Iñaki Gil de San Vicente.- Hace unos meses se mantuvo un debate internacional sobre la situación y perspectivas de las luchas de los pueblos y clases oprimidas. Fue un debate denso y enriquecedor en grado sumo. Ahora queremos profundizar en una de las cuestiones más importantes que salieron a la luz. Nos referimos a la llamada «nueva derecha» que impulsa buena parte de la ofensiva para derrotar al denominado «ciclo progresista». La identificación del enemigo, saber cómo es, qué piensa y cómo va a proceder es de decisiva importancia para la victoria de las fuerzas emancipadoras. Identificar al enemigo es el hilo de Ariadna que nos guiará por el laberinto hasta salir de él. Es una de las fundamentales medidas que hay que tomar para responder a la pregunta que hace L. Salas Rodríguez: «¿Cómo salir del laberinto?».
Lo primero que debemos hacer es conocer el papel asignado a Nuestra América por el imperialismo occidental. Nos hacemos una idea muy aproximada, casi exacta, leyendo estas palabras de Jessica Portocarrero:
La pérdida por flujos financieros ilícitos en América Latina se ha incrementado en la última década en más del 100%; problemas como la evasión y elusión fiscal obstaculizan el desarrollo de la región. Según el último Panorama Social de América Latina, elaborado por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), la pobreza afectó en 2014 al 28% de la población y la indigencia aumentó a 12% respecto a 2012, estas cifras revelan un estancamiento en el proceso de reducción de la pobreza. […] Las últimas cifras sobre los flujos financieros ilícitos publicadas por Global Financial Integrity, muestran que los países en desarrollo, dentro de ellos América Latina, han perdido 6,6 billones de dólares entre el 2003-2012, de los cuales alrededor de 1,5 billones de dólares se refieren a fugas en la balanza de pagos; es decir dinero no registrado ni relacionado con las cuentas del Estado, lo cual representa alrededor del 23% del total […] solo en el 2012 los flujos ilícitos significaron más de 150 mil millones de dólares, lo que representó aproximadamente el 3% del PBI de la región. Este monto es superior a la inversión extranjera directa y 15 veces más que lo que recibe como ayuda oficial al desarrollo. Las tasas de evasión fiscal del IVA fluctuaron entre 17,8% y 37%, y la evasión del impuesto sobre la renta varió entre 46% y el 49% de la recaudación total para el período comprendido entre 2006 y 2010, esta evasión es cerca del 1% del PBI de la región.
Se trata de un saqueo sistemático, implacable, que empobrece a los pueblos trabajadores y enriquece al imperialismo que, para asegurarse de que no decaiga ese flujo de dinero y sangre, refuerza sus acuerdos con las burguesías latinoamericanas y en especial con la llamada «nueva derecha». De esta alianza fortalecida en los últimos tiempos mediante acuerdos con Estados Unidos, el imperialismo espera multiplicar sus beneficios tanto más cuanto esos tratados no solo son impuestos a Nuestra América sino a otros muchos Estados: el TTP, el TTIP y el TISA, que junto a otros suponen una auténtica reconfiguración estratégica de Estados Unidos a escala planetaria.
En el caso específico de Nuestra América esta reconfiguración reforzará el flujo unidireccional hacia Estados Unidos de sangre y salud: una ONG argentina que defiende el derecho de libre mercado sanitario pide al presidente Macri que abra las fronteras a la industria norteamericana de la salud y de la alimentación, anulando leyes proteccionistas de 2002.
Brutal transferencia de valor materializado en dinero y en salud, por no hablar de cultura, desde Nuestra América hacia el imperialismo occidental y a Estados Unidos en concreto. «Robo» que tiende a aumentar para compensar el frenazo de la economía yanqui que justo ha crecido un 0,7% en el último trimestre y un 2,5% en 2015, lo mismo que en 2014, confirmando un estancamiento mayor de lo previsto; porque también se estancan la economía alemana y europea, la china, la japonesa; porque… en un contexto de recesión prolongada, lo que G. Beinstein y H. Rovelli definen como «lógica del saque» externo e interno, se irá endureciendo día a día.
Según datos recientes, «en América Latina y el Caribe aún sesenta millones de personas (el 10% más pobre) deben repartirse el 1,3% del ingreso, mientras treinta y dos personas tienen tanta riqueza como los 300 millones de personas más pobres de la región. En Honduras, hay 225 personas que ganan al año 16.460 veces lo que gana una persona perteneciente al 20% más pobre de la sociedad. Es decir, tu hermano se está comiendo casi todo el pastel». Y según otros más recientes aún, el empobrecimiento «amenaza» a más y más población al constatarse que el paro subió en 2015 por primera vez en cinco años. En estas condiciones, uno de los instrumentos de poder más conocidos del imperialismo, el club de Davos, no oculta sus inquietudes porque la gravedad de la crisis de las «economías emergentes», en especial las de América Latina.
