Sabino Cuadra.- Julio de 1974. Al amparo de la política de “reconciliación nacional” impulsada por el PCE se crea la Junta Democrática. La componen el propio PCE, el PSP (Partido Socialista Popular), CCOO, el PTE (Partido del Trabajo), ASA (Alianza Socialista de Andalucía), el Partido Carlista… Sus principales exigencias son la creación de un “Gobierno Provisional”, la “amnistía absoluta”, la “legalización de todos los partidos”, las libertades democráticas en general, el “reconocimiento, bajo la unidad del Estado español, de la personalidad política de los pueblos catalán, vasco, gallego”, la realización de una “consulta popular” para elegir la forma definitiva del Estado, la integración en la CEE…
Un año después, junio de 1975, el PSOE entra en escena con su Plataforma de Convergencia Democrática. Junto a él están la UGT, la ORT (Organización Revolucionaria de Trabajadores), el MCE (Movimiento Comunista de España), el Consejo Consultivo Vasco (PNV, ANV…), el Partido Gallego Social-Demócrata, la Unión Democrática del País Valenciá, Reagrupament Socialista i Democrátic de Catalunya… Su programa habla de “ruptura con el régimen”, “apertura de un proceso constituyente”, “estructura federal de Estado”, “libertad de los presos políticos y vuelta de los exiliados”, libertades democráticas, “supresión de los tribunales especiales y de todos aquellos organismos y medios de carácter represivo incompatibles con una sociedad democrática”, ”reconocimiento del derecho de autodeterminación”….
En marzo de 1976 se unifican estas dos iniciativas en lo que se denominó Coordinación Democrática, o “Platajunta”. En su manifiesto, suscrito por la mayor parte de los grupos antes mencionados, se sigue hablando de “ruptura democrática” y “proceso constituyente”, de “libertad para los presos y detenidos políticos” así como de “amnistía política y sindical”, la necesidad de realizar una “consulta popular sobre la forma del Estado” y el “pleno, inmediato y efectivo ejercicio de los derechos y libertades políticas de las distintas nacionalidades según las exigencias de una sociedad democrática”…
Con todo esto en marcha, Adolfo Suárez, que acababa de sustituir en la presidencia del Gobierno franquista a Arias Navarro, cursa una invitación a la oposición para negociar y ésta, sin rubor alguno, se baja del carro de la “ruptura democrática” para subirse al de la “ruptura pactada”, auténtico oxímoron político que anunciaba un final gatopardiano a todo aquello.
Para ello se crea, en septiembre de 1976, la Plataforma de Organismos Democráticos, suma de la anterior “Platajunta” y distintas Asambleas y Coordinadoras de Catalunya, País Valenciá, Les Illes, Canarias, Galiza… formándose en su seno una Comisión Permanente cuya función será ofertar “una negociación a los poderes fácticos del Estado y el Gobierno en torno a la realización pactada del contenido descrito en su declaración política”.
A partir de entonces, mitad iniciativa política del Gobierno de Adolfo Suárez, mitad resignación, pasividad y complicidad para con la misma por parte de esta oposición, la batuta queda en manos de aquel. Por el camino han quedado aparcadas todo tipo de rupturas –ni “democráticas”, ni “pactadas”-, marginados los partidos ubicados más a la izquierda y olvidado el impulso de la movilización social y política que había venido caracterizando los últimos años del franquismo. El PCE, principal fuerza a nivel estatal, tanto social como políticamente, se encargará de que nada se salga de los marcos establecidos. El “proceso de Reforma Política” del Gobierno Suárez avanza viento en popa.
La Transición y su “espíritu”, mostrada hoy de nuevo como paradigma del cambio por viejas y nuevas formaciones, no fue sino un inmenso fraude a las esperanzas y exigencias por las cuales habían trabajado y luchado en los años anteriores millones de personas. Un fraude cuya expresión máxima fue la Constitución de 1978 redactada en buena medida al dictado de los poderes fácticos entonces existentes y que, para justificar las escandalosas renuncias hechas ante el régimen, se pretendió vender como modelo y referente en el terreno social. Evidentemente, sus ensalzadas virtudes no han servido como freno para impedir que el Estado español sea hoy guinness europeo en materia de paro, precariedad, desahucios, corrupción, desigualdades sociales…
En fin, un fraude sin paliativos. Es decir, donde dije República, digo ahora Monarquía instaurada por el criminal Franco, a quien el nuevo rey juró lealtad y fidelidad para con su 18 de julio; donde dije, ruptura democrática, digo reforma del régimen; donde dije amnistía política y sindical para quienes lucharon contra la Dictadura, digo Ley de Amnistía para policías, militares y jueces que sustentaron aquel régimen genocida; donde dije derecho de autodeterminación, digo soberanía única y unidad indisoluble e indivisible de la eterna España; donde dije laicismo y separación entre Iglesia y Estado, digo mantenimiento de la inmensa mayor parte de los privilegios educativos, fiscales y sociales de aquella; donde dije supresión de tribunales especiales, digo Audiencia Nacional y legislación de excepción….
Hay veces en las que, durante estos días, al rebobinar las imágenes de lo sucedido estos últimos años (movilizaciones, iniciativas sociales y políticas, programas electorales, declaraciones…) y volver a verlas de atrás hacia adelante, tiene la sensación de que esta película se parece a otra que ya ha visto. Que ya ha visto eso de jugar trileramente con las palabras y dejarlas sin contenido; eso de vaciar la calle y succionar sus activistas para dar cuerpo institucional al cambio; eso de supeditar los calendarios sociales y la movilización ciudadana a los ritmos electorales; eso de convertir la participación activa de la gente en pasividad televidente y tuitera.
En cualquier caso, el final de la película está aún sin rodar. Ayer mismo se ha llegado a un acuerdo entre Junts pel Si y la CUP. Las aguas bajan revueltas de nuevo. El proceso soberanista-independentista catalán, auténtico torpedo en la línea de flotación de este régimen, sigue removiéndolo todo: escenarios, expectativas, estrategias… Brindemos por ello. Con cava, por supuesto: ¡salud y ruptura democrática!, ¡no más fraudes!
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