Ingo Niebel, Colonia
La Unión Demócrata Cristiana (CDU) de la canciller alemana Angela Merkel busca el diálogo con el movimiento islamófobo de los denominados “Europeos Patrióticos Contra la Islamización de Occidente” (PEGIDA). Está previsto que el secretario de Estado del Ministerio Federal para la Ayuda al Desarrollo, Friedrich Kitschelt (CDU), se reúna con el grupo derechista. Esta iniciativa parte del diputado demócrata cristiano Arnold Vaatz quien pertenece al ala derecha de la CDU. En ámbito solidarios con Cuba y Venezuela es conocido por sus constantes ataques contra sendas revoluciones. El paso en dirección a PEGIDA, impulsado por Vaatz, sigue al que dio el Presidente del Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD), Sigmar Gabriel, a la sazón vicecanciller y ministro de Economía de la Gran Coalición, cuando se encontró “como hombre privado” con los antiislamistas. Ante este fondo el diálogo con el secretario de Estado, que quiere tratar la situación de refugiados en Alemania y en el mundo, sube la imagen del movimiento.
Esa decisión se toma en un momento cuando PEGIDA está recuperándose de su escisión. Ésta se produjo hace dos meses cuando en la redes sociales aparecieron fotos de su portavoz Lutz Bachmann, disfrazado de Hitler, junto con comentarios xenófobos. Una serie de personas dejó el comité organizador para fundar una organización paralela. Bachmann y el PEGIDA original acaba de ganar el pulso ya que su escisión se ha disuelto. Por esta bronca interna, el número de participación en el ya tradicional “paseo de la tarde” en Dresde cayó de más de 20 000 manifestantes a 2 000 después de la separación. Pero el lunes pasado la policía registró ya a 6 500 personas. La recuperación no extraña porque no han desaparecido los temas que aducen los manifestantes: la imagen del islam en Alemania sigue siendo reducido a las atrocidades del denominado Estado Islámico en Siria e Irak; siguen llegando refugiados a lares alemanes, sin que los ayuntamientos obtengan más medios para acogerlos porque la política de austeridad de Merkel reina también en su propio país. A nivel internacional, la guerra contra Rusia se hace cada vez más patente desde que en Washington se baraja abiertamente esta opción. Como último el mensaje único que emiten los medios cercanos a la Berlín oficial respecto a todos estos temas, incluido PEGIDA, no ha cambiado esencialmente.
Lo que sí llama la atención es como ahora la prensa alemana intenta diminuir el efecto del movimiento antiislamista. Eso se explica por un lado por que tras la escisión declaró el final del grupo pero su agonía no llevó a la muerte sino a su resurrección, por lo menos en el este alemán, en concreto en Dresde y zonas limítrofes. Dado que, por el otro lado, el periodismo alemán no suele rectificar, si no es por fuerza mayor, procura por mirar a aquellas ciudades en el oeste alemán donde las concentraciones anti-PEGIDA han culminado en que sus respectivas filiales locales han declarado su disolución. Eso ha sido el caso en Colonia y Frankfurt por ejemplo.
No obstante, lo que se obvia es el brote de presencia y violencia neonazi que se origina en la Alemania occidental. En Dortmund, un grupo neofascista atacó físicamente a un conocido periodista antifascista la semana pasada. Antes publicó esquelas de él y de compañeros suyos. Además protagonizó una marcha con antorchas a una casa de acogida de refugiados. En un pueblo sajonés de 2000 almas, los neonazis locales lograron que el alcalde honorífico dejase el cargo ante la presión que él y su familia estaban recibiendo porque abogó por acoger a 50 refugiados. En Dresde, y al margen de una concentración de PEGIDA, se produjo el ataque a un campamento de refugiados en el centro de la ciudad. Las víctimas estaban protestando contra su situación en la capital de Sajonia.
Mientras los antiislamistas se distanciaron de aquella acción, pueden observar que su consolidada presencia en la calle no sólo atrae a destacados políticos, sino que sí tiene efecto sobre la política de la Berlín oficial. Mientras que el SPD quiere lanzar por fin una ley de inmigración, la aliada regional de Merkel, la bávara Unión Social Cristiana (CSU), se opone rotundamente a ella.