Y el estudio de las respuestas del imperialismo para superar esta preocupación nos permitirá seguir el hilo de Ariadna que nos guíe a la salida del laberinto caracterizado por el hecho de la «presencia de la crisis», el decir, por el hecho de que la actual crisis mundial es una realidad total, sistémica, lo determina el presente en su sentido largo, de continuidad de las contradicciones en el tiempo ya que: «La nueva estrategia implica el lanzamiento de una combinación de acciones militares, financieras, comunicacionales y diplomáticas, destinada a hostigar a enemigos y competidores, provocar disputas y desestabilizaciones apuntando hacia conflictos y situaciones más o menos caóticas».
Algo sobre el contexto
Lo primero de lo que tenemos que ser conscientes es de que la burguesía latinoamericana está envalentonada: «la derecha a pie firme». Tras unos años de haber cedido áreas de poder gubernativo y social a las fuerzas progresistas, manteniendo otras áreas férreamente controladas, fundamentalmente su propiedad privada de las fuerzas productivas, la derecha recrudece ahora la batalla para asegurar definitivamente los privilegios sociopolíticos y gubernativos que le habían arrebatado las alianzas progresistas.
En estos años ha visto que si bien los gobiernos democráticos y populares han reorientado grandes cantidades de recursos hacia las clases aplastadas, mejorando sus condiciones de vida y de trabajo con una loable y meritoria política social en un contexto de «pura lucha de clases», siendo esto innegable, sin embargo la oligarquía ha visto que el «socialismo» al que querían llegar los gobiernos progresistas se ha quedado en un «marcado asistencialismo», aplicado por gobiernos «[…] que no tocaron y, por el contrario, preservaron, a las transnacionales, las finanzas y el gran capital y se adecuaron al tipo de inserción en el mercado mundial que ellos les fijaban». Por ejemplo, «en lugar del “pueblo trabajador” el kirchnerismo construyó el “pueblo consumidor”», lo que facilitó la victoria de la «nueva derecha» como veremos más adelante.
Hace aproximadamente medio año un análisis «gramsciano» de la situación de Nuestra América podía sugerir que entonces no existía «un riesgo inmediato de restauración de las derechas». Por esas mismas fechas se debatía sobre si el ciclo progresista, pese a su debilitamiento, podría reunir fuerzas para iniciar una fase nueva, la cuarta, o sería engullido por un maremoto neoliberal y la conclusión fue que el futuro dependerá de la lucha de clases interna y del contexto mundial. También se discutía sobre si las burguesías «nacionales» latinoamericanas podían recurrir a golpes militares para recuperar o afianzar su poder llegándose a la conclusión de que esa brutalidad tan frecuente en el pasado ahora «a todas luces parece improbable». Luego la conclusión es fácil: existen mejores métodos para recuperar lo perdido.
Los resultados electorales de Venezuela y Argentina han mostrado la complejidad laberíntica de la situación: una Venezuela sometida a crecientes presiones desde el mismo 1999 no ha votado mayoritariamente a la derecha sino que dos millones de chavistas se han abstenido de votar a Maduro por diversas razones. En Argentina, ese «pueblo consumidor» tampoco ha votado masivamente a la derecha que ha vencido, entre otras razones por la desunión del kirchnerismo. A pesar de esto, no es menos cierto que «el nuevo escenario ha envalentonado a la derecha» por lo que debemos «batallar por los ideales comunistas de igualdad, democracia y justicia es la mejor forma de contribuir a un desemboque positivo del ciclo progresista».
La euforia de la derecha tiende a reforzarse cuando observa cómo el Frente Amplio uruguayo recurre a la represión para debilitar las protestas sociales. También se sostiene sobre la «traición» a sus promesas de Ollanta Humala en Perú que se ha descubierto como lo que era al pasarse al bando imperialista con la subsiguiente desilusión popular que lo veía como un chavista; como se sustenta en el giro del FMLN salvadoreño al electoralismo pragmático, o en el acentuado derechismo de los republicanos yanquis. Etcétera. Es urgente, por tanto, «hacer un balance del progresismo […] El problema ahora es cómo enfrentar la ofensiva de las derechas con sociedades despolitizadas y desorganizadas, porque la izquierda dilapidó la energía social acumulada bajo las dictaduras. No es, por cierto, la única región del mundo donde esto sucede».
La «nueva derecha»
Simultáneamente, se intensifican las discusiones sobre la «nueva derecha» al calor de los avances relativos del capital y de los retrocesos de los pueblos trabajadores. ¿Qué es la «nueva derecha» latinoamericana? Lo primero que debemos decir es que no es una derecha estrictamente «nueva» sino en todo caso «trasmutada» ya que, como sucede en Argentina, «no es un fenómeno tan novedoso» porque tiene raíces profundas en la historia del país que han sido readaptadas «de manera impecable por especialistas de primer nivel seguramente monitoreados por el aparato de inteligencia de los Estados Unidos».
