Carlo Frabetti.- Cuando Podemos irrumpió en la escena política, algunos dijimos que eran una pandilla de ingenuos y de oportunistas que, sin proponérselo, estaban desempeñando un papel similar al que aviesamente jugó el PSOE durante la farsa de la transición. Nos quedamos cortos. O lo que viene a ser lo mismo, el diagnóstico se ha quedado obsoleto: a estas alturas y visto lo visto, sería demasiado benévolo calificar de meros oportunistas a quienes se aferran con uñas y dientes a la parcela de poder con que los ha comprado el sistema al que dicen combatir. Los dirigentes de Podemos han demostrado ser tan impresentables como los demás políticos de oficio y beneficio, y para seguir apoyándolos ya no basta con ser ingenuo.
Es tan grande el interés de los poderes establecidos en promocionar a una seudoizquieda capaz de engañar y contener a los explotados, que si Pablo Iglesias fuera inteligente sería tan nefasto como en su día lo fue Felipe González; afortunadamente, el pitufo tontorrón no es tan astuto (ni tan malo, todo hay que decirlo) como el jefe de los GAL: ha enseñado el plumero demasiado pronto, se ha venido arriba antes de tiempo, como la mayoría de los mediocres encumbrados, y se cree con derecho a ofender a los mismos periodistas a los que debe su hueca existencia mediática y a la misma izquierda (unida) a la que debe su banal existencia política. Al circo de Podemos le han crecido -se han crecido- los enanos, y cada vez engañan menos a un público cada vez más harto de vana charlatanería y trucos baratos, que va a empezar a pedir que le devuelvan el dinero de la entrada, o sea, el voto.
Tan monos ellos, tan blanditos, tan pequeñitos incluso físicamente, los gremlins sobrealimentados a deshora por los medios se erizan de púas, emiten estridentes gruñidos y muestran a las claras su apetito desordenado de poder. Bienvenidas sean las tonterías del pitufo que quiso compatibilizar la coleta y la corbata (la coleta progre y la falocrática colita simbólica), porque si fuera listo lo tendríamos muy crudo. Todavía más, quiero decir.
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