Carlo Frabetti.- Se suele decir -y en más de un sentido es cierto- que lo mejor es enemigo de lo bueno. A menudo lo malo o lo mediocre nos empujan, por eliminación o por contraste, a escoger lo bueno, con lo que se convierten en sus aliados paradójicos; es lo mejor lo que, en muchos casos, nos lleva a descartar lo bueno por insuficiente. Y cabría pensar que, por la misma regla de tres, lo malo es enemigo de lo peor: entre dos opciones malas, tendemos a elegir la menos mala, que, de este modo, nos aleja de la peor. Pero la situación no es simétrica, pues para mejorar hace falta un esfuerzo considerable, mientras que para empeorar basta con relajarse: “Por la ley de la entropía, lo malo se hace peor, lo peor, peor todavía”, como rezan los versos de Jesús López Pacheco. El conformismo, que es la entropía de la mente, lo degrada todo: sin un esfuerzo continuo, lo bueno se vuelve mediocre y lo malo empeora rápidamente.
En consecuencia, elegir entre lo malo y lo peor suele ser una falsa elección, tan falsa como aquello de “la bolsa o la vida”: en realidad, lo que le dice el atracador a su víctima es que puede elegir entre perder solo la bolsa o la bolsa y además la vida. Y al igual que en las viejas historias de bandoleros, en las nuevas historias de bandoleros -o sea, en la política al uso- la bolsa está perdida elijas lo que elijas. A no ser que rechaces la lógica de los bandoleros y te enfrentes a ellos, el capitalismo salvaje -del que todos los políticos de oficio y beneficio son cómplices- te desvalijará sin contemplaciones. Lo malo no solo no es enemigo de lo muy malo, sino que contribuye a maquillarlo, a camuflarlo (como las manchas al leopardo), con lo que lo vuelve aún más peligroso.
Cuando el PSOE apela al “voto útil” (y lleva haciéndolo varias décadas), o sea, cuando el patético fantoche -valga el eufemismo- Pedro Sánchez dice que de lo que se trata es de echar a Rajoy, intenta hacernos creer, una vez más, que lo malo es una alternativa a lo peor; cuando Podemos se come a su madre (como algunas arañitas) para despistarnos -una vez más- con la falsa unión de la falsa izquierda, intenta hacernos creer que lo un-poco-menos-malo es una alternativa a lo malo de siempre… ¿Cuál será el paso siguiente, la siguiente farsa?
Como dijo Pasionaria, que se avergonzaría de sus supuestos herederos políticos, solo hay un camino, y ese camino no pasa por el circo mediático sino por la construcción de poder popular. Es un camino largo, difícil y peligroso, pero es el único. Y quienes intentan hacernos creer otra cosa son cómplices -y en estos momentos cómplices necesarios- de los criminales que gobiernan el mundo.
Y puestos a citar a ilustres comunistas del pasado, decía Brecht que a la buena gente se la conoce en que es mejor cuando se la conoce. Y aquí sí que hay simetría especular: a la mala gente se la conoce en que es peor cuando se la conoce.
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