De ahora en adelante deberemos tener siempre presente la influencia directa e indirecta de Estados Unidos en la formación de la «nueva derecha» no solamente por la presión económica sino también por la dirección ideológica y política como veremos al analizar el capítulo dedicado al papel del tecnologicismo como cemento ideológico de esta «nueva derecha». Ahora bástenos recordar que en octubre de 2014 el Ejército norteamericano presentó el diseño estratégico para 2020-2040 en el que se insiste con más ahínco que en los anteriores en el creciente papel de la guerra política, cultural e informática que debe dirigir el Ejército yanqui dentro y fuera de Estados Unidos, o en palabras de E. j. Vior: «debe intensificar la guerra informacional, las operaciones psicológicas y políticas y “crear al enemigo un sinfín de dilemas simultáneos”». N. Isa Conde tuvo el feliz acierto de llamar «cerebro del mundo» al Consejo de Relaciones Exteriores de los Estados Unidos.
La «nueva derecha» que quiere reconquistar Venezuela y que, tras tomar el poder, está sometiendo al pueblo argentino a ataques feroces entre los que destaca la barbarie policial, utiliza «[…] variados medios y nuevas y viejas tácticas, como la guerra mediática, la guerra económica, la judicialización de la política, los intentos de golpe de Estado, las amenazas de agresión militar, el apoyo y financiamiento externo de la oposición, entre otros». Tiene tantos campos de experimentación de sus tácticas y métodos como pueblos quiera aplastar: Honduras y Paraguay son dos ejemplos más. Pero fijémonos en Bolivia, en donde desde hace años se actualiza casi permanentemente la contrainsurgencia interna e imperialista para derrocar política, económica y moralmente a la revolución. Una de las tácticas más aplicadas y readecuadas en cada momento con «la estrategia del desgaste, del camuflaje. La derecha se enmascara en lo social para acumular fuerzas y desgastar. No es de confrontación desenmascarada sino de desgaste». No hace falta volver a insistir en el rol de determinadas ONG en estas y otras estrategias y en sus correspondientes tácticas.
Por lo general, la «nueva derecha» busca la flexibilidad en las formas, en la imagen, con el objetivo de llegar a más y más sectores de la sociedad, dejando aparentemente la «política» en su sentido clásico para ocultar sus verdaderos intereses de clase dentro de una mistificación de lo «social». Busca dar una imagen «a-política» que puede irse plasmando en realidad al amparo de una interpretación reificada de lo social en base a los siguientes principios: la juventud es renovación; contra la radicalidad en la política, contra la lógica populista; por la Unidad, un cambio «positivo»; la neutralidad ideológica es un valor; el Estado debe actuar solo donde sea necesario; ideas sí… propuestas, no. Una «nueva derecha» que atempera su dureza extrema anterior mediante, por ejemplo, asumiendo la versión burguesa de los «derechos humanos» tal cual la exponen onegés determinadas que también piden la reducción de los derechos sindicales y políticos, etcétera.
Ese falso apoliticismo, ese barniz de post política que sirve para invisibilizar el hecho diario de que la verdadera política de derechas se hace desde fuera de las instituciones parlamentarias, desde fuera de las calles, fábricas, campos y escuelas, porque es política teledirigida desde aparatos mediáticos lejanos, inaccesibles al control oficial o popular. La «nueva derecha» domina la tele-política y la tecno-política, desde una estrategia que podríamos definir como «post-política» y que tiene dos características: una, no impugna los avances sociales conseguidos y, dos, critica la corrupción, inseguridad, inflación, etcétera. De esta forma adquiere un aura de democracia, de defensora de los avances logrados, de rechazo de la política corrupta.
Una derecha que, hasta que acceda al gobierno, esconde sus proyectos neoliberales y privatizadores haciendo un discurso «abierto»; de esta forma en algunos sitios decisivos como Venezuela y Argentina gana apoyo en los sectores exportadores más modernos proponiendo un acercamiento al imperialismo, y en Brasil hace lo mismo con los sectores burgueses no beneficiados por el estatalismo del PT, proponiendo un acercamiento al imperialismo. También atrae a una especie de «nueva sociedad civil» formada por laxos y heterogéneos movimientos sociales nutridos por cuadros gerenciales, intelectualidad socio-liberal y católica de oenegés que «critican» la podrida política burguesa oficial; consigue integrar también a sectores de las nuevas capas medias y franjas plebeyas y de trabajadores afectadas que echan la culpa del empeoramiento de sus condiciones de vida a los recortes sociales de los «gobiernos de izquierda», todo ello aderezado con una demanda de mayor eficacia, control, etc., y con relaciones internas irrompibles con la antigua «derecha gorila».
Una de las fuerzas de la «nueva derecha» radica en que, como vemos, puede alimentarse ideológicamente de diferentes corrientes que con la excusa de ayudar al desarrollo de los pueblos, en realidad legitiman al imperialismo. Este es el caso del andamiaje conceptual elaborado por el BID, Banco Interamericano de Desarrollo, repleto de términos como «lucha contra la pobreza», «productividad», «capital humano», «equidad social», «cuestión social», «mercado», etc., que sustentan un complejo ideológico caracterizado por fragmentación de la unidad de lo social; por la pérdida del sentido de la realidad rota, y por la naturalización de la opresión e injusticia. Así la «nueva derecha» legitima su ferocidad neoliberal con una ideología que dice comprender «los problemas de los pobres» y que interpreta la «pobreza» como algo «natural» que les ocurre a individuos aislados, por lo que la «sociedad democrática» no tiene ninguna responsabilidad.
