellos se incorporaron de nuevo al cuerpo donde ascendieron y llegaron a ser capitanes, comandantes, coroneles e, incluso, altamente condecorados por sus méritos profesionales. La lección a sacar era clara: puedes apuntarte a un golpe de estado porque no pasa gran cosa si éste sale mal. Y si sale bien, ni te cuento.
Un estudio hecho por el Instituto Vasco de Criminología para el Gobierno de Gasteiz ha recogido los testimonios de más de 4.000 personas que sufrieron malos tratos y torturas en la Comunidad Autónoma Vasca entre 1960-2013. La Comisión de Ética de la Universidad del País Vasco homologó 3.577 casos. El primer puesto en el ranking torturador, seguido de cerca por la Policía Nacional lo ocupa la Guardia Civil. En su cuartel de Intxaurrondo, auténtica cueva de los horrores, se planificaron incluso secuestros, asesinatos, desapariciones…
Con toda seguridad, muchos de entre los 30.000 afiliados de la AUGC han tenido que conocer, presenciar e, incluso, practicar esos malos tratos y torturas. Sin embargo esa tercera cara no tan benemérita no parece preocupar a la asociación porque, que yo sepa, no existen denuncias suyas relativas a esa continua violación de los derechos humanos en los cuarteles donde trabajan.
Altsasu, 15 de octubre. Fiesta grande. Son “Ferias”. Un teniente y un sargento de la Guardia Civil, así como sin querer, entran con sus parejas en uno de los bares más frecuentados por la juventud altsasuarra. No es para tomar un cafelito mañanero o un vermut al mediodía. Son las cuatro-cinco de la mañana, cuando el raciocinio se diluye y la sangre fluye intoxicada. Surge una discusión con varios jóvenes. El tono sube, primero en el bar, luego en la calle. Comienzan a hablar las manos. Empujones y golpes. Un guardia afirma: “te voy a matar”, “te voy a meter un tiro entre ceja y ceja”, lo cual no ayuda a calmar la situación. En resumen, trifulca envuelta en alcohol entre gentes que no se aprecian mucho entre sí. Las lesiones son mutuas: una fractura en el tobillo de un guardia civil, un mordisco en un brazo a un chaval, moratones varios…
La versión oficial habló de “emboscada”, “brutal paliza”, “linchamiento”, «agresión multitudinaria»… En cuestión de horas se dispara toda una campaña mediática –editoriales, tertulias, noticiarios…- y los hechos llegan hasta la Comisión de Interior del Congreso de la que ahora es Secretario primero el ex-dirigente de la AUGC. Allí, impulsada por el PP (suscriben también PSOE, Podemos, C’s, y PNV), se aprueba una Declaración que expresa su más “enérgica condena y rechazo de la brutal agresión sufrida por dos miembros de la guardia civil y sus respectivas parejas”, muestra su “apoyo y solidaridad con la Guardia Civil ante estas injustificadas agresiones” y afirma que “el Estado de Derecho funciona y la violencia nunca podrá quedar impune”. ERC y Bildu votan en contra. Luego, pasados unos días, al pairo de todo lo anterior y de la mano de Covite, el Fiscal de la Audiencia Nacional califica todo aquello como un acto de terrorismo.
En la Policía sucede algo similar. Hace solo unos días se juzgó en Iruñea a dos agentes acusados de agredir a un joven dominicano en Comisaría que sufrió traumatismo craneoencefálico y fracturas en los brazos. El detenido afirma que un policía le dio porrazos hasta que se los rompió y luego le pegó en la cabeza y le rompió la mano. La versión policial habla de que nadie le agredió y que las lesiones se las causó él solo golpeándose contra las paredes y el suelo. En fin, ya se sabe, tendencias autodestructivas. El fiscal pide la absolución.
Su caso no ha llegado al Congreso. Tampoco el de la joven violada estos sanfermines por un grupo en el que había un guardia civil y un militar y que, según parece, venía ya entrenado de practicar una violación similar en Córdoba. Claro está, lo de Altsasu es mucho más grave. Es puro odio y terrorismo.
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