La «nueva derecha» usa y abusa de estos términos porque son los más adecuados en la mayoría de las situaciones al venir abalados nada menos que por el Banco Interamericano de Desarrollo, banco «neutral» y «a-político» que se desvela por garantizar el «desarrollo» de los pueblos. No hace falta decir que el FMI, el BM etc., expanden la misma ideología y las mismas falacias teóricas. La capacidad de manipulación política invisible que ofrece este complejo ideológico es reforzada por la propaganda realizada por organizaciones como el Latinobarómetro –ONG chilena subvencionada por poderes burgueses– que «demostraba» en verano de 2015 que solo el 37% de la población aprobaba la «calidad democrática» de sus países, siendo la corrupción una de las causas del bajón a los niveles de hace diez años, sin olvidarnos de los efectos de la crisis económica. De esta forma, la «nueva derecha» veía reforzada su argumentación general. Pocos meses después, el diario The Economist, vocero destacado de la intelectualidad imperialista eurocéntrica se atreve a decir que en Nuestra América se está produciendo un retroceso democrático desde 2006: aumentan las «democracias imperfectas» como la venezolana, la boliviana, la brasileña… mientras que solo existen dos «democracias perfectas», la uruguaya y la estadounidense. Y solo hemos citado dos ejemplos de la miríada disponible.
Pero nunca, jamás, la «nueva derecha» se indispondrá con Estados Unidos. Al contrario. Basta ver lo realizado por Macri en solo dos meses. Y menos lo hará en la cuestión decisiva, la presencia de bases militares norteamericanas. Recordemos que el Frente Amplio en el gobierno de Uruguay ya mantuvo acuerdos estratégicos policíaco-militares con Estados Unidos según denunció J. Zabalza, y que esos acuerdos nos remiten, como mínimo, a verano de 2006 cuando los denunció la izquierda revolucionaria uruguaya. Pues bien, si una fuerza progresista como el Frente Amplio uruguayo estuvo a vender la independencia de su pueblo a Estados Unidos, cosa que al final no hizo por la contundente respuesta popular en contra, ¿qué no hará la «nueva derecha» cuando vuelva al gobierno?
La respuesta a esta pregunta es: en ningún momento intentará reducir la presencia del ejército norteamericano en Nuestra América, sino naturalizarla, normalizarla: un ejército que entre 2013 y 2014 formó en tácticas de «liderazgo» a nada menos que 26.757 miembros de los ejércitos latinoamericanos. Dicho directamente, «en este contexto Estados Unidos ha intensificado un vasto proceso de militarización en América Latina: durante los últimos cuatro años incrementó de 21 a 76 las bases militares, restableció la operatividad de la IV flota por el Mar Caribe, Centro y Sudamérica, ha realizado permanentes ejercicios castrenses en Costa Rica, enviará este año 3.800 soldados a Perú y en México las agencias norteamericanas de seguridad gozan de plena libertad de acción». Una auténtica «invasión silenciosa» destinada a incrementar la presencia yanqui en un territorio que pugna por autoorganizarse mediante el ALBA, Unasur, Petrocaribe y otras instituciones multilaterales no controladas por Estados Unidos.
La normalización de la presencia militar yanqui es parte fundamental de su intento de reconquista de Nuestra América. Estados Unidos y la «nueva derecha» está haciendo especial hincapié en el «espacio comunicacional mediático» lo que obliga a las fuerzas revolucionarias, además de denunciar el poder de los oligopolios sobre la prensa, también y sobre todo «a crear, de todas las formas y en todos los espacios que podamos, nuestros propios medios de comunicación de masas, bajo control de las fuerzas populares. Y articularnos a nivel continental, también y sobre todo en este campo de la información, de la lucha ideológica […] luchar en nuestros países para que haya leyes que democraticen y regulen los medios de comunicación, en función del interés público».
La importancia de la tele-política es creciente e innegable desde antes incluso de la victoria de R. Reagan. Ahora mismo acaba de confirmarse de nuevo en las elecciones presidenciales de Portugal, país gobernado por una alianza de centro-reformista con apoyo de la izquierda, en donde un político conservador, pero conocida figura televisiva, ha sido elegido Presidente de la República. Y otro ejemplo de la planificada intervención de los expertos militares en la tele-política, que sirve perfectamente para la caracterización de la «nueva derecha», es que el nuevo partido político representante de la «nueva derecha» española, Ciudadanos, fue subvencionado en 2008 por agencias y entidades vinculadas a los servicios de inteligencia de Estados Unidos con una cantidad que rondaba entre los dos y tres millones de euros, para que tuviera buenos resultados en las elecciones europeas de 2009.
Es urgente una mejora profunda, cualitativa y cuantitativa de la pedagogía revolucionaria con especial atención a la denuncia crítica y concreta de la tele-política mediante la movilización de las clases y de los pueblos, de las mujeres, de la defensa de los derechos humanos concretos en todos los sentidos, de las y los prisioneros políticos con especial insistencia en las y los de los pueblos indígenas, etc. De nuevo, Macri nos enseña el camino de la represión recrudecida contra las reivindicaciones de los pueblos indígenas nada más tomar el poder: el encarcelamiento de la dirigente indígena Milagro Sala, represión aplaudida por la rancia derecha española. Al final de esta ponencia volveremos a los pueblos originarios al analizar la consigna de la Patria Grande.
Ideología de la «nueva derecha»
La interacción entre propaganda, política y poder es tan antigua como la existencia de la opresión. La razón no es otra que las tres categorías –prensa, política y poder– nos remiten a las formas antagónicas de propiedad: colectiva o privada. Se podría decir que una de las preocupaciones centrales de la filosofía política a lo largo de su historia, desde sus antiguos orígenes chinos y griegos, es esta cuestión. Las sucesivas doctrinas imperialistas de contrainsurgencia actualizan estos métodos. En verano de 2015 se realizó un debate internacional en Quito según el cual las sociedades «tecno-mediáticas» generan sujetos tecno-mediatizados que dependen de sus posibilidades de acceso y manejo de las tecnologías de la comunicación para actuar como «ciudadanos». Cuanto más dinero tienes más tecnología posees y más «ciudadano» eres, lo que agudiza la incompatibilidad entre el capital y la democracia, sin mayores precisiones ahora.
La «nueva derecha» es consciente de ello y, por tanto, ha multiplicado sus esfuerzos para, en la práctica real, no en la imagen de la propaganda, los «derechos ciudadanos» sean monopolizados por la burguesía y su bloque social de apoyo, mientras que las clases trabajadoras, los pueblos indígenas, las mujeres, la juventud y la tercera edad, etc., deberán contentarse con un acceso muy restringido, mínimo, y muy controlado a las nuevas tecnologías de la comunicación (NTC). La «nueva derecha» está intensificando la guerra psico política y tele política por el control de la mente y el corazón de Nuestra América.
Lo que muy correctamente se define como «dominación comunicativa» actúa mediante el control socioeconómico de las NTC, mediante el control de la producción de conocimientos, de lenguaje y de signos, significantes y significados como arma de guerra cultural, y también y fundamentalmente actúa con la superioridad y ventaja que otorga la violencia epistémica en cuanto forma de violencia que acontece en el mundo de la representación simbólica pero que tiene innegables efectos materiales, sociales, físicos, de marginación y opresión. Tenemos el caso del fallido intento de golpe de Estado de 2010 en Ecuador, en el que la dominación comunicativa imperialista jugó un papel clave, pero fue derrotada. Este ejemplo, junto con otros muchos, debe llevarnos a una mayor implicación y extensión de la lucha contra «la hegemonía comunicativa estadounidense como promotora de la cultura capitalista».
La dominación comunicativa es clave para lograr que la «nueva derecha» monopolice el «derecho ciudadano» excluyendo de él a la población trabajadora, a la que podríamos definir como «ciudadanos de segunda». En este sentido es cierto lo que sostiene Álvarez Solís cuando explica que otra manera de hacer desaparecer a estos ciudadanos de segunda es la implementada en la reciente reunión de Davos: la llamada «cuarta revolución industrial», centrada en las nuevas tecnologías, que iniciaría otra fase expansiva del capitalismo aunque ahora sería eterna, definitiva. El que esta visión sea apocalíptica, porque supondría condenar de entrada a la peor miseria a la mitad del planeta, no inquieta a la gran burguesía porque, asegura, que poco después toda la humanidad se beneficiaría del nuevo e inagotable Potosí.
Ahora bien, una cosa es la propaganda barata y otra el cinismo y la doble moral burguesa. Por un lado, las versiones dulces y maravillosas de lo que se ha dado en llamar «tele-democracia» prometen que las NTC permitirán conectar a la «ciudadanía» abstracta, sin especificar si es opresora u oprimida, con el gobierno facilitando la llamada «interacción democrática» entre ambas abstracciones con el apoyo de la inteligencia artificial. Por otro lado, el plan del capital transnacional ante la realidad estudiada en Davos de que las NTC, la inteligencia artificial (IA), etc., «ahorrarán» 5.000.000 de puestos de trabajo en solo cuatro años, para 2020 en los quince países más industrializados del mundo, mientras que solo generarán 900.000 puestos de trabajo «con altos conocimientos informáticos, habilidades comunicativas y versatilidad». Si el centro imperialista perderá aproximadamente 4.100.000 puestos de trabajo en cuatro años por el impacto de las NTC ¿qué no perderán las naciones oprimidas, las sociedades machacadas y los Estados debilitados? ¿Qué hará la «nueva derecha» frente a este panorama: enfrentarse a muerte al imperialismo o aliarse con él para mantener su propiedad privada?
Otros ideólogos creen haber descubierto que el agua moja cuando sostienen que la inteligencia colectiva, la sabiduría en grupo, aumenta la eficiencia del pensamiento. El pensamiento siempre es grupal y colectivo, la sabiduría solo surge si está inserta en una colectividad: desde que se nace es el entorno el que nos enseña a pensar y a corregir los errores, aunque lo hagamos individualmente. Pero el problema crucial es el de las formas de propiedad de los medios de producción, de conocimiento, de sabiduría colectiva: ¿privados o públicos? ¿Burgueses o socialistas? Cuando se loa la «sabiduría en grupo» conectada con las NTC desde una perspectiva que no cuestiona ninguna opresión ni tampoco la propiedad capitalista de las NTC, entonces nos encontramos ante una de tantas ficciones tan del gusto de la intelectualidad reformista a sueldo de entidades y empresas.
Algunos reconocen que si bien el pensamiento siempre ha sido colectivo, ahora, con los ordenadores, las NTC, la inteligencia artificial, etc., hemos entrado en una nueva fase de la inteligencia colectiva, inteligencia diferenciada de la individual por su mayor poder creativo. De lo que se trata es de coordinar el pensamiento de mucha gente, de cuanta más mejor, para superar las limitaciones del pensamiento individual. Conectando ese potencial se genera un pensamiento mejor, como se comprueba en las grandes empresas capitalistas que aplican este método. Otros hablan del potencial de la sociotecnología para, mediante ensamblajes digitales, avanzar en una nueva revolución industrial que multiplique las ganancias de empresas privadas y/o acelere la raigambre de colectivos sin afán de lucro.
La inteligencia colectiva que podría crearse mediante los ensamblajes digitales, la inteligencia artificial, los ordenadores y la NTC, o sea, la sociotecnología, nos permitiría lograr cosas tremendas. ¿Cómo cuáles? He aquí una respuesta definitivamente esclarecedora: «Predecir los gustos musicales o literarios de alguien está mucho más allá del alcance de la neurología actual, pero se puede hacer extrayendo patrones de la conducta de mucha gente». Si se predicen los gustos culturales también se predicen los políticos, y una vez logrado esto, puede influirse sobre ellos, cambiándolos mediante el poder de los ensamblajes digitales que conectan las empresas con los ministerios y con la policía: sociotecnología del control y de la manipulación.
Las tesis sobre ensamblajes digitales, «nueva democracia» basada en la ciberpolítica mediante las NTC e internet, etc., nos remiten a un sinfín de interpretaciones diferentes, opuestas y hasta contradictorias que no queremos ni podemos intentar resumir aquí. La gran mayoría de todas ellas se identifican con la moda del determinismo tecnológico de siempre, pero en su expresión más actual, el ciberfetichismo, es decir, adorar al fetiche de la tecnología como el que nos defenderá de todos los horrores. Ahora bien, el ciberfetichismo es parte del «reverso ideológico del capitalismo neoliberal», y a la vez enemigo mortal de la dialéctica materialista y de la lucha revolucionaria. Lo primero que la palabrería arriba vista se hunde nada más leer, por ejemplo, los principios generales de la heurística dialéctica y sus procedimientos para cerciorarnos de la pobreza epistemológica y de la falta de originalidad de estas modas. Y lo segundo porque al ser el método oficial de pensamiento, el dominante, cuestión de Estado, el ciberfetichismo en cuanto ideología neoliberal sostenida por los aparatos estatales es una fuerza reaccionaria.
Además, confirmando las primeras críticas marxista, recordando el texto clásico de 1934 cuando advertía del «control político» inherente al maquinismo capitalista: «El plan y el orden están latentes en todos los procedimientos industriales modernos», y limitándonos solo a cuatro ejemplos recientes de los millones disponibles, vemos que: uno, ya hace veintinueve años se demostró el contenido reaccionario del tecnologicismo con especial interés la Venezuela de entonces; vemos que, dos, hace ya veintitrés años que se demostró que el ordenador es la «metáfora de control» y que es mentira que la informática facilite la igualdad social sino que incrementa el poder global del capital incluso en las transformaciones que le impone al lenguaje, «la herramienta más humana» al obligarle a reducirlo todo a costos y beneficios, a valores cuantificables.
Dos, que hace ya veintidós años se nos advirtió que «a juzgar por lo que podemos predecir sobre el rumbo de este avance tecnológico y sobre las alteraciones estructurales que implica, en el futuro habrá presiones favorables a una sociedad caracterizada por un grado mucho mayor de organización y de control deliberado». Y que, tres, ya hace diecisiete años se criticó el poder del marketing virtual, de internet, como instrumento de coerción, de disciplina manipuladora que utilizaba las técnicas del marketing telefónico.
Desde 1995 en adelante internet «se había convertido en una compañía lucrativa y las guerras entre navegadores estaban en camino. Una ética de libre competencia sustituyó a la era de la cooperación espontánea […] de ahora en adelante internet sería tratado como los medios de comunicación convencionales habían previsto». El marketing telefónico había desarrollado formas de manipulación que fueron copiadas por internet: «cada vez que rechazamos algunas de sus peticiones, gravan nuestra respuesta y luego miden la efectividad de una de las muchas y diferentes réplicas que habían preparado por adelantado. De esta manera, aprenden a refutar prácticamente cualquier objeción imaginable».
Si el marketing telefónico llegó a tanto, internet ha extendido la capacidad de refutación de las objeciones y de las críticas hasta niveles incomprensibles hace tres décadas. Peor aún, «internet ya no ofrece una conexión global real. En su lugar, dependemos cada vez más de las corporaciones privadas y de su red internacional de ordenadores para satisfacer nuestras necesidades de comunicación». Esta dependencia comunicacional tan humana en esencia abre a la sociotecnología un poder casi infinito de manipulación: «Se trata de utilizar la tecnología para estimular conductas obsesivas y compulsivas en la medida en que nuestros deseos son repetidamente amplificados para luego darnos la oportunidad de satisfacerlos».
En la política la burguesía aplica el mismo método que en el marketing: «ofertas falsas y rebajas irreales» que fascinan y subyugan a los amplios sectores alienados que adoran el fetichismo de la tele-política transustanciada en mercancía. Pero tras el escaparate de la política mercantilizada la realidad es justo lo contrario a la imagen exterior: si no dispones de «altos conocimientos informáticos, habilidades comunicativas y versatilidad» arriba exigidos entonces el capitalismo te negará los «derechos ciudadanos» prometidos por el marketing de la sociotecnología.
Tales capacidades solo se adquieren con dinero, con recursos de capital. Esta realidad es tan innegable que incluso la admite un diario típicamente representativo de la «nueva derecha» española: «El negocio de la democracia en Estados Unidos» en donde se aportan algunos datos superficiales pero significativos del trasiego de miles de millones de dólares en el negocio electoral. No hace falta decir que, como negocio que es, la democracia burguesa en su expresión propagandística arriba expuesta, que tiene en Estados Unidos su ideal fanático, admite incluso legalmente en la actualidad las ayudas económicas provenientes de «fondos opacos» de muy difícil rastreo y seguimiento por parte de las instituciones, lo que refuerza el que sea una «democracia rigurosamente vigilada». Una oportuna historia de la democracia burguesa norteamericana, admirada por la «nueva derecha», nos la ofrece R. Sánchez-Parodi.
La mundialización de la ley del valor y de la lucha de clases, manteniendo su desarrollo desigual y combinado, nos aconseja comparar la evolución de la «nueva derecha» de Nuestra América con la de otros lugares. Ya hemos visto el caso de Ciudadanos en el Estado español, pero es conveniente saber que la «nueva extrema derecha» europea también está cambiando de piel como las culebras para adaptarse a las nuevas condiciones de lucha de clases: busca otra imagen externa para penetrar en franjas de la clase trabajadora y en las mujeres. Para ello, una de las adaptaciones más importantes es la de presentarse como defensores de los derechos democráticos frente a la amenaza emigrante y frente a los recortes sociales impuestos por la Unión Europea. Sin embargo, la culebra sigue siéndolo aunque mude su piel: la extrema derecha alemana, a pesar de su nuevo disfraz, ha dicho que ha llegado el momento de pasar a la ofensiva contra la izquierda revolucionaria, de atacarla, de derrotarla.
Entre las causas que explican que sectores de las clases trabajadoras y populares voten a la extrema derecha, y con algunos matices a la «nueva derecha», destaca que la izquierda ha dejado de ser socialista en el pleno sentido del término, o, si se quiere, que los partidos obreros que antes eran revolucionarios han degenerado en «partidos obreros sin socialismo». Al haber abandonado la praxis socialista, la izquierda degenerada en reformismo es incapaz de extraer lecciones de la contundente historia de lucha de clases, de las tácticas y métodos que las organizaciones burguesas y en concreto ahora de la derecha y extrema derecha han aplicado en el pasado para ganarse la confianza de las clases explotadas. Uno de esos métodos nos remite al militarismo prenazi y al fascismo de 1922: crear centros asistenciales, sociales, de ayuda a las franjas más empobrecidas. La extrema derecha, y también la «nueva derecha», actuales han recuperado y actualizado aquellas lecciones: «[…] han desarrollado “laboratorios políticos” con un trabajo sistemático en lugares deprimidos poblados por sectores populares y de presencia obrera importante, donde han cosechado resultados remarcables».
La «nueva derecha» latinoamericana también se aprovecha de innovaciones realizadas por el marketing político de las grandes empresas finales de la década de 1960 al comenzar a explorar y desarrollar un mercado afectivo basado en la explotación de sentimientos reaccionarios, racistas, etnicistas, patriarcales, sexistas, etc., aprovechando el silencio, la pasividad e indiferencia de la izquierda que ya degeneraba al reformismo, que abandonaba el socialismo y con él las valiosas lecciones históricas de la lucha antifascista: «Es todo un mercado por explotar, como han sabido ver bien los “empresarios y gestores de la etnicidad” de la nueva derecha. Ese mercado empieza en la periferia de la sociedad de consumo y del espectáculo, en los supermercados low cost y las tiendas de retail del extrarradio y los suburbios, que proporcionan, a precios asequibles y por momentos, la ilusión de poder acceder al mundo como mera acumulación de mercancías».
La burguesía promete el consumismo cuasi absoluto a la clase trabajadora pero le dice que si quiere acceder al definitivo paraíso de abundancia ha de ayudarle en la salida de la crisis, en la dura competencia mundial, en la defensa de la «democracia» amenazada por los «extranjeros», «emigrantes», «comunistas», «chavistas», «indios», «indígenas», etc., que lo único que hacen es gastar y empobrecer la economía arruinando así el reino de la abundancia. En Estados Unidos Obama aparentó distanciarse de esta demagogia pero en el acto volvió a confirmar la veracidad del dicho «promesas hechas, promesas rotas». En Argentina Macri aplicó de inmediato la consigna de «orden y productividad».
La patria grande socialista
La «nueva derecha» necesita acercarse de nuevo a Estados Unidos y controlar, debilitar o destruir sobre todo el proceso que podría acabar dando cuerpo a la Patria Grande, irreconciliable con el mito imperialista del «Destino Manifiesto» yanqui. Son dos proyectos históricos antagónicos que chocan mortalmente dentro de la lucha de clases mundial. Los problemas a los que se enfrenta la IV Cumbre de la CELAC explican por sí mismos parte del devenir continental frente a las presiones internas y externas.
Para discernir las tensiones fundamentales y secundarias que se entrecruzan y chocan en la IV Cumbre de la CELAC hay que estudiar tanto las presiones internas como las externas, las que surgen de las contradicciones mundiales: solo así podremos adquirir un conocimiento real de las «tormentas» a las que se enfrenta Nuestra América: la balcanización que facilite el reforzamiento del imperialismo, o «un bloque más integrado, aunque eso no quiera decir que sea monolítico» , tal como se ha podido comprobar en las conversaciones y debates en los que se han visibilizado dos bloques: uno que apuesta por el fortalecimiento de la unidad y otro que la relativiza aunque reconoce que, a medio plazo al menos, la CELAC sigue siendo necesaria: «De todos modos, la correlación de fuerzas en la CELAC sigue siendo favorable a las líneas políticas que le dieron origen y, quizá por ello, ha primado el consenso en los temas más relevantes».
Sin mayores precisiones ahora, los dos grandes bloques que vienen chocando en la CELAC y en todos los eventos similares reflejan a su modo la larga lucha interna entre dos modelos opuestos de nación y de pueblo, de cultura, etc., que se libra en el seno de toda sociedad estatal de Nuestra América, en Argentina por citar un ejemplo actual, o en Bolivia a otra escala. Sobre la misma base sociohistórica que sostiene tanto la compleja etnogénesis precolombina y sus transformaciones posteriores, van formándose «comunidades socioétnicas, lingüísticas, territoriales, económicas y culturales que preceden al surgimiento de la nación» y que están presentes de manera manifiesta desde el siglo XVI en las luchas por la independencia de los pueblos indígenas. Producto de esta densa maraña de fuerzas en conflicto permanente, surge desde el interior de los pueblos la conciencia de que «Abya Yala somos todos» y la certidumbre de que debe irse avanzando hacia la Patria Grande soñada por Bolívar como única salvaguarda ante la ferocidad del imperialismo.
Dicho de otro modo: «Revertir un proceso en el cual nacen la Alba, Unasur, y demás esfuerzos integracionistas y liquidar los instrumentos unionistas (Telesur, Petrocaribe etc.) ha estado siempre en la mira de los imperialistas en especial ahora cuando los Estados Unidos adelantan un contraofensiva con el propósito de recolonizar el continente, de retrotraer todos avances en cuanto unidad de nuestros pueblos. Corresponde al pueblo trabajador acaudillar este proceso de unidad y transformación en las condiciones del siglo XXI». El realineamiento con la política norteamericana rompiendo con toda política de acercamiento y unidad regional latinoamericana, es una de las tres prioridades estratégicas de la burguesía brasileña en la actualidad, siendo las otras dos la reinstauración del neoliberalismo y los drásticos recortes sociales..
Después de realizar un denso repaso de la formación y evolución de los Estados en Nuestra América desde las iniciales formas tribales, de federaciones de tribus y de Estados etno-sociales hasta el presente, y de estudiar las fuerzas y debilidades de los procesos de integración sudamericana, A. Cristóbal Pérez concluye resaltando una lección histórica que a la vez es una advertencia y una necesidad: «Un elemento ajeno pero esencial es la presencia en el hemisferio de la primera potencia capitalista mundial, con su papel imperialista hegemónico en todo el continente y su acción directa intervencionista según los casos. Este es un elemento verdaderamente grave, puesto que propicia la desunión de los países del sur y obliga a todos a tenerlo como referencia constante, tanto en lo económico como en lo militar. En tanto el imperialismo no desaparezca, las nuevas proyecciones en el continente son más difíciles. Por eso el primer objetivo, en todas las alternativas, debe ser el enfrentamiento del imperialismo hasta su total desaparición».
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